ALIMENTADAS POR LOS GOBIERNOS.
Veníamos apreciando claramente un retroceso en la calidad de vida, el desempleo tremendo, los contratos precarios, los salarios que no llegan para todo, la imposibilidad de emancipación de nuestros jóvenes, el acceder a una vivienda... todo eso indicaba que España estaba en manos de políticos ineptos incapaces de idear y propiciar industrias, empresas y trabajo digno. También bajó la calidad de los empresarios, dejaron de serlo para convertirse en especuladores de sí mismos. Al no haber unas condiciones idóneas para emprender, todo el entramado capaz de dar empleo se queda en precariedad y miseria.
Ha tenido que venir una crisis financiera para ponernos sobre aviso que estábamos sustentados sobre deuda y un nivel de vida superior al que nuestras posibilidades alcanzaban a sobrellevar en el tiempo.
Ahora con la pandemia quedó al desnudo también la mentira que entre todos teníamos a bien alimentar: el que teníamos la mejor sanidad del mundo. Esa sanidad ya también venía ofreciendo pruebas de debilidad y de atoramiento. Las listas de espera se incrementaban sin que ningún ministro, consejero o político pusiera sobre la mesa soluciones. Antes de la pandemia, ya eran desorbitadas, ahora dejarán un lastre para muchos años. Todo ello con el perjuicio sobre la salud de las personas, incluido muertes por desatención.
Qué decir de la atención a nuestros mayores, ya huele repetirse, ni con el genocidio pandémico aprendimos, incluso se llegó a protocolos de dejarlos sin atención hospitalaria. Alguien tendrá que algún día, cuando pase todo esto, clarificar y buscar culpables y dejadez. Siguen sin ponerse las bases de unas residencias adecuadas, imposibilitar el negocio con nuestros abuelos y abuelas, hacerles dignos sus últimos años de vida, con lugares decentes y con inspecciones constantes en cuanto trato, cuidado y comida.
La democracia tampoco le va a la zaga, en un sistema así tenemos políticos en confrontación constante, promesas y promesas sin cumplir, hemos tenido a bien convivir años con la corruptela institucional; incluso, afectando a la Jefatura del Estado, cuando una democracia tiene a bien aceptar ministros/as que no han dado un palo al agua en su vida, sin experiencia en nada, todo es posible en ella. Pierden el tiempo en leyes a la carta, las reglamentaciones, justicia y medios de comunicación los quieren a medida. No es posible que sigamos proyectando el acomodo, el enchufismo, el arribismo e ignoremos la meritocracia, el poner a los mejores en los puestos de responsabilidad, nada de paridades, cremalleras... tienen que estar (los y las) mejores, sin prejuicios añadidos.
Tenemos una sociedad fallida, podrida, y nada indica que estemos dispuestos a mejorarla.
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