Trump, Iglesias, Junqueras, Puigdemont
Tenemos que luchar contra la polarización y el populismo y recuperar los principios y valores constitucionales,
a propiedad conmutativa que, como los artículos del catecismo nos enseñaban con la fórmula escueta «el orden de los factores no altera el producto», se cumple de la misma manera en política cuando se trata de polarización y populismo. Trump es, teleológica y desgraciadamente, como Iglesias, Junqueras y Puigdemont, y viceversa.
Basta recordar acciones idénticas en España, como las de «Rodea el Congreso» de Iglesias o, como culminación de la serie del «procés», el golpe de Estado de Junqueras-Puigdemont. Y no han sido —ni son— las únicas en nuestro país. Aquí, no llegaron a asaltar el palacio de la Carrera de San Jerónimo por la actuación de las fuerzas de orden público, ni consiguieron acabar, por ahora, con la democracia en España y la unidad de España por la advertencia del Rey a los poderes del Estado. Veremos qué sucede a partir de ahora con el mal ejemplo que Trump y sus partidarios remataron ayer.
Lo que ha venido haciendo el aún 45 presidente de los Estados Unidos desde las elecciones de noviembre resultaba inconcebible para quienes admiramos aquel país por su significado fundamental en el establecimiento de la libertad, la democracia y el derecho como base insustituible de la forma de gobierno de los pueblos y en el intento —cada vez más menguante— de mantenerlas.
Lo que hizo ayer hace que se le caiga el alma al suelo a cualquier constitucionalista, ciudadano e individuo no enfermo de sectarismo ideológico, o identitarismo o secesionismo étnicos. Tenemos que luchar contra la polarización y el populismo. Recuperar los principios y valores del Estado constitucional entre los grandes actores políticos de la nación en España y de las democracias en general. China y sus aliados, en forma de Estados o grupos sociales, se están frotando las manos.
SON CORTADOS POR EL MISMO PATRÓN.
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