La república caciquil
La reyerta entre ERC y Junts amenaza con prolongarse hasta el 26 de mayo: conocida su incompetencia, quizás sea mejor no tener gobierno que padecer, otra vez, su abrasiva ejecutoria.
Imaginemos a un enfermo de la primera oleada de coronavirus que despierta tras un año en coma. Al retomar su vida descubre con tristeza que algunos establecimientos del barrio ostentan el cartel de 'Se Alquila'. Su restaurante preferido bajó la persiana. Y los compañeros de sobremesa han mermado: dos fallecidos por el maldito virus. «¡Han cambiado tantas cosas!», exclama nuestro convaleciente al componer su inventario de pérdidas…
No todo ha cambiado. En Telecinco, dale que te pego, prosiguen los seriales del Cuarteto Pantoja-Paquirrín-Rociíto-Antonio David. Y mientras al convaleciente le aplicaban un Erte y algún vecino guardaba cola en el Banco de Alimentos, nuestros políticos seguían cobrando la nómina sin mengua.
Tampoco cambia el separatismo. Inasequible a la realidad, sigue hozando en su fracasado 'procés'. Hubo elecciones el 14 de febrero; algún ingenuo pensó que la pandemia provocaría una catarsis. Nada sucedió. Algo, sí. Vox ha entrado en el Parlament. Ciudadanos se hundió y el testigo de la oposición pasó al PSC.
En Cataluña la razón sigue comatosa y la 'emocracia' otorga la hegemonía. Ganaron los de siempre para perpetrar la misma ruina. Aunque solo votó la mitad de los catalanes y las formaciones independentistas perdieron 700.000 votos, aseguran representar al 52 por ciento del electorado. Ya se están peleando por acaparar cargos y repartir fondos europeos.
En 'El culto a los mártires nazis' (Alianza), el profesor Jesús Casquete define esa 'emocracia' que adultera la democracia: «De Estados Unidos a Alemania, desde Venezuela hasta Turquía, la política aparece protagonizada, o en todo caso condicionada de forma preocupante, por políticos que se arrogan en exclusiva la representación del pueblo. Resulta, pues, urgente atender a los mecanismos a disposición de los 'emócratas' de hoy para conquistar los corazones de la ciudadanía… El pueblo se declina en plural y esa pluralidad merece protección y respeto».
¿Y Puigdemont? En su palacete de Waterloo, cobrando de la Eurocámara. Con su quimérico invento, que bautizó como Consell per la República, pretende monitorizar la política catalana. El fugado convocó a un millón de seguidores previo pago de diez euros y solo se inscribieron 92.000. Los números no cuadraron: de los potenciales diez millones de euros para subvertir España y la Unión Europea, se ha quedado en 920.000.
Tal fiasco no obsta para que el fugado bloquee los pactos parlamentarios de ERC, que superó a Junts, su formación populista, por un escaño. El Consell caciquil quiere controlar a sus capataces por control remoto. Se notó en el primer minuto de la investidura: su vicaria, la imputada Borràs, posibilitó el voto delegado del fugado Lluís Puig.
El Consell de Puigdemont se arroga la legitimidad del 1-O. ¿Aquel pucherazo en el que la gente votaba tres veces? También del 27-O, la risible declaración de independencia de los ocho segundos.
Y ahora, aguántese la risa al leer la campanuda declaración política del Consell de Puigdemont: «Surge de la necesidad de vehicular a través de una institución republicana la acción unitaria para continuar el embate democrático hasta el reconocimiento de la República catalana». Si no pusiera lo de República catalana remitiría al franquista Consejo Nacional del Movimiento. Nadie lo ha votado, pero se presenta como una institución transversal de la que surgirá una Asamblea de Representantes.
Esa 'transversalidad' que supera a los partidos remite al profesor de FEN que evoca Óscar Tusquets en 'Vivir no es tan divertido, y envejecer, un coñazo' (Anagrama): «Me acuerdo del día que el profe me echó de clase porque, cuando él afirmó que el Glorioso Movimiento Nacional superaba el conflicto entre partidos, a mí se me escapó en voz alta: ''Igual que el comunismo''».
Una entidad privada, cual Soviet Supremo, marcando el paso de los partidos elegidos democráticamente. Ya sucedió con el infausto Torra, la Generalitat vuelve a ser el cortijo de un fugitivo que ordena y manda, según convenga a su situación penal.
Mientras Cataluña se asoma al árido paisaje después del coronavirus, paisaje ya desertizado por una década de ingeniería separatista, el Dr. No del flequillo se cisca en la autonomía y supedita a toda la ciudadanía a su porvenir personal. Oligarquía y caciquismo de Costa, en reencarnación catalana.
La reyerta entre ERC y Junts amenaza con prolongarse hasta el 26 de mayo: conocida su incompetencia, quizás sea mejor no tener gobierno que padecer, otra vez, su abrasiva ejecutoria. Aliados con la CUP, los de ERC se quejan del caciquismo neoconvergente… Como los terratenientes de la Lliga en los años treinta: no dejan gobernar a sus 'rabassaires'.
A la década perdida añadiremos cuatro años más.
ESO SOLO PASA EN ESPAÑA ESTO TIENE QUE EXPLOTAR YA.
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