El 15M abarrota la Puerta del Sol en Madrid en el primer aniversario del movimiento
Cultura y 15M: una relación tormentosa.
Es un debate espinoso. Sobre todo porque cuesta definir qué es realmente "el sector cultural". Lo que parece claro es que la mayoría de la industria y muchos nombres respetados han mirado la explosión del 15-M con recelo o abierta hostilidad (se recuerdan declaraciones de rechazo de Enrique Vila-Matas, Félix de Azúa o Quim Monzó, entre otros). La única protesta organizada desde el sector, la toma del Reina Sofía el pasado mayo, no fue especialmente seguida ni relevante. Por tanto, muchas preguntas siguen en el aire: ¿vive la cultura demasiado cerca del poder?¿Deben manifestarse los trabajadores culturales por su cuenta o simplemente unirse a las protestas generales? ¿Es más cultura una novela de prestigio que la programación de un centro social ocupado? Para aclarar posturas, hablamos con algunas voces especialmente atentas a las relaciones entre cultura, política y sociedad (válganos la redundancia). Esto nos cuentan:
Desde el estallido del 15M, se abrió un pequeño debate sobre la escasa empatía con la que fue recibido en ambientes culturales. ¿A qué atribuyen esta tibieza?
Nacho Vegas, músico: Muchos "creadores" desconfían por principio de cualquier movimiento colectivo por considerarlo borreguil, como si seguir el dictado hiperindividualista impuesto por el neoliberalismo no fuera dejarse llevar por la corriente de manera acrítica. Por otro lado, muchas de las opiniones hostiles hacían hincapié en el carácter poco propositivo del 15M, demostrando no enterarse de nada y pasando por alto la importancia de denunciar y visibilizar un montón de problemas sistémicos, que fue lo que hizo el movimiento en primera instancia. Además el 15M también interviene por medio de los colectivos cercanos como la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca), muy activa con el drama de los desahucios.
Aniversario del 15M en Barcelona (EFE)
Belén Gopegui, escritora: El 15M, aunque agrupe movimientos y personas de distintas generaciones, tiene su impulso en una generación más joven que la de la mayoría de los productores culturales establecidos. Algunos y algunas se han negado a escuchar estas protestas por comodidad, inercia, o porque es difícil aprender a ver el mundo de nuevo (tiene que ver con lo que el crítico cultural Raymond Williams llamaba "estructuras de sentimiento"). En algunas ocasiones, al 15M también puede costarle recoger cuánto hay de válido en las luchas de las generaciones que le han precedido. Si bien, y aun siendo complicado describir los rasgos de un movimiento en marcha, sí diría que uno de ellos es la atención, una actitud proclive a la escucha.
Guillermo Zapata, guionista: Para mí se vivió una situación paradójica. La propuesta de una "marea de la cultura" claramente no consiguió apelar a "la cultura" en general, sino a una constelación de pequeños proyectos culturales, freelancismos, pequeñas editoriales, músicos o colectivos artísticos. Quién vino estaba más preocupado por la llamada "cultura libre" y por las propias condiciones de vida que por la "cultura". De hecho, hubo bastante tiempo dedicado a criticar la cultura como concepto, como espacio, etcétera. Yo tuve una doble sensación, por un lado una dificultad para salir de cierta endogamia de la cultura libre, que apela a veces más a una identidad que a una práctica. Y también una dificultad para pensar la cultura como sector.
Carolina del Olmo, directora de cultura del Círculo de Bellas Artes: Creo que la desconexión tiene que ver con lo que algunos críticos han llamado ‘Cultura de la Transición’. Cuando siempre has pensado que vas a contracorriente, que eres un representante de la cultura crítica, cuando estás instalado en un lugar en el que pensabas que estabas siendo incómodo y, de pronto, te encuentras con un movimiento que molesta al poder, del que no sabías nada, te pilla totalmente por sorpresa. Descubres que no conoces a nadie en el 15M y que han puesto sobre la mesa unas reivindicaciones que no se te había ocurrido reivindicar. Es comprensible la reacción de desconfianza. En esa situación, las únicas salidas que quedan son abrir los ojos a las nuevas demandas (lo que te sitúa en una posición muy poco complaciente contigo mismo y te obliga a reconsiderar tu condición de “integrado”) o desestimarlas con el sinfín de argumentos que cualquier intelectual puede traer a colación cuando tiene interés en buscarle tres pies al gato.
