Entradas populares

sábado, 26 de junio de 2021

ALIVIO DE MASCARILLA ,DÍA 1:SOCIOLOGÍA DEL "DESTAPE"

 Alivio de mascarilla, día 1: sociología del 'destape'

Madrid es el día y la noche en el cumplimiento de las normas. Al ponerse el sol, salen los jóvenes relativistas sin distancias ni vacunas 

El español no olvida. El español se acuerda de aquella sucesión de hechos que iban desde la refutación de las mascarillas («generan falsa sensación de seguridad») a la necesidad y a la carencia de las mismas. Y de ahí a las toneladas de bozales en un avión fletado, o el previo torpedeo a las mascarillas no indultadas de Ayuso.

Y por medio, un astronauta metido a ministro haciéndose un lío con la colocación de dicho elemento médico, y Fernando Simón -siempre Fernando Simón- protagonizando un Barrio Sésamo con cargo a las arcas públicas y dándole a los niños un repasillo, a su entender, de profilaxis y de pandemia. Con todos esos mimbres, el madrileño de sábado va y viene por Sol, curiosea de lejos dos manifestaciones refractarias entre sí y contra Irene Montero: 'manifas' cuyos megáfonos con mascarilla permiten oír el claro mensaje

Cerca del Reloj de Mecano, un amable policía municipal nos confirma que sí, «que la gente respeta la norma, y quien no la lleva (la mascarilla) pregunta asustado si está haciendo algo ilegal». Y todo porque en la víspera, la muchachada se quitó en la Plaza la mascarilla como en otro momento se quitó la lencería fina.

En términos futbolísticos se podría asegurar que, aunque «hay peligro en La Condomina» en el aire (coronavirus y variantes varias), el sábado que se permitió el descargo de mascarillas hubo «tranquilidad en Las Gaunas». Acaso porque el madrileño ha visto las calles vacías, ha tenido que improvisar con pasamontañas las salidas furtivas al supermercado, ha visto morir abuelos más o menos cercanos y no se «fía» de nada que venga de «China« ni de «este Gobierno».

Al menos eso dice Alonso, gafas de sol empañadas, polo Ralph Lauren y la FPP2 cubriendo lo que los médicos otorrinolaringólogos y los boxeadores viejos llaman «el triángulo de la muerte»: nariz, boca y posteriores partes blandas. «Y eso que me vacunaron con la porquería de la Zeneca». Y Alonso, tras su 'speech', se va por Carretas arriba a darle sol a esas varices del miedo y del confinamiento que resaltan entre sus piernas blancuzcas.

El garbeo por el Madrid el primer día en que la mascarilla no es obligatoria según las circunstancias, el personal tiene un cacao legislativo que no se entera de la misa la media. «Mira, yo la llevo, que es el único año que no me ha dado la alergia», dice Lourdes, que muestra en su móvil el esquema con muñequitos que Moncloa ha preparado y propalado.

Los negacionistas son pocos, y a alguno ve este cronista, y le pregunta si esta liberación obedece a algún trampantojo para con (sic) los presos del 'prusés'. Algo masculla, y después comenta una letanía de aviones y puertas de embarque y azafatas pertinaces mientras el sol cae a plomo sobre contagiados y contagiables, sobre vacunados y vacunables, sobre estreptococos y coronavirus; sobre el todo Madrid. El amable señor se despide con educación y sin mascarilla, con la alegría de las convicciones claras y un elegante 'panamá'. 

Alegres parisinas

Porque aquí, el cronista ayuda al compañero de vídeos poniendo la 'alcachofa' de ABC al sano pueblo madrileño, y es algo que impone respeto al paseante en Corte. El más cachondo de un grupo de catalanes, al ver la cabecera en el micro, se frena como para soltar un mítin previsible. Cambia la faz cuando se le inquiere sobre un tema global como este de las mascarillas. Mientras, una ristra de móviles con lacitos amarillos graban al grabador para viralizar una sana encuesta periodística -la nuestra- en Vic o donde sea. La realidad es que hay un 'indepe' hablando de algo que no sea el monotema: en Madrid, y 'en saliendo' en pandemia, todo es posible.

También hay quien aparece frente al periodista como un 'vitorino': arremetiendo contra el Ejecutivo, con palabras gruesas y con una oratoria procaz, tan rápida que no da tiempo a registrar en su complejidad.

