Como tanta gente de su generación, Ana García Novoa tuvo una "vida anterior": trabajo envidiable en una agencia de servicios interactivos, sueldo de 42.000 euros anuales, jornadas de 12 horas diarias a un ritmo frenético... "Trabajábamos de manera enloquecida, parecíamos pollos sin cabeza. Pero en el fondo me sentía como si estuviera en un teatro, interpretando un papel que no me acababa de creer".
Le ofrecieron "un puestazo". Y ante sorpresa de todos dijo que "no". Sus familiares y amigos no acababan de entender cómo pudo dejar "una carrera de éxito". Su relación personal saltó también por los aires. Al principio sintió un vacío insondable, pero con el tiempo le sacó jugo a los lunes al sol. Y con el dinero ahorrado de la indemnización (y con un préstamo familiar) se compró un pisito de 29 metros cuadrados.
Ahí sigue a los 41 años, pedaleando contra viento y marea en su impagable refugio urbano de la Barceloneta, la plataforma desde la que saltó a su "vida actual", más sencilla y frugal, más feliz y tranquila.
Entre una y otra vida sucedió la crisis. Y la senda seguida por Ana (la "simplicidad voluntaria" de Henry David Thoreau) ha terminado siendo el camino obligado para tantos otros, que han tenido que bajarse del tren de alta velocidad en plena marcha ("simplicidad involuntaria" lo llaman).
"Esta crisis puede ser en el fondo una oportunidad para aprender a vivir de otra manera", explica Ana García Novoa, que ha plasmado su propia experiencia en un libro que es mucho más que un simple manual para los tiempos que corren: "Vivir mejor con menos". Desde el mismo prólogo ("un día sin sonreír es un día perdido"), el libro se convierte en el afable y persistente compañero que nos rompe los esquemas con proclamas como ésta: ahorra o nunca, trabaja menos y rinde más, compartido sabe mejor, la revolución de los pequeños gestos...
Al fin y al cabo, Ana estudió Filosofía en una tercera vida, anterior a su "vida anterior". De ahí su empeño en aderezar los "trucos para simplificar tu vida y aumentar su bienestar" con lecciones al estilo "Menos trastos, como Diógenes".
Aunque bien pensado, su inclinación por la vida sencilla viene de más atrás, de su propia familia. El libro se lo dedica precisamente "a los abuelos, que nos enseñaron el valor de la austeridad y que fueron capaces de disfrutar muchísimo de la vida con lo poco que tenían".
"La palabra austeridad se ha convertido ahora en el demonio", reconoce Ana. "En su nombre se han puesto en marcha unas medidas económicas bestiales que se están aplicando en países en crisis como el nuestro y que están sirviendo para emprobrecernos y quitarnos los derechos sociales fundamentales. Esta austeridad negativa es la que procura que unas castas escogidas gocen de privilegios mientras la mayoría vive en condiciones cada vez más precarias".
Ana denuncia el "uso perverso" de la austeridad para cerrar hospitales, privatizar la sanidad pública, excluir a los inmigrantes, suprimir las becas o expulsar a los profesores. Pero la autora de "Vivir mejor con menos" reivindica al mismo tiempo una "austeridad positiva" que pasa por "eliminar los gastos superfluos, intercambiar servicios, compartir recursos y reciclar y reusar todo lo posible".
En "Ahorra o nunca", la parte más estrictamente económica del libro, Ana propone volver a la libreta de toda la vida, o a la página de Excel en el ordenador, o a la aplicación Account Tracker (su móvil es de segunda mano y tiene cuatro años) para hacer un seguimiento minucioso de los gastos e ingresos.
Ana nos invita a pensar más allá del dinero, a abonarnos a un banco de tiempo o a descubrir las redes de trueque como Freecycle ("ahora mismo doy clases de español a cambio de sesiones de reflexoterapia"). También nos incita a conectar con nuestros vecinos y con el barrio, a crear redes de apoyo donde todo el mundo contribuye con lo que puede y recibe cuando menos lo espera: "Yo misma regalo ropa, comida, libros, pequeños electrodomésticos, cosas que me regalan y que no necesito".
Escribiendo y traduciendo (así es como sale adelante en su "vida actual") es sin embargo muy fácil caer hoy en día en la "precariedad", y ahí le duele… "La precariedad se estila mucho en el sector en el que me muevo, y yo procuro luchar contra ella. Vivo de una manera más consecuente con mis valores, y eso me sienta mejor. No echo de menos el sueldazo que ganaba hace unos años. Vivo por mucho menos, pero por supuesto lucho por garantizarme unos mínimos innegociables, y vivo bien. No me hipotequé en su día y lo que me hace sentirme bien no cuesta dinero. O en todo caso no mucho. Y esa senda es irreversible".
En 'Menos drama', otro capítulo de su libro, Ana arremete contra el quejido colectivo que se ha instalado en España con la crisis, y ahí nos duele a todos... "Vivimos en un tono de queja generalizado, como una letanía que se escucha en todas las partes, y eso resulta ya un poco pesado. Somos una sociedad conformista, y la acción de verdad no la hemos visto hasta que hemos llegado a situaciones límite como las familias afectadas por los desahucios. La actitud de quejarse y no hacer nada nos deja en un dique seco".
Dejamos el principio para el final, o viceversa. A veces, lo más difícil está en el tránsito de la "vida anterior" a la "vida actual". Sabemos que hay que cambiar de estilo de vida y en eso estamos, haciendo los ajustes prácticos y mentales. ¿Pero por dónde empezar?
"Empieza regalando todas esas cosas que tienes en casa, que nunca usas y que tal vez alguien pueda necesitar. Luego, a la hora de comprar, hazte siempre las dos preguntas: ¿Realmente lo necesito? ¿Hay otra opción más sencilla o barata? Y finalmente haz una lista de todo lo que te hace feliz. Verás como en lo más alto están las cosas que no tienen que ver con el dinero. Enfócate en ellas".
COMENTARIO: Está bien a para quien o no tiene obligaciones sociales ni familiares
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