En estos dos años y medio, la única acción visible surgida del sector de la cultura fue la ocupación del museo Reina Sofía, que reunió pocas personas, no despertó interés de los medios y tampoco parece que vaya a tener continuidad. ¿Cómo valoran esto?
Nacho Vegas: A mí me cuesta sumarme a actos que se centran específicamente en el tema de la cultura porque tengo la sensación de que estoy hablando "de lo mío", y eso me incomoda. Parte de las políticas culturales que está adoptando el gobierno podrían revertirse fácilmente; sin embargo no va a ser nada fácil reconstruir todos los servicios públicos que se están cargando. Me gustaría que los creadores reflejaran en sus obras o en sus actitudes todo lo que está pasando, pero a la hora de sumarse a las movilizaciones creo que debieran hacerlo como el resto de ciudadanos afectados y no como si pertenecieran a un sector especialmente castigado.
Concentración del 15M en la Puerta del Sol (EFE)
Jaron Rowan, investigador cultural: La ocupación del Reina Sofía fue testimonial, en cambio el manifiesto de cultura del 15M en Barcelona constituye un documento muy interesante. En Barcelona la cultura de base llevaba más tiempo organizándose, su respuesta ha sido más cohesionada. En Madrid existen partes del llamado sector cultural que están muy imbricados y participan de las asambleas de barrio o incluso ciertos espacios culturales las han albergado (la Tabacalera o Matadero por ejemplo). En Málaga la Casa Invisible ha sido un lugar de encuentro muy importante para el 15M y movimientos posteriores. Hablo solamente de lo que conozco, seguro que hay más ejemplos. Muchos agentes culturales han estado implicados en todos los movimientos desde su inicio.
Belén Gopegui: La cultura, me parece, no debiera ser una sección en un periódico, sino que debería estar imbricada en cada una de las otras secciones. Por el mismo motivo, no creo que deba ser una sección en un movimiento, sino una expresión del mismo y así estar en todas partes y en ninguna. Si quienes trabajamos en la cultura protestamos, creo que debemos hacerlo como trabajadores y trabajadoras en general, por el ataque frontal del capital al trabajo. Por otro lado, la cultura ha jugado a ser autónoma e inútil y ahora se encuentra con la horma de su zapato: si es autónoma e inútil tiene mucho más sentido defender un hospital que un museo. Quienes no la consideramos autónoma ni demasiado inútil, vincularemos su existencia a aquello que expresa, narra, a los lugares donde interviene y al hospital, por cierto, antes que al libro, el disco o el museo.
Desde los medios masivos se trasmite la impresión de que los trabajadores del sector de la cultura son mayoritariamente de izquierdas y proclives a sumarse a cualquier protesta. ¿Están de acuerdo con esta imagen?
Guillermo Zapata: Creo que es una falsa caracterización. Se equipara "personas famosas vinculadas a la cultura" (sobre todo actores y actrices) con un sector profesional amplísimo dónde la mayoría de los trabajadores y trabajadoras son invisibles y, por tanto, no se sabe bien lo que opinan. Después es una lectura del ser de izquierdas con intereses partidistas. Sirve para atacar al PSOE y para poco más. La propia palabra "izquierdas" está muy degradada: como no exige mucho todo el mundo es de izquierdas.
Rogelio López Cuenca, artista plástico: La generalidad de "el sector" suscribiría con comodidad aquella boutade de Gil de Biedma: "Soy de izquierdas, pero no ejerzo". Ese oxímoron explica su silencio atronador, salvo cuando le tocan el bolsillo. O siempre que la causa con la que expresar pública solidaridad no corra del riesgo de acarrear consecuencias indeseadas en el mismo. Esto es tan de izquierdas como un rastrillo benéfico navideño.
