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miércoles, 25 de agosto de 2021

AVISO AL GOBIERNO:FIN DEL VERANO.

 Aviso al Gobierno: fin del verano

Fuera de las polémicas ideológicas y del intervencionismo partidista y ético del Ejecutivo, no hay rastro de una acción política eficaz en los grandes problemas del país.

Al mes de agosto le queda una semana y esto significa que las familias españolas van a volver a su realidad cotidiana. Se acabará entonces el placebo de las fotografías del presidente Sánchez con niños afganos en la base aérea de Torrejón de Ardoz o rodeado de tierra quemada en Ávila. Terminará la tregua del verano y empezará de nuevo -o seguirá- el día a día de los españoles con sus facturas de la luz disparadas, lo mismo que las del gas y las de la gasolina. Fuera de las energías, suben bienes esenciales de consumo como el aceite, las frutas, los huevos y tan habituales como las bebidas azucaradas, todos por encima del IPC y algunos incluso por las nubes. La inflación sigue su vuelo y el fin de la temporada turística se reflejará en la tasa de desempleo y de cotizantes a la Seguridad Social. No es catastrofismo sino descripción de la realidad sobre la que patina el Gobierno, resignado a su propia incapacidad para frenar el deterioro de las economías de las familias y de los autónomos. Más allá de algún chiste prescindible, como el de la ministra Teresa Ribera sobre Putin y el suministro de gas a Europa, del Ejecutivo no se ha oído en estas últimas semanas una declaración política seria o una iniciativa audaz para frenar la escalada de precios. El único debate -si así se le puede llamar- que se ha suscitado en el seno del Ejecutivo ha sido promovido por Unidas Podemos con su previsible e inútil propuesta de crear una empresa eléctrica pública. No parece que el ascenso de la ministra de Economía, Nadia Calviño, a la vicepresidencia primera haya tenido efecto positivo en el discurso y la acción del gabinete. Al revés, su ausencia acentúa la imagen de fracaso en la dirección de la economía nacional y que todo se apuesta, con confianza ciega, a la taumaturgia de los fondos europeos, recibidos con tanta ansiedad que parecen el salvavidas de un rescate de España por Bruselas en toda regla.

Fuera de las polémicas ideológicas y del intervencionismo partidista y ético del Gobierno en las instituciones públicas y en la sociedad, no hay rastro de una acción política eficaz en los grandes problemas del país. Sánchez vive al día y no ofrece un proyecto para el resto de legislatura en el que se puedan reconocer iniciativas y medidas para hacer frente a la crisis. España navega sin rumbo como país, a expensas de las decisiones que el presidente toma para ganar días a su mandato. El enfrentamiento entre los partidos de la coalición -PSOE y Unidas Podemos- sobre cuestiones esenciales de la política económica puede verse como un baile de disfraces para aparentar unas diferencias que vienen bien a ambos, pero también puede ser visto como la irresponsabilidad de un Gobierno sin criterio para tomar decisiones efectivas en beneficio de las economías domésticas, tan frágiles ahora que se agudizan los efectos de la pandemia.

Los socialistas deberían acordarse de mayo de 2010, cuando Bruselas y los mercados internacionales forzaron a Zapatero a desmantelar su política de gasto, deuda y déficit como umbrales de una recuperación que privó al PSOE de La Moncloa y a España le exigió sacrificios cuyos efectos aún se sienten. Llegar tarde a las crisis económicas en España cuesta mucho más que en otros países y si al Gobierno tanto le preocupan los más desfavorecidos, debe tener en cuenta que la escalada de precios se ceba con ellos precisamente y que cada año hay menos clase media para soportar sacrificios en las nóminas para subir la recaudación de impuestos.

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