Una de las primeras medidas que adoptó Mariano Rajoy nada más llegar al poder fue aumentar la jornada semanal de los funcionarios de 35 horas a 37,5. También la Unión Europea ha tratado de aplicar medidas similares a sus funcionarios. En todos los casos, el objetivo es aumentar la carga de trabajo de los empleados que ya tienen una plaza fija para así ir precindiendo de los interinos y de esta forma reducir plantilla y masa salarial. En definitiva, recortes.
No obstante, las 37,5 horas semanales o las 40 quedan lejos de los límites máximos que marcan las directivas comunitarias al respecto, que fijan una jornada máxima media de 48 horas a la semana, medida a lo largo de cuatro meses.
El aumento del tiempo de trabajo es una batalla abierta ahora en la Unión Europea por el Reino Unido y la patronal continental, Business Europe, que la Comisión Europea ve con simpatía. La actual directiva ya contempla la excepción británica, que ha permitido a otros países acogerse a ella, explica el eurodiputado socialista Alejandro Cercas.
También hay una salvedad en el sector sanitario, muy vinculado al empleo público. Los médicos, enfermeros y demás empleados sanitarios pueden trabajar hasta una media 50 horas semanales.
Hay que tener en cuenta que las directivas comunitarias marcan jornadas máxima. Posteriormente los convenios colectivos fijan realidades distintas, aunque los funcionarios no suelen estar afectados por ellos. Por ejemplo, precisamente en el Reino Unido la negociación entre sindicatos y empresarios reduce el número de horas a trabajar a la semana a una media de 37,5 horas, según los datos de 2011 de Eurofound.
En el mismo estudio, se concluye que los países con jornadas más amplias son los países del este. Hungría, Rumania o Polonia contemplan la posibilidad de trabajar hasta 40 horas semanales. En Portugal, por su parte, se llega a las 38,9 horas y en España, a las 38,5.
La misma conclusión se produce cuando se analiza el tiempo de trabajo medido en términos anuales. También los países del este superan a otros como Alemania, Francia o Reino Unidos, donde se trabaja menos de 1.700 euros. En la Península Ibérica, en cambio, se supera holgadamente este cómputo.
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