Sánchez evita una crisis profunda y refuerza con Iceta el ala socialista de la coalición
Impulsa al PSC de cara a las elecciones del 14 de febrero devolviendo a su partido hermano la cartera de Política Territorial.
No hubo sorpresas y Pedro Sánchez acometió ayer un «ajuste mínimo» dentro del Gobierno tras la marcha de Salvador Illa. El ya exministro de Sanidad dejó la cartera el día que España registró el récord de fallecidos desde la primera ola con 591 muertos en las últimas 24 horas. Y lo hace para ser candidato del PSC porque él, dijo ayer, siempre estará «donde sea más útil».
Como se esperaba, Carolina Darias sustituirá a Salvador Illa al frente de Sanidad, garantizando con ello una gestión continuista. Mientras que su puesto en el Gobierno lo pasará a ocupar el primer secretario del PSC, Miquel Iceta. Es su entrada en el Gobierno el hecho político más relevante. Aunque se trata de un cambio quirúrgico, en el que el actual líder del PSC sustituye al número dos de esa misma formación y quien será su sustituto futuro, la clave política anticipa un aumento del peso político del ala socialista. Aunque parezca un sencillo cambio de cromos, en el que el de Sanidad pierde peso político y el de Política Territorial lo gana, el movimiento tendrá más consecuencias de fondo conforme se vaya desarrollando el día a día del Gobierno.
Y eso también genera un desequilibrio en la coalición respecto a Unidas Podemos. Porque Iceta ocupará un ministerio sin la carga que tenía Illa, lo que le permitirá estar liberado para funciones de política general. Un dirigente que por su experiencia, fuerza interna y confianza con Sánchez pasará a estar encuadrado en el nivel alto del Gobierno. Ese escalafón en el que están Carmen Calvo, José Luis Ábalos y fuera del Gobierno Adriana Lastra. Ellos son los principales lugartenientes del presidente del Gobierno. Por peso político Miquel Iceta se sitúa inmediatamente detrás de ellos. Con Iceta en el Gobierno los socialistas ganan otro rostro y portavoz mediático experimentado para abordar todo tipo de asuntos. Porque hasta ahora Darias carecía de ese reconocimiento mientras que Illa, que sí lo podía tener, estaba encorsetado en sus responsabilidades en Sanidad.
El factor Iceta
En términos de cuota de poder el PSC no aumenta su cuota de poder, la mantiene. Pero probablemente sí que la optimizará mejor, y la podrá proyectar desde ese ministerio al discurso territorial que más le interesa. En su primer Gobierno Pedro Sánchez ya situó en ese mismo puesto a Meritxell Batet. Por lo que otorgar esa cartera al PSC no es una novedad.
Pero sí es importante el hecho de hacerlo en vísperas de las elecciones autonómicas del 14 de febrero. Aunque Iceta e Illa son estrechos colaboradores y han sido los arquitectos de la línea política del PSC en los últimos seis años, entre ellos hay algunos matices importantes.
Por ejemplo en la cuestión de los indultos Iceta ya dejó claro hace tres años que es un firme partidario. A ese respecto Salvador Illa es mucho más cauteloso. Aunque fue bajo el liderazgo de Iceta cuando el PSC abandonó su defensa del referéndum pactado en Cataluña, es en principio una figura más condescendiente con la retórica nacionalista. Illa, en cambio, fue el rostro del PSC que en 2017 participó en las manifestaciones de Sociedad Civil Catalana en pleno auge del golpe independentista. Unas movilizaciones que generaban incomodidad en el PSC porque los situaban en el escenario junto a Ciudadanos y PP. En aquella primera histórica marcha el PSC dio a sus militantes libertad para asistir. Fue Illa y no Iceta quien asistió.
