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jueves, 21 de enero de 2021

EL ATEÍSMO MANIFIESTO.

 EL ATEÍSMO MANIFIESTO.

Asistimos a una sana emulación entre comunidades autónomas por demostrar quién lo está haciendo mejor en preservar a la población de los estragos de la pandemia. Con la llegada de la vacuna, hemos visto al Principado cabriolando en cabeza con uno de los porcentajes más altos de distribución y aplicación en menos tiempo. Lo malo es que apenas habíamos tenido tiempo de adormecernos en los laureles cuando empezó a pespuntear la actualidad el rumor de que la Casa Sacerdotal de Oviedo había quedado al margen de la campaña.

En la Casa Sacerdotal viven unos cincuenta sacerdotes jubilados, de un promedio de edad muy elevado dado que los párrocos procuran mantenerse en activo hasta el límite de sus fuerzas. Llamamos geriátricos a las residencias que alojan y dispensan cuidados específicos a las personas de edad avanzada. Al margen de consideraciones burocráticas, si la Casa Sacerdotal no es un geriátrico, sería el caso de decir que venga Dios y lo vea. Cómo se explica, entonces, que se haya visto preterida en la primera fase de vacunación. Si los residentes de la Casa Sacerdotal fuesen negros, emigrantes o miembros de una etnia en riesgo de exclusión, se habría montado una escandalera de muchos decibelios. Como solo son curas, se le pone al asunto una discreta sordina.

Al parecer, hay garantías de que la Casa Sacerdotal será tenida en cuenta en la segunda fase (para ella, la primera) que está a punto de iniciarse. ¿Nunca es tarde si la dicha es buena? Los sacerdotes jubilados serán vacunados, en el mejor de los casos, con tres semanas de retraso, y estremece pensar los estragos que pudiera provocar la pandemia en ese lapso en una comunidad tan vulnerable. Puede que Asturias haya dejado de ser católica, pero de una gobernación mayormente socialista cabría esperar al menos una gestión mínimamente social: la Constitución prescribe la igualdad, "sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión u opinión". Produce más tristeza que indignación el que, a estas alturas y en estas circunstancias, haya que recordar cosas tan básicas.

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