TIENE FÁCIL SOLUCION SI SE QUIERE.
Quizás la palabra botellón sea la palabra mas escuchada estos días en todos los medios de comunicación del país. Y es que la juventud española hace años que viene practicando este tipo de actividad como la válvula de escape mas fácil para conseguir un buen colocón, perder los sentidos y olvidarse de la mierda de vida que les esta tocando vivir.
La llegada del covid no ha hecho mas que recordarnos un tema latente y preocupante entre nuestra juventud. Las fuerzas de orden público "luchan" estos días contra la celebración de los macrobotellones a lo largo y ancho de toda la geografía española, pues la concentración de miles de jóvenes, muchos de ellos adolescentes, bebiendo alcohol y sin respetar las mínimas normas de seguridad contra la covid es una bomba de relojería como transmisores del maldito bicho.
Y ante esta situación a uno se le ocurre preguntarse: ¿Qué ha pasado con la ley antibotellón? Pues, según parece, las bases de la norma estatal para acabar con el botellón, que se iniciaron en 2003, suman cinco intentos de otras tantas ejecutivas. El penúltimo de ellos, frenado por la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa, ha quedado aparcado en algún cajón del despacho de la exministra de Sanidad, la asturiana María Luisa Carcedo.
Según informaciones publicadas en su día, “las bases de la norma estatal para terminar con el botellón fueron aprobadas, tras el desfile de un centenar de expertos, por la comisión Congreso-Senado”.
Lo que parece claro es que la ley antibotellón no da, pero puede quitar muchos votos, un riesgo que ningún partido quiere asumir. Por exigencias y posibles sanciones económicas, la ley provoca el rechazo de padres, establecimientos de hostelería y empresas de bebidas alcohólicas.
El problema del alcohol en menores muestra datos muy preocupantes: “Casi 8.000 fueron atendidos en 2019 por comas etílicos”, según un estudio realizado por Sanidad. “Cada mes se emborrachan en España medio millón de jóvenes”. Es un asunto grave, “terriblemente dañino para la salud y el tejido social de nuestros menores”, coincidieron en señalar en su momento diputados de distintos partidos políticos que habían participado en el debate sobre la ley antibotellón. La norma en estudio pretende unificar las multas, con duras sanciones para compañías y locales incumplidores, y dar soporte legal a todos los ayuntamientos. En la actualidad, beber en la calle es ilegal solo en algunos de ellos, y las sanciones dependen de dónde estén.
Hoy ya nadie pone en duda que la práctica del botellón es un problema de Estado, pues afecta a la salud de nuestra juventud y también tiene efectos muy negativos en la seguridad de nuestra sociedad en general. El tema es que, hasta la fecha, ningún Gobierno, ni del PP ni del PSOE, se ha atrevido a ponerle el cascabel al gato para sacar adelante una ley que en estos momentos se hace más necesaria que nunca. Por desgracia, los partidos políticos solo defienden ostentar el poder, que consiguen mediante los votos de los ciudadanos; y está muy claro en este caso que la ley antibotellón les puede restar muchos sufragios en las urnas. ¿Cómo nos explicamos, si no, que desde 2003 -es decir, hace 18 años- estemos hablando de una ley que, pese a su gran trascendencia social, sigue durmiendo el sueño de los justos?
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