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domingo, 4 de marzo de 2012

CONSECUENCIAS TRISTES DE LA GRAN CRISIS


La Manga-Murcia-España(foto J.A.Miyares)

VIVIR DE LA BASURA DE LOS CONTENEDORES
• Crece el número de familias que recogen las sobras de los supermercados
• 'Prefiero que me vean haciendo esto, que robar', dice Carmen
Cada vez son más los que al cierre de los supermercados se ven arrastrados por necesidad a obtener algún alimento. Si bien la escena no es nueva, empieza a ser cotidiana desde el comienzo de la crisis, principalmente en las grandes ciudades de Castilla y León. La paradoja reside en que a la vez que algunos buscan comida en los contenedores cada español malgasta una media anual de 163 kilos por persona (7,7 millones de toneladas en total).

Es imposible no ver de vez en cuando a gente, y no siempre indigentes, que levantan la tapa del contenedor y revuelven dentro con el único fin de llevarse algo a la boca. En muchos casos, familias en las que hasta hace no mucho todos sus componentes trabajaban y el desempleo y el fin de prestaciones les obliga a ello. "Prefiero que me vean haciendo esto, que robar", dice Carmen mientras recoge alimentos en la calle Monasterio de Santa María de Monserrat de Valladolid. Reside en Girón y recibe 400 euros de ayuda en una familia en la que casi todos son desempleados de la construcción. Con ello da de comer a tres hijos y marido. Reconoce que cada 15 días la parroquia les da una bolsa de alimentos, pero es insuficiente y ello le empuja a acudir a aquel lugar.

Además de la comida, el gasto lo debe repartir también en pañales, ropa y calzado para su nieta de dos años, que vive con ella, dado que su hija es discapacitada y no se vale por sí misma. "Menos mal que la casa en la que vivimos es de mi suegro, porque si tuviéramos cargas hipotecarias estaríamos en la calle. No pagamos más que la luz y la bombona", resopla.

La comida se comparte
"Nunca hay discusiones, siempre se raciona bien", explica Carmen
Carmen acude a ese punto de la ciudad casi a diario. Lo hace a la misma hora desde hace dos o tres años. Una de las razones por las que no ha entrado en conflicto social es porque comparte estos alimentos con más gente. Allí también suelen acercarse familias de inmigrantes con una furgoneta, principalmente búlgaros y rumanos, "pero nunca hay discusiones, siempre se raciona bien". La relación con las trabajadoras del supermercado es agradable. Tanto que no arrojan al contenedor la comida si hay gente, sino que la dejan al lado para su selección. Cuando se acercan preguntan: "¿Qué tal Carmen?", y ella responde con un lacónico "bueno…", agradeciendo de nuevo su aportación. En ese momento pasan unas vecinas que las conocen. Mantienen una conversación en confianza, al mismo tiempo que Carmen y Puri buscan entre las bolsas los alimentos y los organizan en su carro.

Estas mujeres hablan muy bien de ellas: "Son muy limpias, porque lo que dejan lo tiran al contenedor. Hace años que las conocemos", comentan. Incluso, una de ellas admite que si hay endibias en las cajas y el resto no las quiere, se las lleva por su buen estado.

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