El PIB no admite demagogia
El negacionismo, en este caso de carácter económico, está en la raíz del descuadre entre las previsiones del Ejecutivo y la estadística del PIB, que el propio Gobierno ya trató de descalificar
Más que previsible, la diferencia entre el crecimiento del PIB registrado por el Instituto Nacional de Estadística en 2021 y las colosales previsiones del Gobierno no solo se debe a la dinámica de una pandemia imprevisible y cuyas sucesivas olas han contribuido a frenar el crecimiento, dentro y fuera de España, sino al empecinamiento del Ejecutivo que preside Pedro Sánchez en exhibir ante la opinión un cuadro macroeconómico de carácter triunfalista y alejado de la realidad, como también sucede en el resto de los ámbitos afectados por su gestión política, marcada por la irresponsabilidad, maquillada con elevadas dosis de propaganda y, finalmente, lesiva para ciudadanos y contribuyentes. Los planteamientos esdrújulos del Gobierno le permiten hacer «cosas chulísimas» (Yolanda Díaz) o anunciar, como hizo ayer el ministro de Seguridad Social, un «crecimiento altísimo» para este año.
Habrá que esperar. El ejercicio anterior se saldó con una cura de humildad cuya traducción financiera ronda los 50.000 millones de euros. Tras la recesión de 2020, año que se cerró con una caída del 10,8 por ciento del PIB, esta variable invierte su rumbo y traza un crecimiento del 5 por ciento, la mayor de este siglo, pero muy por debajo -un punto y medio- de la inverosímil previsión del Gobierno. No es casual que el mismo Ejecutivo que traicionó las promesas políticas que hizo a su electorado durante la última campaña se abone a la farsa en el terreno económico y aplace de un año a otro y sin solución de continuidad la ‘recuperación justa’ que anuncian los carteles publicitarios de La Moncloa. Mentir sobre el separatismo -de traer a Puigdemont a indultar a sus cómplices- o sobre la alianza con el comunismo de Unidas Podemos no es muy distinto a cuadrar unas cuentas públicas a partir de la autocomplacencia y la indiferencia, cuando no el falseamiento, de las señales sobre las que desde hace meses alertaban los organismos internacionales y los reguladores internos.
España no solo fue el país que más redujo su actividad económica durante el primer año de la pandemia, sino el que recupera a un ritmo más lento el terreno perdido como consecuencia de la parálisis provocada por el Covid. Con Sánchez al frente de la emergencia sanitaria, España fue el país que peor gestionó la pandemia y, lo que es más grave, el que peor ha encauzado la recuperación en el conjunto de las economías desarrolladas. Las cifras del PIB de Francia y Alemania, también publicadas ayer, confirman esta tesis. El negacionismo, en este caso de carácter económico, está en la raíz del descuadre entre las previsiones del Ejecutivo y las estadísticas del INE, que el propio Gobierno y en una huida hacia adelante trató de descalificar el pasado verano como medida real del bienestar y de la riqueza. La consecuencia directa de este frenazo, anunciado desde hace meses desde los más diversos foros y negado de formado premeditada y negligente por el equipo económico de La Moncloa, es la imposibilidad real de ejecutar y rentabilizar unos presupuestos diseñados en función de una ficción. Negar la realidad y ocultar las necesidades reales de España, como viene sucediendo desde hace meses con el proceso inflacionista, calificado de transitorio y pasajero por el Ejecutivo, pese al consenso internacional sobre su prolongación durante meses, quizá tenga a corto plazo ventajas para un Gobierno abonado al triunfalismo, la trampa y la opacidad, pero su coste para la sociedad española se puede ya empezar a medir con las cifras que maneja y proyecta el INE, aunque el sanchismo les reste valor y rigor.
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