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viernes, 23 de julio de 2021

TOKIO INAUGURA LOS JUEGOS DEL CORONAVIRUS CON TRADICIÓN Y DRONES.

 Tokio inaugura los Juegos del coronavirus con tradición y drones

En una ceremonia algo desangelada por la falta de público, Japón abre los Juegos más extraños de la historia enfrentándose a su peor rival: la pandemia.

Con un gigantesco estadio espectacularmente vacío, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 se han inaugurado este viernes, justo un año después de la fecha en que estaban previstos. La pandemia del coronavirus, que estalló en China a principios del año pasado, no solo obligó a aplazarlos, sino que ha vaciado los estadios para evitar que siga propagándose y ha vuelto a buena parte de Japón en su contra por miedo a que disparen los contagios. Frente a este temor, los Juegos intentan reivindicarse con sus fuertes medidas de seguridad y con la esperanza en que los atletas traigan un poco de alivio y alegría al mundo en estos tiempos difíciles.

Para ello, y como es habitual, la gala de apertura ha levantado el telón olímpico. Un espectáculo que, en otras ocasiones, supone un alarde de masas y que, esta vez, ha quedado muy deslucido por la falta de espectadores. Sin público en sus 68.000 asientos, los únicos asistentes a la gala de apertura han sido los periodistas y un millar de personalidades, entre las que había 15 dirigentes internacionales. A pesar de sus aplausos y de los decibelios de los altavoces, se ha echado en falta el calor de la multitud en las gradas rugiendo y electrizando el ambiente. Por desgracia, esta vez no había gritos de asombro tras los fuegos artificiales lanzados desde la cúpula del nuevo Estadio Olímpico, que se ha levantado sobre el que acogió los Juegos de 1964.

Como no podía ser de otra manera, la ceremonia ha guardado al inicio un minuto de silencio por las víctimas del coronavirus, especialmente los miembros de la familia olímpica. De igual modo, ha recordado a las víctimas del equipo israelí asesinadas en el atentado islamista contra los Juegos de Múnich en 1972.

Con los lemas «Moviéndose adelante» y «Unidos en la emoción», la gala ha empezado rindiendo homenaje a los atletas, que han sufrido un año muy difícil para entrenar por los confinamientos y las restricciones de la pandemia. Separados, pero no solos, los ha representado la boxeadora japonesa de peso medio Arisa Tsubata, practicando en la oscuridad mientras a su alrededor se iluminaban otros deportistas también preparándose para competir. Como una orquesta sinfónica que se afina antes de un concierto, otra de las metáforas interpretadas en las actuaciones, los atletas han tenido que vencer primero al coronavirus para llegar hasta Tokio y ahora se proponen dar el do de pecho en estos Juegos Olímpicos.

A continuación, y con el emperador Naruhito y el máximo responsable del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, presidiendo ya la ceremonia, la famosa cantante Misia ha interpretado con su potente voz el himno nacional mientras 38 militares de la Fuerzas de Autodefensa izaban la bandera de Japón. Sobre su fondo blanco, el punto rojo del sol naciente no solo estaba presente en el emblema nacional, sino también en el suelo del escenario. Justo en el centro, al lado de las banderas nipona y olímpica, una pirámide octogonal blanca representaba al monte Fuji, otro de los símbolos de Japón. En su cima, una bola blanca guardaba el secreto mejor guardado de la ceremonia, el pebetero olímpico. Pero, antes de su encendido, desfilaron las 207 delegaciones que compiten en estos Juegos, con España en el puesto 88.

Como es costumbre, Grecia abrió la comitiva y la cerró el país anfitrión, Japón. Pero, como novedad de esta edición, justo antes del equipo nipón marcharon los de Francia y Estados Unidos, que acogerán las próximas Olimpiadas en 2024 y 2028, respectivamente. Aunque la mayoría de los atletas desfilaron separados para mantener la distancia de seguridad, la delegación argentina se fundió en un abrazo saltando y algunos abanderados, como los de Pakistán, aparecieron sin mascarilla. Debido a las medidas contra el Covid-19, la ceremonia se alargó hasta el filo de la medianoche. Pero contó con menos atletas que en otras ediciones porque muchos no han llegado todavía a Japón para reducir su estancia y, así, los riesgos. Por su parte, otros que sí están ya en Tokio no participaron para reducir las aglomeraciones en la pista. Frente a los más de 10.000 atletas que suelen marchar en circunstancias normales, esta vez fueron 5.700.

