Del caudal de palabras que ha discurrido durante la monográfica pasión catalana de estos días retengo la sabia recomendación firmada el sábado por Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional (Barcelona, 1943). A saber: “El mayor error que se puede cometer al analizar la propuesta de referéndum acordada por cuatro partidos catalanes el pasado jueves es tomársela en serio”.
Sugiere el profesor que es preferible verla como una pieza teatral de fines distintos a los que aparenta. En eso hay coincidencia general. No trata el señor Mas de conseguir la independencia para Cataluña porque lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible, como decía el torero sentencioso, sino de seguir un año más en el poder hasta que, en vísperas del referéndum imposible (noviembre 2014), la única salida sea la convocatoria anticipada de elecciones (dizque “plebiscitarias”).
El subidón de Mas y sus costaleros de ERC tiene un precio. Lo pagan todos los catalanes, nacionalistas o no, con un sensible aumento en los índices de pobreza, caída de su renta per cápita por debajo de la media nacional...Vale. Es un diagnóstico bien fundamentado. Por tanto, una forma de tomarse en serio este nuevo paso del viaje hacia ninguna parte. A algunos nos gustaría quedarnos únicamente en discutir si el estado preferido por el nacionalismo catalán, dependiente o independiente, es el sólido, el líquido o el gaseoso. Tampoco llevaría a ninguna parte, pero activaría el sentido del humor. Es la terapia alternativa al tratamiento psiquiátrico de quienes, por unas u otras razones, estamos obligados a correr detrás de las liebres que suelta este nacionalismo tramposo e insolidario.
Pero, ojo, el subidón de Artur Mas y sus costaleros de ERC tiene un precio. Lo pagan todos los catalanes, nacionalistas o no, con un sensible aumento en los índices de pobreza, caída de su renta per cápita por debajo de la media nacional, el fin de su tradicional posición como comunidad más emprendedora de España y los dudosos privilegios de ser ya la más endeudada (54.000 millones) y la que más dinero ha recibido del Estado para mantener los servicios públicos y pagar a los proveedores (29.000 millones de euros en estos dos últimos años).
“Han resuelto sus problemas, pero han empeorado los problemas de los ciudadanos”, como decía el sábado acertadamente el primer secretario de los socialistas catalanes, Pere Navarro. Es alusión clara al hecho de que el pacto de la pregunta-fecha funciona como moneda de cambio respecto al apoyo del socio principal, Oriol Junqueras, a los presupuestos de la Generalitat para 2014. Unas cuentas públicas calificadas de “antisociales” por el PSC e incluso por la izquierda verde de Joan Herrera, aunque sí sea compañero de viaje en la ofensiva nacionalista.
Mientras tanto, el viernes pasado, un pasito más. En el registro del Parlament se presentó la propuesta al Gobierno Rajoy para que tenga a bien transferir o delegar la facultad de convocar un referéndum (artículo 150.2 de la Constitución Española). La iniciativa es presentada por los nacionalistas como prueba de su respeto a la legalidad. Pero estaremos de acuerdo en que lo congruente con el hecho legal de que el Parlament reclame democráticamente una competencia estatal sería el hecho legal de aceptar democráticamente la respuesta del Parlamento nacional. No lo parece, cuando sin esperar la respuesta ya han empezado a elaborar un censo al margen de la ley.
¿No ven como es para tomárselo a broma antes de acabar en el psiquiatra?
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