Jaron Rowan: Hay un rama de la cultura que ha participando activamente en la construcción de un imaginario “modernizador” del estado español. Se ha invertido en grandes infraestructuras culturales (museos, teatros, auditorios, etc.) que en estos momentos viven en una suerte de limbo funcional. Ciertos medios han estado muy cerca y propiciado estas “burbujas culturales”, introduciendo el discurso de las industrias creativas, el emprendizaje o las capitales culturales. Por suerte, esa burbuja también estalló. El 15M ha criticado este proceso de forma implícita, poniendo en cuestión la Transición y la cultura política que se ha impuesto. En este sentido, es comprensible la actitud reaccionaria que caracteriza a muchos de estos medios que se constituyeron durante y como parte principal de este proceso.
Carolina del Olmo: Quizá tantos años de bonanza sin establecer lazos, sin conseguir crear tejido real, están pasando ahora factura…
Belén Gopegui: La alta cultura casi siempre ha bendecido al poderoso o decorado su sensibilidad, mientras en los extremos olvidados, controvertidos o fuera del canon, se iba hilando una tradición de rebelión y lucha. De todos modos y salvando las enormes distancias, recordemos el libro de Paul Lidsky Los escritores contra la Comuna: "Deberían haber condenado a galeras a toda la Comuna y obligar a esos imbéciles sangrientos a desescombrar las ruinas de París, con la cadena al cuello, como simples forzados. Pero eso hubiera herido a la humanidad. Somos compasivos con los perros rabiosos, y no lo somos con aquellos a quienes han mordido", escribió Flaubert a George Sand en octubre de 1871. No fue una excepción.
La campaña por la rebaja del IVA cultural sí que ha tenido un apoyo masivo entre los trabajadores y estrellas de la cultura. ¿Creen que al sector le cuesta ir más allá de protestas gremiales?
Carolina del Olmo: Sería un poco injusto decir que sólo se mueven por lo suyo. La movilización del mundo de la cultura cuando la invasión de Iraq fue bastante importante. Y ha habido otros casos por el estilo. ¿Por qué el IVA sí y otros asuntos culturales no reciben apoyo? Pienso en el canon por préstamo en bibliotecas o los recortes en las ciencias o ciertas luchas contra la privatización del conocimiento y la cultura. No tengo clara la respuesta: a veces me da la impresión de que actúan a remolque de las posturas de la oposición parlamentaria al gobierno.
El 15M sale a la calle en Madrid (EFE)
Nacho Vegas: Es cierto que las movilizaciones en contra de la guerra de Iraq cogieron bastante impulso con el apoyo del sector cultural. Recuerdo haber asistido a varios conciertos multitudinarios y haber participado en uno de ellos. Fue un acto bonito en el que se sentía que la causa estaba por encima de las afinidades políticas de los participantes. Fíjate que yo toqué antes de Víctor Manuel... Las protestas sobre temas específicos del sector, como el IVA del 21% a la cultura o la ley sobre la propiedad intelectual, no deberían ser incompatibles con una implicación mayor. Pienso en el funcionariado, por ejemplo, un sector tradicionalmente muy conservador y que sin embargo se unió a algunas de las últimas movilizaciones. Recuerdo una masiva en Gijón en la que aparecieron y la gente los miraba con recelo, diciendo "estos solo protestan ahora que les tocan lo suyo", pero yo prefiero verlo de otra manera. Un gran logro del 15M ha sido el de la toma de conciencia de mucha gente, el de conseguir que muchos se dieran cuenta de que sus problemas no eran puramente personales o relativos a su gremio, sino que era algo mucho más amplio que requería de una lucha colectiva para lograr la intervención política.
Guillermo Zapata: Creo que una de las claves de las mareas es que entienden que la defensa de lo público ya no es solo cosa de los profesionales, sino que requiere de las comunidades. Las preguntas que se abre son: ¿cuál es la comunidad de la cultura en España? ¿Puede haber comunidad si llevamos años tratando a la gente o bien como clientes o bien como ladrones?
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