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jueves, 26 de diciembre de 2024

EDUCACION Y EDUCACION.

 La falta de respeto al profesorado está a la orden del día en los centros educativos. Algunos alumnos creen que no tienen deberes y obligaciones y que solo tienen derechos. Es verdad que todo esto se deriva, en parte, de la rebeldía propia de la adolescencia, pero todo tiene unos límites. También es cierto que, en muchas circunstancias, una parte del alumnado, aunque también entiende las normas, no las quiere cumplir y las tergiversa, ignora o manipula. Por eso es necesario insistir hasta la saciedad o el infinito, en que el deber de respetar y obedecer a los profesores no es algo optativo o condicionado, sino que es obligatorio. Los partes por mal comportamiento se aplican en los centros educativos de Secundaria, porque son absolutamente necesarios, ante las conductas disruptivas de algunos estudiantes, que no obedecen ni respetan lo que dicen los docentes. Por estas razones es indispensable imponer más sanciones, para reconducir conductas que son intolerables.

El establecimiento de un plan de convivencia en los institutos es básico para la creación de un ambiente seguro, inclusivo y respetuoso. Los docentes u orientadores que imparten estas cuestiones tienen que enseñar a un considerable número de alumnos lo que son los buenos modales y las buenas formas al hablar y dirigirse al profesorado. Respetar los turnos de palabra, pedir la palabra al profesor y obedecer lo que dice cada docente, ya que es la autoridad en el aula. También es verdad que la mayor parte del alumnado se comporta bien o muy bien. Las familias son las encargadas de educar a sus hijos y los profesores no tienen que realizar la tarea educativa que corresponde a los padres y madres, en relación con las conductas. Todo el alumnado tiene que llegar a los institutos, con un saber estar y un respeto y obediencia a los profesores. Todo se puede hablar y razonar, pero desde la calma, la tranquilidad y las buenas actitudes. El principal objetivo de un plan de convivencia es el siguiente: fomentar un ambiente de respeto y tolerancia. Se puede discrepar, pero desde el respeto y la amabilidad. Es esencial prevenir el acoso escolar. Existen protocolos de prevención y protección y establecimiento de normas claras y justas. Aunque, todo es preciso decirlo, por muy claras que sean las normas, algunos alumnos o alumnas las malinterpretan a su favor, sin ninguna razón. La promoción del desarrollo socioemocional es otro de los objetivos de todo plan de convivencia. Los conflictos que ocurren en los institutos son solucionables de distintas formas y con estrategias diversas, partiendo de la inteligencia emocional de los docentes y orientadores de cada centro educativo. La empatía es esencial y la flexibilidad, pero también la firmeza es algo clave.

Especificar y matizar el código de conducta en las clases es fundamental, aunque algunos alumnos solo entienden la acción y la reacción o, dicho de otro modo, solo se comportan bien y cambian su actitud ante sanciones que les son impuestas. Las charlas de psicólogos pueden ser muy útiles, para que una parte de los estudiantes, tomen conciencia de que las conductas se pueden cambiar a mejor. Considero que hacen falta psicólogos en los centros educativos, por la cantidad de problemas de todo tipo, que se producen y perciben en los mismos. Los equipos de orientación de los institutos realizan una labor impagable en la resolución de conflictos y esto debe ser reconocido. Es preciso un esfuerzo por parte de los mismos alumnos y también una colaboración de las familias, los equipos directivos y de toda la comunidad educativa.

Vivimos en una sociedad consumista, relativista y escéptica y todo esto se observa en los adolescentes, de forma generalizada, ya que gana peso la superficialidad en la valoración de todo, en detrimento de las consideraciones y análisis profundos y rigurosos. Lo difícil y complicado parece que no interesa y, en realidad, las ciencias, la filosofía y los distintos campos de conocimiento están interrelacionados y poseen una considerable complejidad y dificultad, que sirve precisamente para mejorar, en todos los sentidos. La ley del mínimo esfuerzo no debe ser la base del sistema educativo español, sino todo lo contrario. En la realidad digital en la que convivimos, parece que a muchos adolescentes solo les preocupa estár pendientes de su móvil, y lo demás posee una importancia o significación relativa y cuestionable, en función de las apetencias y caprichos de cada uno. Se suele infravalorar el conocimiento y la cultura y en cambio se valora lo superficial y fácil que gusta. El esfuerzo y el mérito se desprecian. De esta forma, parece que lo único con valor es el dinero y el aparentar, en vez de reconocer el gran valor de la bondad interior, de la tenacidad, la constancia y la perseverancia, etcétera. Los valores éticos son despreciados o considerados como algo de poco valor o propios de personas débiles, cuando es todo lo contrario. Hace falta enseñar que, con esfuerzo constante, coraje, entusiasmo e inteligencia se logra todo. Es una de las lecciones que deben aprender los adolescentes.

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