El cambio de estilo entre ambos es abismal. El día y la noche. Si de Illa se ha destacado su sobriedad, a Iceta le caracteriza todo lo contrario. El líder del PSC ha hecho gala en muchas ocasiones de una incontinencia verbal importante. Que le ha provocado sonoros patinazos. Hasta el punto de que en Ferraz tenían muy interiorizada la idea de que, pese a la alta consideración política en la que tenían a Iceta, no era un buen cartel electoral. Iceta se ha pronunciado sin filtros sobre los indultos, el pacto fiscal, la plurinacionalidad y otras cuestiones que forman parte de su recetario de soluciones para Cataluña.
Sánchez se reserva
Pese a todo lo que Iceta representa, es cierto que el presidente del Gobierno ha resuelto esta situación con un movimiento limitado. Pedro Sánchez evita así acometer cambios más profundos en el Gobierno pese a las disfunciones existentes. Con Unidas Podemos se han evidenciado de forma especialmente agresiva desde el mes de diciembre. Lo que ha alimentado el enfado de los ministros económicos socialistas. Pero no solo. Una buena parte del actual Gobierno lleva con Sánchez desde junio de 2018. Con dos años de desgaste a sus espaldas y no habría sido extraño que el presidente hubiese aprovechado la coyuntura para hacer más cambios.
Sin embargo, la decisión de Sánchez es coherente con el diagnóstico político del Gobierno, que sitúa el primer semestre del año todavía en un contexto excepcional. Solo a partir de verano cuenta el Gobierno con tener bajo control la situación sanitaria. Además se habrán celebrado ya las elecciones catalanas y habrá pasado el proceso de negociación para formar un nuevo Govern. Y en función de lo que allí suceda el viento de la legislatura puede soplar en una dirección o en otra. Por tanto, el momento para abordar una crisis de Gobierno que se intente proyectar como un impulso político llegará superada la excepcionalidad. Pasado el verano. En octubre el PSOE celebra un Congreso Federal que puede servir para reajustar piezas que entren y salgan dentro de los equipos de Sánchez en el partido y en el Gobierno. Además, su capacidad de hacer cambios en el Gobierno es limitada. Porque aunque es su competencia personalísima, las áreas que ocupa Unidas Podemos están pactadas y sus ministros fueron elegidos por Pablo Iglesias. Mientras el presidente entienda que le conviene políticamente mantener la coalición, su margen de actuación se reduce.
En las últimas semanas el ministro de Seguridad Social aparecía como el eslabón débil, tras las tensiones por la reforma de las pensiones. Con Unidas Podemos alentando su salida del Gobierno. Las posiciones de Reyes Maroto, ministra de Industria, o la rivalidad de Margarita Robles (Defensa) con Fernando Grande-Marlaska (Interior) son situaciones que en los mentideros del Gobierno suelen aparecer cuando se habla de cambios en el Gobierno. Casi siempre ligados a su traslado a otros puestos o candidaturas electorales. Pero eso tendrá que esperar. El ciclo electoral que se abre con las elecciones andaluzas a finales de 2022 y al que siguen elecciones autonómicas y municipales en la primavera de 2023 es otro momento clave para hacer movimientos.
Continuidad en la pandemia
La marcha de Illa deja a Carolina Darias al frente de la gestión de la pandemia, después de varios meses acompañando al ministro Illa en las reuniones del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud. Sánchez pensó en su momento en Illa para que desde esa posición siguiese haciendo política en clave catalana. La pandemia arrasó esas expectativas, pero Illa siempre ha seguido teniendo un pie puesto en la situación política catalana.
Darias, en cambio, no tendrá esa doble condición. Es una mujer de partido, no una tecnócrata, pero sin la relevancia orgánica de los pesos pesados del Ejecutivo. Su nombramiento significa de facto rebajar el peso político de la gestión de la pandemia. Y buscar un perfil más acorde al diagnóstico del Gobierno: descargar la gestión en las regiones como receta y hacer cumplir los pronósticos del plan de vacunación. Sánchez preserva con ella el enfoque político de la toma de decisiones en lugar de haber optado por un profesional del mundo sanitario.
ESTE ES EL GOBIERNO DE LA MEDIOCRIDAD Y SIGUE
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