Tras el desfile, siguió el juramento olímpico, entonado por entrenadores y jueces, hombres y mujeres, para demostrar el espíritu de inclusión que reina en estos Juegos. Así se vio en que buena parte de los abanderados eran parejas y en las actuaciones «Juntos más fuertes» y «Unidos en la diversidad», que precedieron al despliegue del emblema olímpico de Tokio 2020. En el que sin duda fue el momento más emocionante de la ceremonia, aquí la gala cogió altura al dibujarlo en el cielo con 1.824 drones. Su elegante diseño de cuadros azules, obra de Asao Tokolo, se remonta al periodo Edo y ha hecho olvidar el fiasco de las acusaciones de plagio que recayeron en 2015 sobre el primer logotipo.

A continuación, y dando una sorpresa que él mismo había desvelado en Twitter justo antes de que empezara la ceremonia, Alejandro Sanz cantó «Imagine» en un vídeo junto a Angelique Kidjo, John Legend y Keith Urban. Medio siglo después de componerlo, el legendario himno de John Lennon es el tema musical que mejor resume el espíritu olímpico, tan necesario en estos días de incertidumbre.

Portada por seis relevistas, la bandera olímpica entró en el Estadio mientras un coro de niños, entre ellos ocho de Fukushima, cantaban su himno durante el izado. «Este es un momento de esperanza. Aunque es muy diferente a lo que esperábamos, disfrutemos de esta unión. Estamos aquí juntos gracias a vosotros, nuestros anfitriones japoneses, a los que os queremos dar las gracias y mostrar respeto», declaró en su discurso el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach. Además de rendir homenaje a la lucha contra el coronavirus y a los voluntarios, pidió «solidaridad y paz» y saludó la llegada del equipo olímpico de refugiados.

Tras él, el Emperador Naruhito declaró abiertos los Juegos de la XXXII Olimpiada, que serán para siempre los del coronavirus, pero también los del triunfo de la voluntad humana contra la pandemia. Esperemos que se desarrollen con seguridad y, a su término, no disparen la enfermedad Covid-19 en el archipiélago nipón. El tiempo lo dirá.

Al ritmo del «Bolero» de Ravel, la llama olímpica entró en el Estadio tras un accidentado periplo de 2.000 kilómetros por suelo nipón que empezó el 25 de marzo en la prefectura de Fukushima, castigada por el tsunami de 2011 que desató en una de sus centrales el peor desastre nuclear desde Chernóbil. Con subsedes olímpicas en dicha prefectura y otras zonas afectadas del nordeste de Japón, estos Juegos pretenden ayudar a su recuperación tras aquella catástrofe. Para ello, y por primera vez para no contaminar, la llama ha sido generada con hidrógeno de Namie, una de las zonas evacuadas por el triple desastre del terremoto, tsunami y accidente nuclear de Fukushima.

Portada por campeones olímpicos japoneses, entre ellos algunos de los más veteranos y también paralímpicos, la llama pasó de mano en mano hasta un grupo de niños de Fukushima que se la dieron a la tenista Naomi Osaka, estrella nacional pero de padre haitiano. En el momento cumbre de la ceremonia, ella fue la encargada de prender el pebetero olímpico, que se abrió como una flor de vida y esperanza en la bola que coronaba la escultura del monte Fuji. Recordando el encendido de Tokio 64, Osaka subió las escaleras, pero agitando sus rastas haitianas para demostrar el mestizaje que también se abre paso en este Japón del siglo XXI. El pebetero empezó a arder mientras el cielo de Tokio se iluminaba de nuevo con una traca final de fuegos artificiales para sacar al mundo de la oscuridad del coronavirus. Hasta el 8 de agosto, los Juegos Olímpicos se enfrentan en Japón a su rival más duro: la pandemia.

SERÁN LOS ULTIMOS JUEGOS OLÍMPICOS DE LA HUMANIDAD

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