Una de las ventajas de la tecnología actual es la facilidad y rapidez con que podemos comunicarnos con otras personas. Escribir un mensaje de texto o un e-mail tiene ciertas ventajas. Podemos releerlo para asegurarnos de que no hemos hecho una interpretación “ligeramente” sesgada de lo que nos transmite nuestro interlocutor. Algo que con frecuencia ocurre durante una conversación cara a cara, porque no hay que olvidar que, según los expertos en comunicación, prestamos más atención a las opiniones que coinciden con las nuestras y que, además, solemos interpretar los mensajes de los otros como mejor nos conviene, o como mejor cuadra con nuestros esquemas mentales.
Pero no hay que olvidar tampoco que alrededor del 65% de lo que comunicamos a otras personas lo hacemos sin palabras, a través del lenguaje corporal. No en vano solemos decir que una imagen vale más que mil palabras. Esto significa que si lo que decimos no está avalado por lo que nuestro cuerpo expresa, tiene poca credibilidad para los demás. Es ese “mal rollo” o “malas vibraciones” que nos produce alguien sin que sepamos explicar por qué.
Hasta ahora los mensajes de textos estaban exentos de esas pistas que procesamos de forma inconsciente y hacen que salte nuestra alarma. Pero ahora un estudio de la Universidad Brigham Young (BYU) concluye que las personas que tardan en responder a un mail están “bajo sospecha”. Un dato inquietante que la mayoría de nosotros ya habíamos sospechado, valga la redundancia, en alguna ocasión por nuestra experiencia personal. Y es que contar una “verdad incómoda”, en ocasiones acaba convirtiéndose en una elaborada “mentira políticamente correcta” que nos lleva más tiempo elaborar. Y no sólo eso...
Las pistas
Al parecer, cuando la gente miente en los mensajes digitales – ya sean mensajes de texto, en las redes sociales o mensajería instantánea – no sólo se toman más tiempo para responder, sino que también revisan más lo que han escrito y las respuestas son más cortas de lo habitual. ¿Le suena? Y es que, "las conversaciones digitales son un terreno fértil para el engaño porque la gente puede ocultar fácilmente su identidad y sus mensajes aparecen a menudo creíbles," recuerda Tom Meservy, profesor de BYU de Sistemas de Información.
Según los autores, cuando intentamos detectar una mentira en un mensaje escrito tenemos tanta probabilidad de acertar como cuando lanzamos una moneda al aire. Sólo acertamos un 54% por ciento de las veces, es decir, que es una cuestión de azar (50%).
Es mucho más difícil porque en un mensaje digital no se puede oír la voz o ver la expresión del interlocutor, dos aspectos claves que ayudan. Y no es que nos crezca la nariz como a Pinocho cuando mentimos, pero nuestro rostro nos delata cuando fingimos una emoción que no sentimos o cuando intentamos ocultarla. Algo que solemos captar intuitivamente, porque durante la evolución nos hemos especializado en ello para sobrevivir.
Para llegar a esta conclusión se basaron en el estudio que se publica en ACM Transactions on Management Information System. Más de 100 estudiantes de dos grandes universidades de Estados Unidos mantuvieron conversaciones con el equipo de la BYU, que les pidió que respondieran a 30 preguntas cada uno y que mintieran en la mitad de ellas. Los investigadores encontraron que a los estudiantes les llevó un 10 por ciento más de tiempo responder cuando mentían y que corrigieron más veces los mensajes. "Estamos empezando a identificar las señales que no son fácilmente rastreadas por los seres humanos", señala Meservy.
¿Detectores de mentiras digitales?
Para que se proponen utilizarlo no es difícil de adivinar: Crear sistemas basados en el chat para realizar el seguimiento en tiempo real del engaño. Una especie de detectores de mentiras digitales. Pero tampoco es cuestión de poner bajo sospecha a todos nuestros interlocutores que se retrasen en responder, advierten los autores: “No deberíamos asumir automáticamente que alguien está mintiendo si se toma más tiempo para responder, pero el estudio proporciona algunos patrones generales”. Un consejo muy sensato desde el punto de vista de la psicología que no ve con buenos ojos este tipo de generalizaciones, que como mínimo nos ponen a la defensiva. De ahí que los psicólogos aconsejen que parte de nuestras conversaciones, a pesar de la comodidad de los mensajes digitales, tengan lugar cara a cara.
En cualquier caso, advierten los investigadores de BYE, las mentiras digitales podrían tener los días contados. De momento, se plantean dar un paso más en su investigación incorporando el programa Kinect de Microsoft, que permite reconocer la voz y los gestos de quienes escriben los mensajes, para ver cómo se relaciona con los pequeños engaños. “Estamos sólo al principio. Necesitamos reunir muchos más datos”, señalan.
Pero no se preocupe demasiado. Podrá seguir escribiendo alguna pequeña mentirijilla. Hay que estar muy entrenado para reconocer las falsedades de un interlocutor incluso cara a cara. La mayoría no pasamos de esa ligera sospecha acerca de lo que nos dicen que se traduce en “malas vibraciones”. Y como los autores resaltan. Es aún más difícil detectarlas en un mensaje de texto.
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