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jueves, 23 de septiembre de 2021

LA PREMONICIÓN DE LOS TRUJILLO.

 La premonición de los Trujillo: «Los peces llevaban raros desde hace un mes»

Esta familia de pescadores asiste mano sobre mano al naufragio de su modo de vida, mientras la ceniza inunda el Puerto de Tazacorte

El camino al Puerto de Tazacorte parece, cada vez más, una extensión de las playas negras tan características de La Palma. El martes por la noche, la ceniza comenzó a cubrir las calles de este pintoresco pueblo de casas de colores. Y las embarcaciones que esperan, amarradas, a que el volcán deje de rugir. Desde Tazacorte hasta la Punta del Pozo, y dos millas mar adentro, está prohibido navegar. En los muelles reina el silencio, y ni la cofradía ni los restaurantes están abiertos.

Entre la zona pesquera y la deportiva están las casetas de pescadores, pero solo hay dos abiertas. En la primera, dos hombres, que han limpiado de ceniza su ‘parcela’, charlan mientras miran con resignación al infinito. Algo más de movimiento hay en el corrillo de los Trujillo, una familia que vive de la pesca artesanal. Lolo ha sabido transmitirle a sus tres hijos el amor por el mar que él heredó, a su vez, de su padre. Más de diez de sus primos son también pescadores. Pero ahora están todos mano sobre mano, esperando que el volcán no les obligue a olvidarse de las cañas y los anzuelos.

«No podemos salir, entre las cuotas y esto...», lamenta José Trujillo Pulido. La ceniza que se acumula en los barcos es, además, lija para los motores, por lo que solo pueden limpiarlos y esperar. «Es demasiado, no paramos de estornudar», apunta el que es además el segundo de a bordo de la Cofradía de Pescadores de Tazacorte. El Patrón Mayor ha perdido su casa y está centrado en su familia, cuenta. En esta organización están agrupadas unas treinta embarcaciones, con entre dos y cinco trabajadores. Y casi todas familia. Este puerto, presumen, mueve más pescado que el de Santa Cruz de la Palma. O más bien movía.

Cuando comenzó la emergencia llevaban ya casi un mes sin salir a pescar. Como si de una premonición se tratase, «algo le pasaba al pescado, no comía», dice. Se comportaban de una manera extraña. «Ahora además me tiene preocupado la nube que va a ocasionar el volcán, la bulla de la gente… No sabe uno qué hacer. Vamos a necesitar mucha ayuda, un empujoncito bueno para salir adelante», admite José, consciente de que las ventas locales se van a hundir.

El Teneguía desde el mar

No recuerdan un desastre similar. Y eso que Lolo Trujillo vio desde la mar la erupción del Teneguía. «No fue tanto, o al menos yo no lo viví así. Yo creo que este va más fuerte. Entonces no cogió tanta zona habitada», rememora. Él tendría entonces unos 15 años. Pero con 10, relata, ya se saltaba la escuela para ir con su padre a faenar. Ahora, se ha jubilado, a su pesar. «Me he peleado con el capitán, mi médico, porque me dijo que no podía pescar más. Así que tuve que vender mi barco y pasarme al recreo», señala.

Lolo enseñó a sus tres hijos la pesca artesanal de la que viven. Casi siempre cerca de la costa. Pescan camarones, vieja, pescado azul y, algo más lejos de la costa, atunes. Alguna vez, la potencia de estos les hunden medio barco. Pero con una caña flexible y una polea, al final ganan el pulso al animal. Otros compañeros, cuentan, pescan con jaulas. «Es una tradición que se va manteniendo de generación y generación», presumen. Ojalá no se consuma también con la lava.

LOS ANIMALES SE DAN CUENTA  MAS QUE EL HOMBRE.

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