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jueves, 22 de marzo de 2012

LA OPACIDAD DE LA SANIDAD ESPAÑOLA

Museo Oceanográfico de Mónaco(foto J.A.Miyares)

¿NOS ENCONTRAMOS INSEGUROS ANTE LOS ESPECIALISTAS?.
¿Le gustaría saber qué porcentaje de éxitos tiene el cirujano que le va a operar? ¿O prefiere no saberlo? Si se encuentra en el segundo de los casos, el Sistema Nacional de Salud (SNS) español le garantiza la ignorancia más absoluta sobre este y otros aspectos que tengan relación con una dolencia que necesite de intervención quirúrgica. Saber si el médico que le va a operar es una figura internacional o es simplemente un profesional competente tiene una importancia muy relativa para el paciente, pero actuar con ese nivel de transparencia es muy posible que sirva para evitar que sobreviva en el sistema el cirujano incompetente.

En la ciudad de Nueva York es posible conocer las estadísticas de cada cirujano, y en otras partes del mundo, algunas no tan lejanas como Reino Unido, se puede saber cuál es el departamento u hospital con mejores resultados entre los que se encuentran más próximos al domicilio del ciudadano: además de los datos médicos fundamentales, le informan de si el restaurante del centro es aceptable. ¿Sería posible saberlo en España? Los expertos responden afirmativamente, pero la sanidad española practica el oscurantismo desde hace años. Casi nada de cuanto sucede dentro del sistema llega al conocimiento del ciudadano. Por ejemplo, en algunas zonas de España la mutilación en pacientes con diabetes es más del doble que en otras, pero eso solo lo saben los profesionales, al igual que hay áreas de salud en donde las operaciones de amígdalas se multiplican por cinco respecto de la media.

En España, las comunidades autónomas se han convertido en celosas guardianes de los datos que afectan a la salud de sus ciudadanos. Esta práctica tiene una lógica perversa: en un sector tan delicado como el sanitario, que además está totalmente descentralizado, es demasiado arriesgado someterse a la comparación, no vaya a ser que los españoles piensen que son mejor tratados en una región que en otra, o que su vida corre más riesgo en unos hospitales que en otros.

La política sanitaria, a lo largo de las últimas décadas, se ha limitado a informar del incremento en el número de camas o la inauguración de nuevos hospitales o centros de salud que cada Gobierno ha emprendido. Las comparaciones se han limitado a estas cifras, bajo la suposición de que el sistema garantizaba una buena calidad, era universal y además equitativo. El sistema llegó a ser sutilmente opaco: las comunidades autónomas han funcionado con criterios estadísticos diferentes y con sistemas informáticos igualmente incompatibles, hecho que impedía radicalmente comparar a pacientes con la misma dolencia, uno hospitalizado en Murcia y otro en Madrid, por poner un ejemplo.



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