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martes, 6 de abril de 2021

TODOS CULPABLES

 Y NADIE RESPONSABLE.

Como tantas otras veces, dramáticamente acertado es el editorial de LNE del domingo 21 de marzo. Un retrato sin contemplaciones –y, por tanto, deprimente y angustioso– de la realidad de la España 2021. Un retrato en sepia cutre que evidencia un país enfermo y desnortado que ha visto cómo, tras tres lustros de pertinaz caída en barrena, una pandemia con genoma de resonancias bíblico-demoníacas está dejando en evidencia la fragilidad de casi todas las estructuras e instituciones puestas a prueba o en la diana o en la picota. Un caos interno sanitario, social y económico que es percibido exteriormente como una indiscreta, peligrosa y tentadora prueba más de nuestra patética nadería en un concierto internacional que, para más inri, está bastante ensimismado y encanallado. Y añadiendo mierda a todo este desmoronamiento sobrevenido, inducido y propiciado, los españolitos nos hemos dado lo que este editorial califica certeramente desde su título como “una forma agotada y agotadora de hacer política”.

Siendo consciente de que lo que acabo de escribir, en prescindible reconocimiento al buen criterio del editorialista, solo tiene el valor del refuerzo estadístico que representa coincidir con una opinión que supongo muy generalizada entre muchos otros lectores, fieles pero críticos, permítaseme también apuntar una discrepancia en la que –viendo cómo se abona día a día y por doquier el pensamiento único– barrunto que no voy a encontrar tanta sintonía. Ni falta que me hace, pero lo siento. Y es que, en una línea aparentemente casual, el editorial deja caer que los “sectores populistas” de nuestra política, como los pescadores más ruines, acechan golosos y gulosos una inmerecida redada de la charca revuelta de los votos.

Sin entrar en la instrumentalización, generalmente intencionada y simplista, del término “populista”, el condescendiente desliz de colocar como imágenes especulares a quienes allí se coloca es un cómodo mantra, injusto y objetivamente sesgado, que recuerda al ya clásico del cinismo buenista de “condenar la violencia venga de donde venga”, sabiendo, como todos sabemos sobradamente, de dónde viene desde hace muchos años en España el monopolio de la violencia espontánea y/u organizada. Sin entrar en más honduras en este colateral, no creo que secesionistas y coleguis de terroristas, que se sitúan culposa y cerrilmente al margen de las leyes, sean políticamente simétricos con quienes –guste o no guste al pensamiento único– desde la más estricta legalidad de su ideario y de su hacer cotidiano, siguen trabajando por este país a su modo y manera, sin chalaneo, creyendo –quizá ingenuamente– que una España constitucional, entera, homologada, diversa y digna es todavía posible como tarea compartida e ilusión común. Y que, como prueba de que no solo dicen, sino que hacen, se vienen ocupando, entre otras cosas, de llevar ante los tribunales a quienes, en lo que respecta al oportunismo de otros partidos y al pasotismo suicida del noble rebaño somnoliento, van camino de salir de rositas, compadreados, indultados o aproximados, como interlocutores, socios o mentores.

Conociendo de antiguo su trayectoria liberal, estoy seguro de que en LNE lo saben bien, entre otras razones porque la verdad se acoge al beneficio del dicho que hermana agamenones con porqueros en su reconocimiento. Pero como, en esta ocasión, Agamenón no lo dejó suficientemente claro y el porquero podría estar de montanera, alguien tenía que decirlo, al menos a los mencionados efectos estadísticos, ya que callando llevamos todos mucho tiempo otorgando.

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