El punto de partida lo marca la UCO de la Guardia Civil, que es quien habla de una reunión con tres aforados (Ábalos, Calviño y Sánchez), en la que se aprueba el vergonzante rescate de Air Europa, de la familia Hidalgo, con dinero público.
Relacionado con este hecho, el Tribunal Supremo pide al Congreso el suplicatorio de José Luis Ábalos al apreciar “indicios” de que podría haber cometido al menos cuatro delitos: integración en organización criminal, tráfico de influencias, cohecho y malversación.
Evidentemente, Pedro Sánchez no sabía nada. Es presidente, pero no sabía lo que hacía el número dos de su Gobierno, quien casualmente era también el número dos del PSOE. No obstante, hay algunos “asuntillos” que parece relacionan al presidente con la trama, o a la trama con el presidente.
Abundando en el tema: si el Supremo no cree a Ábalos, ni a su amigo Koldo, pero sí a su examigo Víctor de Aldama, al que, por cierto, no creen Sánchez ni sus ministros, podría significar que el Supremo tampoco creyera a Sánchez... Ordenen ustedes este jeroglífico.
El hecho de que en la última década el Congreso haya concedido los cuatro suplicatorios que le pidió el Tribunal Supremo para poder investigar y juzgar a cuatro diputados, y todos acabaran condenados, no intimida a los señalados, sabedores incluso de que el Alto Tribunal estudia ahora si llama a declarar a los otros dos aforados en este caso: Nadia Calviño y... Pedro Sánchez.
Llegados a este punto, imaginemos por un momento que, de indicios de lo que está sucediendo, el Tribunal Supremo llame a declarar a Pedro Sánchez Pérez-Castejón, acusado, por ejemplo, de fraude con dinero público, que el Supremo no le crea y que, posteriormente, solicite el suplicatorio al Congreso de los Diputados para juzgarle. ¿Interesante, no? Pues eso es, precisamente, lo que está en juego.
Simplificando: 1) se abre una hipotética investigación al presidente del Gobierno; 2) se pide el suplicatorio, 3) se vota en el Congreso de los Diputados, y 4) gracias a concesiones a determinados partidos “aliados”, en la mente de todos, se vota que “no” al suplicatorio.
Tendremos entonces, por un lado, a un juez que quiere investigar a un presidente del Gobierno; y por otro lado, tendremos a un poder político que, a través del poder legislativo, deniega el suplicatorio.
Otro as en la manga gubernamental es el de los plazos: el presidente del Congreso (la presidenta en este caso) deberá comunicar la decisión tomada a la autoridad judicial en un plazo de ocho días.
Pudiera ser que haya un “despiste” y no se cumpla, entonces el Congreso tendría que pronunciarse en el plazo de dos meses.
Pudiera ser que haya otro “despiste” y eso tampoco se cumpla, entonces la solicitud de suplicatorio sería denegada, el procedimiento judicial contra el parlamentario no puede continuar y la persona queda libre de la investigación. Objetivo cumplido y Sánchez for ever.
Este es el paraíso donde quiere ir el presidente. Ahí quiere ir, porque es ahí donde se quiere hacer fuerte, porque, a ver, ¿quién tiene la mayoría en el Constitucional? El PSOE. “¿De quién depende la Fiscalía, ¿eh?” De Pedro. ¿Quién preside el Tribunal Constitucional? Conde-Pumpido.
Entonces, ¿qué sucedería con los supuestos condenados? La respuesta para escépticos incorregibles está en los indultos de la macroestafa de los ERE.
Es el plan A, pero existe la inocentada de un plan B.
Si por aviesos designios del destino, los planes no salieran según lo previsto, el Presidente, que ya dio muestras de gran valor en Paiporta, está dispuesto a jugarse el todo por el todo con un plan alternativo y suicida que no es otro que fugarse de Moncloa, lugar insalubre lleno de pasos subterráneos, sótanos lúgubres, ratas caníbales, corredores electrificados, pozos con serpientes y tan solo una posible salida, parcialmente minada por la fachosfera.
Sobre la mesa, un plano extendido que estudian febrilmente sus 3 vicepresidentes, 22 ministros y 800 asesores (nada que ver con los 128 de Starmer en Reino Unido, con un 45% más de población), con un único objetivo: dar con la puñetera salida, donde le espera “su” Falcon para llevarle, a él y señora, directo a República Dominicana, como muy cerca.
Feliz Año Nuevo, Presidente.
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