Avispas asiáticas, polillas gigantes, mosquitos tigre, mejillones cebra. Los nombres asustan. Sus efectos preocupan. Las pérdidas que generan: 12.000 millones de euros al año, según la Agencia Europea del Medio Ambiente. Son las especies invasoras, criaturas foráneas que se establecen en nuestro país con ánimo de quedarse, extenderse y establecer su dominio, eliminando a especies autóctonas más débiles.
Ante todo, conviene distinguir entre especie exótica invasora y plaga. Un matiz en el que hace hincapié la doctora Ángeles Vázquez, entomóloga del Departamento de Zoología y Antropología Física de la Universidad Complutense de Madrid. Así, especie exótica invasora es aquella «introducida por las actividades humanas en zonas geográficas nuevas donde prolifera y se difunde, en detrimento de los intereses humanos y los sistemas naturales». En cambio, una especie se califica de plaga «cuando se encuentra en una proporción o densidad que puede llegar a dañar o constituir una amenaza para el hombre o su bienestar». La plaga, ahí radica la diferencia, puede ser autóctona. Otro matiz: existen especies exóticas no invasoras.
Buena prueba de la amenaza que representan las especies invasoras es el Real Decreto 630/2013, de 2 de agosto, por el que se regula el catálogo español de especies exóticas invasoras. El Tribunal Supremo había suspendido, en parte, la aplicación de la anterior normativa de manera cautelar. Sólo Portugal y Holanda cuentan con una regulación de este tipo en la Unión Europea.
La directora general de Calidad y Evaluación Ambiental y Medio Natural, Guillermina Yanguas, explica a «ABC» que la nueva norma, «sin rebajar el nivel de protección de la biodiversidad, racionaliza los mecanismos de control y lucha contra las especies invasoras e impulsa también la coordinación entre las administraciones».
El nuevo catálogo incluye 53 especies nuevas hasta alcanzar un total de 186. Especies que, en palabras de Yanguas, «constituyen una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad en el mundo. La introducción de algunas de ellas puede ocasionar graves perjuicios a la economía, la producción agrícola, ganadera y forestal, incluso a la salud pública».
El caso de la avispa asiática
Cuando nos referimos a especies invasoras hablamos, por ejemplo, de la «vespa velutina» o avispa asiática, a pesar de que no figura en la «lista negra». Procedente de China, el norte de la India e Indonesia, irrumpió en Francia en 2004; para 2007 había invadido el sur del país galo, avanzando a razón de 100 kilómetros al año. De ahí, al norte de España, penetrando en el País Vasco y Cataluña. A principios de este 2013, expertos cifraban en una década el tiempo que tardaría esta avispa en colonizar la península.
En el caso de Cataluña, se han asentado con fuerza en la provincia de Gerona. En concreto, Alto Ampurdán, Valle de Arán y Vall d'en Bas. El plan de lucha podría titularse «A la caza del nido». Es el método más eficaz: a última hora de la tarde o por la noche (para garantizar que las avispas se encuentren en el interior) se tapona el orificio de salida y se inyecta un insecticida. Por último, se quema o congela el nido.
Tan crudo como necesario. La «vespa velutina» no constituye un peligro para el ser humano, pero sí para las abejas. «Esta avispa es depredadora de la abeja melífera, de sus larvas. La abeja melífera es la que existe en las colmenas, la que se utiliza para la producción de miel. La abeja salvaje ofrece menos calidad», explica Félix Campos, presidente de la Sociedad Cooperativa Apícola de España (ANAE). Campos admite que en el sector «hay preocupación pero no excesiva», porque ya se han tomado cartas en el asunto. Pero la producción de miel se puede resentir si el avance no se detiene.
Polillas gigantes y otros «bichos»
La «vespa velutina» no es la única avispa que le ha «cogido gusto» a nuestro país. El pasado mes de julio aparecía en Valencia la «vespa orientalis», con el transporte de fruta procedente de Asia como foco de acceso más probable.
Muchos más titulares acaparó la «polilla gigante» (no incluida en la lista de Medio Ambiente) que amenizó el verano madrileño. Su invasión, en realidad, tenía poco de novedosa y mucho de recurrente. Un estudio elaborado por Raimundo Outerelo y Purificación Gamarra, de la Universidad Complutense, consignaba invasiones masivas desde 1735, en París, y la irrupción cíclica en España.
Como explica la doctora Vázquez, «en determinados momentos, las condiciones medioambientales propician el crecimiento desmesurado de la población de una especie y somos más conscientes de su presencia». Y había motivos para ser conscientes: hasta 40 milímetros de envergadura medían los adultos. En realidad, se trataba de mariposas de hasta tres especies, aunque la más visible era la «Autographa Gamma». Su irrupción se debió a ese cóctel que menciona la experta: ciclos migratorios combinados con una primavera lluviosa.
