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jueves, 31 de marzo de 2022

SÁNCHEZ YA NO ES CREIBLE

 Sánchez ya no es creíble

El Ejecutivo pretende utilizar la magnitud de esta recesión para evitarse una oposición dura -la que merece- y reforzarse en el peor momento de la legislatura

El presidente del Gobierno volvió a demostrar ayer durante su tardía comparecencia parlamentaria que es dudoso que realmente quiera un acuerdo ‘patriótico’ con la oposición para salvar la excepcionalidad social, política y económica de España. Recurrir a la excepcionalidad como mecanismo de autodefensa frente al desprestigio es un recurso que apunta a cierta desesperación, pero también a cinismo. Ya demostró durante la pandemia cómo se maneja ante la excepcionalidad, cómo impuso estados de alarma ilegales, y cómo trató de utilizar una tragedia en beneficio propio sin contar con la oposición para nada. Todo su empeño fue rentabilizar un drama cerrando de facto el Parlamento, legislando sistemáticamente por decreto, y con un criterio autoritario. Y además siempre lo hizo con sus socios habituales, y solo ahora, cuando la legislatura ha pasado su ecuador y el separatismo empieza a desmarcarse de él, busca refugio en la oposición por «responsabilidad de país».

En aquel momento, Sánchez demostró que cuando le vienen mal dadas y falla en la gestión, deriva responsabilidades para sacudirse de encima los errores porque le perjudican. Ahora pretende hacer lo mismo en un ejercicio de autorrescate.

Sánchez recurre a la situación excepcional de una crisis que ha llevado la inflación al 9,8 por ciento, inédita desde hace más de cuarenta años y realmente grave. Pero solo busca amparo, eso sí, sin dar bazas a la oposición. Quiere sumisión y entrega incondicional a su causa ideológica sin ceder. Su negativa a bajar impuestos, bien maquillada por la propaganda oficial, es notoria, y por tanto cualquier llamamiento a la oposición para que le ayude a salvar la papeleta no deja de ser una trampa política. Un presidente que quiere la colaboración del PP o de Cs, incluso de Vox, en favor de una pretendida unanimidad frente a la crisis, no dice una cosa en la Conferencia de Presidentes, y hace otra distinta en el Consejo de Ministros. Desde el engaño no puede exigir lealtad de país y generosidad. Un presidente que reclama apoyo parlamentario no ningunea al Parlamento para hacer anuncios de brocha gorda ante empresarios del Ibex. Y un presidente que realmente cree que es el momento de un acuerdo de Estado para rescatar nuestra economía no convoca un pleno en el Congreso para mezclar informaciones insuficientes y confusas sobre el Sahara, o para protagonizar monólogos irrelevantes sobre el Consejo Europeo. Un presidente que se tome en serio la crisis escucha propuestas y no piensa solo en cómo dinamizar su aparato de propaganda y demagogia. ¿Por qué cede ante ERC, el PNV o Bildu, y no ante el PP o Vox? Un presidente que quiere el apoyo de la oposición se comporta de otra manera, y todo lo anterior demuestra que Sánchez no es sincero, sino que pretende utilizar la magnitud de esta recesión para evitarse una oposición dura -la que merece- y reforzarse en el peor momento de la legislatura. Solo por eso trata de ocultar su debilidad en la «sucesión encadenada de acontecimientos extraordinarios», culpando a Putin y olvidando que la de Ucrania no es la primera guerra europea tras la II Guerra Mundial. Dejar en el olvido las masacres en la antigua Yugoslavia demuestra cómo también flaquea su memoria histórica. No es ABC quien se opone a los acuerdos de Estado. Al contrario, son beneficiosos, siempre que no oculten una estrategia para anular a la oposición con un chantaje emocional. El problema de Sánchez es que dejó de ser creíble hace tiempo, y que ni siquiera ahora, en un pozo económico, se plantea realmente rectificar los errores cometidos.

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