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domingo, 9 de agosto de 2020

EL PULSO DESIGUAL QUE DECIDIÓ LA PARTIDA DE DON JUAN CARLOS

El pulso desigual que decidió la partida de Don Juan Carlos.

A pesar de las presiones, el Rey se negó a imponer a su padre las medidas que exigía el Gobierno y puso como condición que la decisión la tomara Juan Carlos I.

Podemos y los separatistas presionaron al Gobierno, el Gobierno presionó al Rey, el Rey trasladó las presiones a su padre y Don Juan Carlos tomó su propia decisión: no abandonaría el Palacio de La Zarzuela, como Pedro Sánchez pedía, sino que se iría de España por un tiempo sin definir. Este es el resumen de los acontecimientos que desencadenaron la salida forzada de Don Juan Carlos el pasado domingo y que han desatado una tormenta de consecuencias impredecibles.
La crisis se desató el pasado 14 de marzo, cuando un diario británico trató de implicar al Rey en unas fundaciones supuestamente opacas de Don Juan Carlos. En un gesto sin precedentes y que muchos consideraron excesivamente duro en aquel
 momento, Don Felipe hizo un exhaustivo comunicado en el que anunció, entre otras medidas, que renunciaba a la herencia de fondos poco transparentes y retiraba la asignación anual a su padre.

Las voces de los socios

Nunca antes una institución española había reaccionado con tanta contundencia ante un comportamiento sospechoso. El Rey se había adelantado a la opinión pública al actuar antes de que nadie se lo pidiera, y el Gobierno, que conocía con antelación la reacción de Don Felipe, aplaudió su decisión. Todo parecía indicar que la situación estaba siendo reconducida con éxito, aunque cada vez sonaban con más fuerza las voces de los socios de Pedro Sánchez.
Republicanos y separatistas habían encontrado, por fin, el argumento que llevaban esperando desde hacía 40 años: una grieta que les permitiera socavar la Monarquía por su lado más frágil.
Pocas semanas después, a ese mismo Gobierno que aplaudió las medidas del Rey, empezaron a parecerle insuficientes. Sánchez pidió nuevos gestos a Don Felipe, primero en privado y, como no obtenía respuesta, llevó la ofensiva al terreno público. A través de medios afines, se generó la expectativa de que el Rey tenía que hacer algo más para alejar a su padre. La ejemplaridad, que había convertido en pilar de su reinado, se lo exigía.
La Moncloa creó una comisión para negociar con La Zarzuela, integrada por la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo; el jefe del Gabinete del presidente del Gobierno, Iván Redondo, y el secretario general de Presidencia, Félix Bolaños. Los tres trasladaron al jefe de la Casa del Rey, Jaime Alfonsín, lo que había que hacer para, según decían, minimizar el daño a la Monarquía por la situación de Don Juan Carlos.
Pedían que se retirara a Don Juan Carlos el título de Rey, se le expulsara de la Familia Real o que abandonara el Palacio de La Zarzuela. Incluso, indicaron a La Zarzuela cómo se debía anunciar la decisión a la opinión pública.

La artillería mediática

A pesar de la enorme presión, el Rey mantuvo el pulso con el Gobierno y se negó a imponer ninguna de esas medidas a su padre. Cada día que pasaba, Don Felipe desayunaba con una nueva advertencia en forma de titular: que si el Gobierno estaba esperando una decisión, que si los Presupuestos no se aprobarían hasta que Don Juan Carlos abandonara La Zarzuela... El equipo de Sánchez estaba utilizando toda su artillería mediática para forzar al Rey a actuar contra su padre. También La Zarzuela podía haber filtrado las presiones, pero nunca lo hizo.
El Rey expuso la delicada situación a Don Juan Carlos, y éste se mostró dispuesto a hacer lo que fuera con tal de no perjudicar a su hijo y a la Corona. Se ofreció a renunciar a su inviolabilidad o a hacer una regularización fiscal, pero el dinero para pagarla se lo había quedado Corinna Larsen.
Finalmente fue Jaime Alfonsín quien le tuvo que trasladar que debía abandonar La Zarzuela a petición del Gobierno. Y fue entonces cuando Don Juan Carlos decidió marcharse, pero no de su casa, sino de España. Después, en la carta de despedida, quiso que se supiera que había tomado esa decisión «con profundo sentimiento» y que no se trataba de algo definitivo, pues añadió «en estos momentos». Desde el exterior, precisó que su partida no obedecía a unas vacaciones, sino a «un paréntesis». Lo que está claro es que nadie podrá evitar que Don Juan Carlos vuelva España cuando quiera -sin necesidad de que le cite un juez-, ya que la Constitución establece en su artículo 19 que los españoles «tienen derecho a entrar y salir libremente de España» y la pena de destierro se derogó hace ya muchos años.
 

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