Otro insecto célebre por su dañina presencia en territorio español, sí incluido en la lista de 186 especies, es el mosquito tigre. De nombre imponente, motivado por su aspecto, negro con rayas blancas, es un habitual de algunos puntos de la cuenca mediterránea desde el año 2004. «Se introdujo a través del comercio de neumáticos usados. Las larvas se encontraban en los charquitos de agua» que se acumulaban en las gomas, explica la doctora Vázquez. Su dolorosa picadura es también más persistente que la del mosquito común.
Avispas, polillas y mosquitos. Insectos todos ellos. Pero cuando se habla de especie invasora se incluye, sin ir más lejos, la flora, de la broza del Canadá a la ortiga acuática, así como algas, pero es muy difícil que un vegetal acapare titulares. El catálogo abarca un amplio abánico: invertebrados, crustáceos, peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos.
Mejillones, caracoles y mapaches
El ciudadano se ha habituado a convivir con informaciones sobre el mejillón cebra, que desde la cuenca del Ebro ha conseguido llegar al Llobregat. Prolífico e incomestible, originario de los mares Caspio y Negro, es responsable de pérdidas millonarias desde su aparición en 2001. Mucho antes, en 1973, el cangrejo americano escapó de un cultivo de acuicultura sevillano y se ha extendido hasta tal punto que se da por hecho que su erradicación es «virtualmente imposible». Un dominio similar al del caracol manzana en el delta del Ebro, donde supone una grave amenaza para el cultivo de arroz.
Son ejemplos de especies que ponen en jaque sectores tan sensibles como la agricultura y la pesca pero que no inquietan tanto a la opinión pública por ser menos visibles. Desaparecer, precisamente, es el riesgo al que está abocado el visón europeo, desplazado por el americano, más agresivo. El Real Decreto de agosto acota, por primera vez, la presencia de esta especie invasora: su distribución, explican desde el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, «queda limitada y controlada, de manera que no pueda tener presencia en aquellas zonas ocupadas por el visón europeo».
En el caso del mapache, no ha desplazado a ninguna especie, pero su presencia en Madrid preocupa por un motivo de salud: portan un parásito, la ascaris, que afecta al sistema nervioso humano.
Por si todo este aluvión de especies invasoras no fuera suficiente, sumémosles las plagas, especies autóctonas cuya población, en determinadas ocasiones, se descontrola y multiplica. Ocurrió con los topillos en Castilla y León en el bienio 2007-2008. Daños para la agricultura y transmisión de enfermedades como la tularemia. Un estudio en el que ha participado el CSIC ha establecido que estos roedores se «desmadran» cada cinco años por un cambio en los usos del suelo. En el caso de una gran ciudad, como Madrid, con sus más de 3 millones de habitantes, el control de criaturas como cucarachas, termitas, palomas y ratas resulta fundamental.
En ocasiones, es España la que «exporta»: este mismo año, la babosa nacional viajó al norte y apareció en Reino Unido, escondida en hojas de lechuga.
Globalización: arma de doble filo
La invasión de especies no autóctonas (o alóctonas) no es nueva pero ha aumentado exponencialmente en los últimos años, según la doctora Vázquez. ¿La razón? La globalización. «Sobre todo el comercio», puntualiza, los negocios de «exportación-importación, pero también el turismo. El primer mundo es el responsable».
Un turista puede volver de un país con larvas de mosquito sin saberlo. Pero también hay acciones interesadas. Organizaciones mafiosas que hacen de esto un negocio. Desde 1995 introducir o liberar sin autorización especies alóctonas perjudiciales para el equilibrio biológico figura como delito contra el medio ambiente en la Ley orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal.
El problema para Vázquez, sin embargo, «no es tanto la introducción ilegal intencionada como, por ejemplo, que los barcos tomen agua de lastre en una zona del mundo y la suelten al regresar; ahí va fauna, flora y microorganismos que pueden desplazar a las especies autóctonas. Ocurre a diario en miles de puertos», lamenta.
El peso de la ley y el trabajo de la Administración para luchar contra estas invasiones que dañan la biodiversidad, la economía y, en ocasiones, la salud. Para que ese trabajo sea más efectivo, el Ministerio ha creado el denominado Grupo de Trabajo de Especies Exóticas Invasoras. Como explica la directora general de Calidad y Evaluación Ambiental y Medio Natural, Guillermina Yanguas, su objetivo es «impulsar el intercambio de información, así como la evaluación y diagnóstico en las estrategias de control de las especies más problemáticas».
Problemas que la sociedad debe conocer sin, reclaman los expertos, generar alarma. Por más que siempre genere inquietud saberse rodeado de mosquitos tigre, avispas y hasta mapaches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario