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viernes, 18 de septiembre de 2020

ME RESISTO A SER ROBOT.

 SEGUIRÉ GRITANDO HUMANIDAD.

No estoy en contra de la automatización, de suyo amo la buena. Me resulta increíble lo que nos está pasando. Esta pandemia dejará a muchos sin empleo ni móvil, sin enlace a internet, y casi sin teléfono. Con tanta automatización de servicios online como hay, o lo haces desde el móvil u ordenador, o no hay forma de que el servicio llegue a ti (salvo el de Cáritas). Al final no hay servicio, pues te remiten a una página web que no te admite o a un teléfono robotizado que no te atiende. Todo está en la nube y la sociedad en las nubes.

Quemamos combustibles fósiles hasta desajustar el ciclo del carbono. Con la automatización de servicios pasará igual: suicidamos la confianza, disminuye el crédito, y el crecimiento económico inmortal decae y muere: no podemos seguir quemando carbono ni gente.

El otro día fui al kiosco a comprar el periódico, algo que pretendo hacer mientras pueda, o mientras mantengan la edición en papel y resistan los accionistas la tentación de forzar un solo periódico (digital) confeccionado por inteligencias artificiales que redactarían las noticias recopilando lo que detectan en la red. Pues bien, mientras iba al kiosco, eché una mirada al banco al otro lado de la calle para ver si había cola para el cajero (compro primero el periódico para ojearlo mientras espero) y había una gran cola, pero me pareció ver al cajero sin nadie. Comprado el periódico, crucé a la esquina del banco, pregunté, y me lo confirmaron: nadie estaba para el cajero, todos estaban con cita previa para entrevista. Nos dirán que es el problema sanitario que impide exceso de personal, pero en el banco solo había una persona atendiendo a otra, y el local valdría para atender a más. Todos ahorran en personal, y quieren que ustedes pongan su dinero en la nube con sus datos en el móvil y se queden en las nubes.

En el sector servicios, el servicio debe ser (a ser posible) de persona conocida a persona conocida (como lo fue no hace tantos años), y realizarse en oficina y despacho con toda la tecnología a disposición del empleado y, por qué no, si viene al caso, de forma telemática. Hemos ahorrado tanto en personal (en el servicio público y en el privado) que vamos a una situación donde no hará falta que el cambio climático con sus pandemias nos destruya. Pues, destruida la confianza en el futuro de las personas jóvenes (que no procrean), no quedará nadie para pedir créditos con que pagar a vendedores, y, como con el aumento de actividades virtuales altamente robotizadas se habrán destruido empleos de personas que se atrevieron a pedir un crédito, estas no lo devolverán y fallará la economía totalmente: de hecatombe en hecatombe sin que nadie se responsabilice ni rectifique el sistema.

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