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domingo, 8 de agosto de 2021

JÓVENES SIN ESCUDO SOCIAL

 Jóvenes sin escudo social

La ‘reversión de derechos’ que marcó como dogma el Ejecutivo de Sánchez le impide actuar ahora con el rigor que exige la situación de más de un tercio de la juventud española

Previas a su descanso estival, las dos últimas comparecencias del presidente del Gobierno han coincidido, y no de forma casual, con la publicación de las estadísticas de la EPA y el SEPE, de carácter trimestral y mensual, respectivamente, y en ambos casos muy positivas para un mercado laboral que se recupera del impacto que dejan las restricciones de la pandemia, aún activas de forma parcial en sectores tan relevantes para la economía como el ocio y la hostelería. Como en el proceso de vacunación, la otra variable que, junto al previsible crecimiento del PIB y el empleo, utiliza Pedro Sánchez para exhibir sus logros ante la opinión pública, el triunfalismo y la ausencia de autocrítica resultan demoledores. Por primera vez, España superó a Grecia la pasada primavera en los índices comunitarios del paro juvenil, con un 37 por ciento, cifra que duplica con creces la media europea (17 por ciento) y que sitúa a nuestro país a la cabeza del ‘ranking’ de vulnerabilidad en un sector de la población que resulta clave para la planificación de cualquier futuro, ya sea económico o puramente social. Pregonar las virtudes del ‘escudo’ que, inspirado por Unidas Podemos, el Gobierno desplegó el año pasado sobre las víctimas laborales de la pandemia no pasa de ser en esta coyuntura una perversa maniobra de encubrimiento. El problema del paro juvenil, de carácter estructural en España, muy anterior a la irrupción del Covid e incluso a la llegada de Sánchez y sus socios a La Moncloa, no se resuelve con demagogia, sino con reformas.

Ha sido precisamente la campaña de descrédito lanzada desde primera hora por el Ejecutivo contra cualquier ajuste, identificado con una política de recortes de carácter ultraliberal y lesiva para los trabajadores, lo que ata de pies y manos al Gobierno a la hora de hacer examen de conciencia y plantear con responsabilidad una reforma que en su discurso populista siempre fue interpretada como una agresión a los más desfavorecidos. La ‘reversión de derechos’ que, concebida como un plan de descalificación de las reformas del equipo de Mariano Rajoy, se marcó como horizonte el Ejecutivo de Pedro Sánchez le impide actuar ahora con el rigor y la gravedad que exige la situación de más de un tercio de los jóvenes españoles. El clientelismo que a través de prestaciones y subsidios ofrece la izquierda como tabla de salvación para sus propias políticas económicas es una trampa que solo contribuye a multiplicar la miseria y que España no se puede ya permitir. La Unión Europea aprieta al Gobierno en este sentido, condicionando el desembolso de los fondos de recuperación al desarrollo de unas reformas que no aparecen por ningún lado y que, al contrario, han sido sustituidas por un discurso, ya insostenible, que no deja de apuntar a los ajustes del anterior Ejecutivo del PP como responsables de todos los males, presentes y futuros.

Si la reforma de nuestro modelo de pensiones, apenas maquillado por el departamento de José Luis Escrivá, sigue pendiente para evitar la quiebra de la economía nacional, la revisión del mercado laboral, la drástica y progresiva reducción del paro juvenil y el aumento de las cotizaciones en las franjas de edad que se incorporan al mundo del trabajo resultan igualmente urgentes. Sobra populismo asistencial, falta voluntad para renunciar a los dogmas contrarreformistas y, de la mano de la patronal y del sistema educativo, escuela del esfuerzo en la que hoy se aprende a pasar de curso sin sacrificio ni estigmas, urge abrir la economía a fórmulas liberalizadoras, ajenas al intervencionismo empobrecedor que de manera encubierta predica el Gobierno y vigila de cerca Bruselas.

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