Si Napoleón se quedó en Chamartín, en Chamartín o en el Mercado de las Pulgas se han quedado las mascarillas de los franceses, principalmente parisin@s de buen ver, que se solean por la Capital. Hay que hacer un esfuerzo para creer que son convivientes, pero ahí andan dándole vueltas infinitas a la misma sangría y tampoco es cuestión de solicitarles el recibo del Airbnb. Que beban de la misma copa es para hacérselo mirar, pero, insistimos, son cosas de ser convivientes. Y la hostelería, bastante sufrida, no está para hacer de comisaria política y sanitaria.

Sociología rápida

Se puede hacer una sociología del español a través de la mascarilla: está el vacunado añoso, con el sombrero y el bigote de morsa y el 'pechito pollo' hacia afuera, como Abascal en su última época. Acaso porque mientras en las farmacéuticas se mataban en descifrar el ARN y cosas similares, el hoy vacunado se sintió 'novio de la muerte' y sabía que cualquier tos era más que un heraldo de la parca. 

Está también la madre que es profesora de primaria, que anda magra y triste por todo ese desgaste que han tenido los docentes en esta infamia. Está el camarero que se pasa por el forro la ley y hasta el negacionista que vende zapatos en Bravo Murillo y que suelta una y otra vez el mismo pregón aprendido la noche antes, igualito al cura de mi pueblo: «Has caído, te tienen monitorizado los chinos con el pinchazo. Te lo avisé que no te vacunaras». Es el mismo -el negacionista- que después enseña una web donde cada teoría pseudomédica tiene su asiento. Como lo de Jiménez del Oso, sí, pero en abierto y con viralidad en Redes. Lo cual que al negacionista hay que asentirle, acariciarle el lomo y desaparecer. 

El español del destape de las mascarillas no tiene muy claras las cosas, y hace bien en tener precaución. Episodios como el contagio masivo en Murcia llaman a la 'jindama' y el 'canguelo', que son principios básicos de la inteligencia.

 El español del destape es un ser nuevo que 'vive a la madrileña' como puede, con los hijos embozados y él sin embozar. Al menos en la mayoría de las franjas de edad. Se sabe que el ocio más nocturno es un Chernobyl del bicho, aquí y en La Valeta, pero las estadísticas -ahora- permiten este sábado de mascarillas a media asta y de policías que, además de policías, tienen que hacer de pregoneros de la medida gubernamental. El español de este nuevo destape, en lugar de ir a ver una de Ozores, se conforma con que le dejen en paz y no le hagan polvo ni los pulmones ni la inteligencia. 

Cierto miedo

Sucede que al español lo liberan de la mascarilla poco después que a Junqueras y a su banda, y en las farmacias pasa lo de siempre. «Se han vendido las mismas mascarillas que cualquier día. El miedo sigue», recalca Carmen, de la Farmacia Company en plena Puerta del Sol. También, si se fija la mirada en el Madrid de día, se cae en la cuenta de que hay un efectivo cumplimiento de la norma, un exceso de celo. Hasta los punkies llevan el sanitario elemento, negro, sobresaliendo del bolsillo. El que sin nada en la boca libremente camina como Cristiano Ronaldo antes de una falta, es persona poco susceptible de ser preguntado por máscaras, mascarillas y el presidente.

La cuestión es que Salvador Illa se fue a Polonia con su imitador, a hacer de sí mismo, y en la tertulia del Rodilla, tres venerables abuelas, ya vacunadas, comentaban algo de «inyectarse cemento en los huesos», que por lo visto, ahora que han alargado la esperanza de vida es una práctica médica habitual. 

Y luego está la realidad: que Israel, potencia que no es tonta en esto del virus, ha vuelto a imponer la mascarilla dentro de los locales. Y la prudencia. Y una juventud que cree que la vida es eterna y que el sistema inmunológico aún sigue siendo eso que los protege de la «enfermedad del beso». «Estamos sobreviviendo», proclama un matrimonio lacónico y en sandalias. Historias tras el Real Decreto-ley 13/2021, de 24 de junio.

PS: Consígnese aquí que el metro de obrero más barato para calcular la distancia social cuesta 1,89. Y que es retráctil. Y flexible. Y que en la víspera se desmadró Madrid Centro. 

ES UANA TRAMPA

No hay comentarios: