La rave ilegal de Nochevieja burló a los Mossos gracias a su sigilosa preparación
Aunque muchos viajaron días antes a Cataluña para la macrofiesta, la ubicación exacta solo se les desveló a última hora.
En las redes sociales había quienes se mofaban de los Mossos d’Esquadra y comparaban la situación con los días previos al 1-O, en los que la Policía Nacional y la Guardia Civil habían sido incapaces de localizar las urnas del referéndum ilegal. Lo cierto es que la Policía catalana no se enteró de que los últimos días del año en una nave industrial de Llinars del Vallès (Barcelona) se ultimaba la maquinaria para una desmadrada rave de Nochevieja, que pretendía alargarse sin tregua durante cuatro días con sus cuatro noches. Y después de ser avisados, por fin, de lo que allí sucedía, los Mossos optaron por retrasar su intervención, con fuertes críticas de propios y extraños.
Los organizadores - capitaneados por un joven de Tarragona de 22 años y una chica holandesa de 29- se cuidaron de no anunciar el evento hasta pocas horas antes, según reconoció el mayor de los Mossos, Josep Lluís Trapero. La Policía catalana no tuvo conocimiento de lo en aquella antigua fábrica de ladrillos de Llinars se estaba preparando hasta que sobre las 21 horas del mismo 31 de diciembre fueron alertados por los vecinos. Pero ya era demasiado tarde.
Una discreta organización
La infraestructura de sonido, de primer nivel, y que podría ser la envidia de muchas discotecas, ya estaba montada. Y en la nave cientos de jóvenes, y no tan jóvenes, muchos extranjeros desplazados expresamente para la «rave» barcelonesa, ya se movían con los ritmos electrónicos. Habían viajado días antes a Cataluña, la mayoría en caravanas, en las que también dormían, y esperaron a que los organizadores desvelasen en las redes el lugar exacto de la «rave» para no levantar sospechas. Muchos se conocían de fiestas similares en otras partes de Europa. Y eso facilitó, sin duda, la ágil y sigilosa organización, que pudo esquivó el control policial.
Ya con la «rave» en plena ebullición, los Mossos descartaron desalojarla a las primeras de cambio. Primero, por que consideraron que era mejor esperar a que los asistentes salieran por su propio pie. Y luego, sugirieron que aquella noche del 31 no tenían -ni tampoco al día siguiente- efectivos suficientes para desmontarla con garantías de que no se fueran a producir incidentes. Así que no fue hasta el sábado 2 de enero, cuarenta horas después, que los Mossos silenciaron esos atronadores bafles.
El operativo acabó con la detención de los dos organizadores -que quedaron libres pero en condición de investigados por resistencia a la autoridad-, con cinco investigados más, y otros 215 asistentes también identificados. No todos los participantes fueron cazados: muchos se escaparon campo a través, y otros recogieron sus bártulos y arrancaron las caravanas sin mayores obstáculos.
La tardanza de los Mossos en actuar fue criticada por vecinos, sanitarios, empresarios del ocio nocturno y partidos, no solo de la oposición. Hubo un sonoro choque entre la Consejería de Interior -en manos de los posconvergentes- y la de Salud -ERC-. Interior pedía a Salud un protocolo sanitario para actuar por el Covid, pero la Consejería republicana apremiaba a desalojar rápido y sancionar a los asistentes. Los organizadores se exponen a multas de hasta 600.000 euros -además de las responsabilidad penales-, y de 3.000 euros el resto de asistentes. Pero fuentes policiales admiten que habrá dificultades para que los «raveros» extranjeros paguen sus multas. Se llevaron la música -electrónica- a otra parte, y las ruedas de sus caravanas dejaron atrás una marcada huella de impunidad.
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