NO SON MUEBLES DEL TRASTERO
En la mayoría de países del Primer Mundo, desde hace unos años, les dio por repudiar la edad, aparcar a los viejos y colocar imberbes al frente de gobiernos.
Hace unos cuantos años, algunos apelábamos por rejuvenecer la vida pública, llevados por ese número de desempleados entre nuestros jóvenes, veíamos estamentos oficiales repletos de vividores, allí permanecían hasta incluso bien pasados los ochenta y muchos años en Tribunales de Cuentas (cuentas que siempre hicieron pesimamente dejando al país empobrecerse hasta límites inasumibles, jamás previnieron crisis y recesiones, eso sí cobrar lo hacían cada mes y bien), Comisiones de Mercado de Valores, organismos de asesorías y consejerías de todo tipo en cada comunidad, consejos consultivos... todo un conglomerado de estancias y garitos para ir colocándose los políticos sin pasar por las urnas. Luego algunos (muchos) usaron su influencia para colarse por esas puertas giratorias en empresas y eléctricas con una interconexión estatal importante (todo rozando la duda del comportamiento anterior y posterior), pero hay que reconocer públicamente que nos equivocamos: entre los viejos con personalidad y los jóvenes a la deriva, me quedo con los primeros.
Por eso me alegró ver en la toma de posesión de Joe Biden tanta gente mayor. Es cierto, alguno se dormía de pie, pero prefiero eso a nuestros politiquillos que nos llevan a todos directos a la ruina.
La edad se decía que es un grado, que sabe más el diablo por viejo que por diablo, pero no soy de esos, creo que ahora los jóvenes maduran tarde, mal y nunca, los hemos estropeado, les dimos demasiadas facilidades, educación sin disciplina, sin esfuerzo... y así salieron de blanditos. Por eso me rechina tanto que a los 40 o cerca de 50 años los veamos tan inmaduros e incapaces.
Por ello abogo por volver a colocar la edad donde se merece, pero a la vez estoy dispuesto a pensar que esos jóvenes reflexionarán y les reto a que repasen la historia, ya que, en su día, “si alguien no hubiera confiado en personas que no pasaban de los 44 años, Jefferson no habría podido escribir la Declaración de Independencia, ni Washington mandar el ejército, ni Madison redactar la Constitución..., ni siquiera Colón hubiera podido descubrir América” (J. F. Kennedy).
“Con veinte años todos tienen el rostro que Dios les ha dado; con cuarenta el rostro que les ha dado la vida y con sesenta el que se merecen” (A. Schweitzer).
A los jóvenes hay que darles iniciativa y responsabilidad, pero si ellos rechazan que a su lado estén personas con cierto bagaje en la vida estarán perdidos en un mundo que, además de testosterona, emprendimiento y osadía, necesita a su lado de la experiencia, la personalidad y la templanza que da la edad.
Resulta que hablan de igualdad, de paridad entre hombres y mujeres, pero se olvidan de esta otra paridad (muy necesaria, por cierto) sin pudor: juventud y madurez. Pero, claro, eso no es discriminación, solo tienen un discurso cursi manipulados por cuatro feministas de tres al cuarto que no han pegado un palo al agua en su vida. Sobre la edad pasa lo mismo, están en contra del maltrato, pero cuando ese maltrato lo hacemos todos (ellas incluidas) sobre sus abuelas, esas no cuentan. Esas no son mujeres. Pues sí lo son, y ustedes las abandonan a su suerte, las maltratamos entre todos, a las abuelas y a los abuelos, los dejamos solos sin salud, sin medios y desorientados por una sociedad podrida en todo su ser. ¡Irene, esas son mujeres!
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