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viernes, 25 de marzo de 2022

LA TORMENTA ECONÓMICA PERFECTA.

 La tormenta económica perfecta

La guerra de Ucrania está suponiendo un añadido sobre nuestra débil economía. A España le esperan menos crecimiento del PIB, más inflación, incluso de dos dígitos, y más paro

Si no lo está ya, el Gobierno, y con él toda España, se acerca a la tormenta económica perfecta, que es precisamente lo que suele pasar factura con más dureza a cualquier gobernante en las urnas. España es prácticamente el único país de la Unión Europea que salió de la fase más aguda de la pandemia sin haber recuperado los niveles de crecimiento y estabilidad previos a la enfermedad, pero ahora se han sumado una inflación por encima del 7 por ciento que amenaza con llegar a dos dígitos en apenas dos o tres meses, y la invasión de Ucrania, lo que está generando un aumento exponencial de muchos costes de producción, de las materias primas y del precio de la energía.

Y en medio del drama económico, Pedro Sánchez, a quien ya está acuciando una inesperada conflictividad social -inesperada, por aquello de que la calle siempre era controlada por la izquierda-, y que cree además que la pauta de recuperación de nuestra economía pasaba por aumentar ilimitadamente el endeudamiento, ya por encima del 120 por ciento del PIB, y por una idílica recepción de miles de millones de los fondos europeos.

Ahora Ucrania lo ha cambiado todo. La inflación se agrava y se extenderá como mínimo durante todo 2022, porque de coyuntural no tiene nada. Más aún, muchos expertos sostienen que nos dirigimos a una estanflación y a un bloqueo de nuestra economía y del consumo hasta niveles similares a los de la crisis del petróleo de 1973. También la creación de empleo está en riesgo de estancarse mientras el crecimiento es menor del calculado por el propio Gobierno. Y los precios energéticos están contaminando todas las actividades económicas, haciendo crecer rápidamente el malestar social.

Sánchez parece estar en un punto de bloqueo mental porque la guerra está trastocando todos sus planes, y cualquier cálculo anterior para culminar la legislatura regando de dinero europeo a toda la actividad económica ha quedado en papel mojado. Difícilmente Sánchez podrá llegar a 2023 sin inflación, sin un nivel histórico de endeudamiento, y con la amenaza de que en cualquier momento pueda producirse un endurecimiento de la política monetaria por parte del BCE, ya que en algún momento los estímulos tendrán que ser sustituidos por ese control germánico que muchos países hacen del déficit y de la estabilidad financiera. Y cuando llegue ese momento, España, sin un colchón económico suficiente, o al menos sin el colchón que sí tienen otros países de nuestro entorno, comprobará que sigue siendo el último de la fila. Su sueño de un país sin pandemia, en crecimiento, sin inflación, y con Podemos autodestruido por sus propias excentricidades, se empieza a difuminar porque lo que ocurre en Ucrania tiene visos de someter a Europa a una nueva recesión que caerá en cascada sobre una España doblemente debilitada.

No todos los expertos son tan pesimistas y negativos, y siguen observando en los fondos europeos una tabla de salvación. Sin embargo, la obsesiva reafirmación del Gobierno en no bajar impuestos es un error. Es lógico que Moncloa quiera recaudar todo lo posible -y ahora mismo recauda 4.000 millones extra- por la sencilla razón de que necesita cuadrar unos presupuestos que Sánchez diseñó a conciencia de modo expansivo y engañoso. Pero todos los países vecinos, esos a los que la inflación golpea con menos dureza, han reducido la carga fiscal de los ciudadanos. España vuelve a ser diferente porque creemos que la respiración asistida que nos aplica el BCE va a durar para siempre. Pero no es así. Y si Sánchez no aterriza en la realidad y rectifica ya, el daño económico será irreversible para años.

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