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martes, 10 de agosto de 2021

UNA SOCIEDAD NUEVA INSOLIDARIA.

 No sé si lo he leído o lo he escuchado en la tele: “La generación actual prefiere no conocer al vecino”. Quienes vivimos en medio de la Cristiandad, parece que nos vamos adaptando generación tras generación a un mundo menos cristiano. “En esto todos conocerán que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13: 35). Claro, la siguiente pregunta es: ¿para ser cristiano basta con estar inscrito en alguna de las iglesias que se presuponen cristianas, o es algo que se ha de demostrar? Según el Instituto DYM, en la actualidad, solo el 37% de los españoles se consideran religiosos (se incluye practicantes y no practicantes).

Desde luego, de considerarse religioso a ser cristiano no solo hay distancia, sino que son dos conceptos distintos. Uno puede considerarse lo que quiera, pero, para cumplir con los requisitos de algo de tan alto valor como ser seguidor de Cristo, hay que estar dispuesto a negarse a uno mismo y entrar en una disciplina de cuerpo y alma (Mateo 16:24-26). Como ya se puede suponer, ese concepto está cada vez más lejos del hombre actual. Sin embargo, eso es lo que puede dar la plena satisfacción de una vida, una vida valiosa para Dios, para el prójimo y para uno mismo, y además la expectativa de una vida para siempre en un mundo regido por el reino de Dios, una vez que decida terminar con este: “Venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad en la tierra” (Mateo 6:9,10). Una vida como la que el Creador del universo usó para cerrar su etapa creativa: el ser humano perfecto con una vida que sí merece ser vivida, interrumpida ahora por la rebelión de Adán.

Bueno, pues el cristianismo es el medio de Dios para recuperarla, y... ¿cuál es la expectativa?: “Oí una voz fuerte desde el trono decir: ‘¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán su pueblo. Y Dios mismo estará con ellos. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado’” (Apocalipsis 21:3,4).

Pues sí, hay que conocer al vecino lo suficiente como para acudir en su ayuda si la necesita. ¡Ah!, y fumar mata, al que fuma y al que respira el humo. El cristiano está obligado a cuidar su vida y la de los demás. Está obligado a no mentir, a no defraudar, ni robar, ni engañar, ni maltratar, ni violar, ni perturbar el descanso ajeno con el chunda chunda, etcétera. Ser cristiano... no va con los tiempos, pero siempre se puede intentar.

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