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domingo, 22 de agosto de 2021

LA AGENDA 2030-2050

EL PARAÍSO PARA POCOS

El epígrafe de esta colaboración no es banal, y corresponde a una alternativa racional a la estrafalaria data del 2030, referida a la Agencia de esa fecha, escogida como su objetivo funcional por el exministro Iglesias; y a la más aún sorprendente del 2050, promovida por el presidente Sánchez, que parece soñar con jubilarse ocupando la Moncloa, superando la megalomanía de Putin en Moscú.

Tras mi amable experiencia parlamentaria como diputado de la Junta General del Principado de Asturias, en la primera legislatura (1983-87), y la ulterior, como senador electo del Reino de España, durante la legislatura tercera (1986-89), no creo que haya que seguir distinguiendo obstinadamente entre izquierdas y derechas, sino entre incapaces y preparados; entre buenas y malas personas, que se encuentran en todas partes; y que hay que tratar de valorar individualmente con la misma consideración, ponderación y respeto y objetividad a próximos y extraños. Es lamentable que en un gobierno de la UE -a la que pertenecemos- se produzca la nítida declaración del exvicepresidente, recientemente dimitido, declarando la adscripción socialcomunista del Gobierno, sin el menor reparo de sus colegas de equipo. Son muy estimables las orientaciones no marxistas de Felipe González y otros socialdemócratas como las de Francisco Vázquez (exalcalde de La Coruña y posteriormente embajador de España en el Vaticano), del que me honro con su privilegiada amistad, y celebro su preparación y bonhomía. Similar aprecio guardo a Joaquín Leguina (entre otros muchos méritos, delegado del Gobierno de España en Madrid) y recientemente autor del libro: “Pedro Sánchez, historia de una ambición”, publicado en la editorial España, 2021, que aconsejo leer sosegadamente a todo español interesado por la deriva de nuestra patria, porque está cargado de criterios objetivos que todos debemos conocer.

Por otra parte, participo de la sensata opinión de un viejo amigo periodista, ya fallecido, que decía: “No soy comunista ni capitalista, sino todo lo contrario”; es decir, gozo de libertad y pienso por mi cuenta. Para completar criterios, creo que Stalin era un genocida paranoico, Napoleón un necio jactancioso y Trump un manipulador.

La decadencia del Imperio español, que antes brilló durante tres siglos, fue propiciada por Napoleón, que falleció en Santa Elena, envenenado con dosis acumulativas de arsénico, probablemente disuelto en vino sudafricano, por un general francés de su propia escolta, que conocía las habilidades de “madame” Brinvilliers. La puntilla a la conspiración antiespañola la puso el presidente norteamericano McKinley, que propició la guerra de Cuba, y la pérdida añadida de las islas Filipinas y de las marianas y Carolinas del Pacífico Norte, consideradas como bases de interés para la Navy, y que, doscientos años más tarde, siguen bajo la tutela norteamericana en concepto de “fideicomiso” otorgado por la ONU; una institución presuntamente democrática, en la que todos los miembros tienen derecho a “voto” o sufragio libre; y solo cinco (USA, Rusia, China, UK y Francia) tienen derecho a “veto”; esto es, capacidad para el impedimento de acuerdos. La razón es sencilla: USA acoge la sede de la organización y sufraga el 22% del presupuesto, España en el undécimo lugar de los paganinis, solamente el 2%.

Pasando ahora revista a la actualidad: el presidente de Bielorrusia Lukashenko desvía, con un caza, un avión comercial de Ryanair, para detener al periodista Protasevick, que le resulta incómodo. ¡Inadmisible!

En España, las ciudades de Ceuta y Melilla son invadidas por una “marcha azul” de marroquíes, mayoritariamente jóvenes, en inadecuada respuesta del sultán marroquí, molesto por la acogida en Logroño al líder saharaui Brahim Ghali, tras presunto error diplomático de nuestra ministra de Exteriores, cuando también es obvio que ni antes ni ahora España nada tiene que agradecer a Marruecos ni al Sahara, cómplices de la antiespañola “marcha verde”. Lo más sorprendente de todo es la absurda y desafortunada reacción del señor Sánchez con el plan 2050: entre cuyas medidas se apunta la inmediata entrega de 30 millones de euros a Marruecos; el reparto de menores no asistidos (“menas”) entre las CC AA, y la disparata intención de incorporar entre 2021 y 2050 siete millones y medio de africanos a España, a razón de 250.000 anuales, para provecho de algunas ONG (“llenar la presunta España rural vacía”), cuando es sobradamente conocida en toda Europa la muy difícil integración social de esas personas y especialmente los elevados niveles de desempleo (casi cinco millones) y el paro que soportan los españoles. Mayor insensatez no puede concebirse, aun comparándola con el desprecio a la lengua española; la desatención a los diez millones de pensionistas (¿no hay aquí viudas vulnerables?), frente al IMV de los no cotizantes; el incremento brutal del precio de la energía que angustia a industrias y familias por la demora de la renovación energética; y la persistente amenaza de las subidas de impuestos para compensar el despilfarro del déficit y la deuda nacional. Es claro que, con reducción de ingresos, no procede ninguna subida de impuestos.

En resumen: Europa desconfía. España desespera. Y ¿qué más?

Solo queda comentar las peticiones de amnistía e indulto por los independentistas catalanes. Quienes pretendían la “amnistía” deben saber, y saben, que esa fórmula está abolida por la Constitución vigente: suponía el “olvido” de las infracciones con extinción de las responsabilidades, actuando sobre la generalidad de los individuos afectados, que alcanzaría así a Puigdemont y demás tránsfugas. No ha lugar.

El “indulto” actúa solo sobre la pena, de forma que en el afectado no se extingue su condición de culpabilidad. El alcance está además personalizado (no es global); y presupone el perdón del delito y el reconocimiento de la culpa. Aunque formalmente el Gobierno pudiera otorgarlo, tiene en este caso dos graves obstáculos: la absoluta unanimidad en la sentencia formulada por los magistrados del TS, que realmente impone; y la “voluntad expresamente reiterada por los implicados” en persistir en su anterior conducta irracional, descabellada y desafiante. Feas perspectivas legales, sociales y políticas en el ámbito interno, y en el plano de proyección internacional.

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