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martes, 29 de marzo de 2022

PUTIN OFRECE PAZ POR LIBERTAD

 Putin ofrece paz por libertad

El repliegue táctico de Rusia se hace acompañar de una oferta que no dista mucho del proyecto de tutela efectiva y el vasallaje político que el Kremlin quiere imponer a Ucrania

Con el presidente turco como anfitrión y mediador de la nueva ronda negociadora entre las delegaciones de Ucrania y la Federación Rusa, el encuentro celebrado este martes en Estambul ha servido para que Moscú enseñara una nueva mano de cartas, y no solo ante los representantes de Kiev, sino ante la diplomacia internacional, de la que España vuelve a quedarse al margen. El repliegue táctico de las tropas de Vladímir Putin, en parte motivado por el desgaste sufrido desde que comenzó la invasión, se hace acompañar, mientras siguen los bombardeos y la matanza de civiles, de una oferta que no dista mucho del proyecto de tutela efectiva y el vasallaje político que desde la pasada década el Kremlin quiere imponer a Ucrania para que ingrese en la órbita de sus nuevos satélites territoriales.

Permitir que el Gobierno de Kiev se integre en la Unión Europea, un proceso que de formalizarse llevaría largos años de negociaciones y reformas, es la moneda de cambio de Moscú para mantener al margen de la OTAN a su presa. Eso situaría a Ucrania, según sus planes, en el limbo desmilitarizado de una aparente neutralidad -trasnochada y engañosa en una era en la que incluso Suiza y Finlandia toman partido en el escenario exterior- que para Putin no significa otra cosa que sumisión y dependencia.

Estados Unidos, Francia, Turquía, Alemania, Canadá, Polonia e Israel aparecen como garantes internacionales de un acuerdo que les permitiría salir en defensa de Kiev ante cualquier agresión rusa. El antecedente del protocolo de Minsk -suscrito en 2015 por un Cuarteto de Normandía en el que ya figuraban Francia y Alemania y convertido en papel mojado por el Kremlin- debería servir de advertencia sobre la credibilidad de Moscú, su particular sentido de las relaciones internaciones y su capacidad destructiva. Ya manifiesto, el miedo de Occidente a enfrentarse a Rusia en una guerra convencional hace dudar de la consistencia y la viabilidad de una atípica alianza militar que en el mejor de los casos quedaría reducida a operación de socorro y rescate. Vladímir Putin es consciente del temor de la OTAN a una guerra, ya probable, que podría derivar en un conflicto atómico, tanto como los aliados conocen los planes anexionistas de Moscú, cuya política de hechos consumados pasa por una moratoria para ‘negociar’ el futuro de Crimea y el este de Ucrania, tierra quemada y colonizada por Rusia. Moscú pide tiempo. A cambio de nada.

El trampantojo de la paz, tantas veces utilizado como engaño y tapadera de la aniquilación de la libertad, quizá resulte tentador para un mundo cansado y arruinado tras más de dos años de pandemia, parálisis comercial y, en último extremo, guerra y sanciones económicas. El pragmatismo de Occidente ya condujo en 2014 a la cesión de la península de Crimea a costa de una Ucrania a la que Moscú ofrece ahora una salida negociada para el Donbass. En definitiva, una fusión por absorción a cámara lenta con la que saciar de forma temporal la ambición de Putin, cuyo próximo paso sería extender su frontera occidental, siempre elástica, hacia una Unión Europa cuya desestabilización política y fragmentación institucional siguen figurando entre sus prioridades estratégicas. De momento, el mayor fracaso del Kremlin no ha sido su incierto repliegue militar en Ucrania, sino su choque con el frente común de una Europa que ha salido fortalecida por su determinación ante el totalitarismo ruso. Ceder, como ya sucedió en el pasado, es el mejor atajo para alcanzar una paz reconfortante, pero pasajera, mientras Moscú negocia con los débiles. Los quiere sin fuerza.

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