La bolsa de ninis crece
La tasa de jóvenes de hasta 24 años que no estudian ni trabajan ha subido al 22 por ciento en España, el peor país tras Italia. Y la tendencia no mejora. Nadie hace caso a este problema
Un nuevo informe de la OCDE vuelve a dejar a los jóvenes de España en un pésimo lugar. De nuevo somos el segundo país de la OCDE, después de Italia, con mayor número de personas entre 18 y 24 años que no estudian ni trabajan. El 22 por ciento de nuestros jóvenes, calculado en cerca de un millón, son ninis sin apenas expectativas de continuar con su formación docente, ni siquiera en el ámbito de la FP, y sin facilidades para acceder al mercado laboral, incluido el menos cualificado. El dato refleja el estancamiento de una tendencia que, punto arriba, punto abajo, es demoledor porque permite llegar a la conclusión de que desde 2010 el panorama permanece invariable. Y eso a su vez demuestra que, siendo un problema de primera magnitud que haya un millón de nuestros jóvenes tan ocioso que ni siquiera piensa en cómo afrontar su propio futuro, lo grave es que ningún Gobierno ha hecho nada en todos estos años por revertir la estadística. La de una juventud mayoritariamente incierta y pendiente de empleos ocasionales y precarios, unida al invierno demográfico que vivimos, no parece ser una prioridad de los poderes públicos. Y ese es el auténtico drama de una sociedad en la que solo se prioriza la agenda ideológica de cada gobierno, y no la resolución de este conflicto de fondo.
Las advertencias y alertas de la OCDE parecen caer siempre en saco roto. Mientras el resto de países tienen en esa situación al 16 por ciento de sus jóvenes, y mientras la media total de la UE se rebaja incluso al 14, España no consigue doblar la curva por debajo del 22. Nuestras leyes educativas se basan en el sectarismo y no en la eficacia; la formación profesional es todavía una asignatura pendiente de nuestro mercado laboral; y algunas medidas impuestas por el Gobierno con un marcado cariz electoralista como la subida continua del salario mínimo interprofesional solo están contribuyendo a que la bolsa de ninis se amplíe. La carencia de un sistema educativo basado en potenciar la capacidad y el mérito, y la progresiva falta de motivación tanto del profesorado como del alumnado, tampoco invitan a pensar en positivo. De hecho, la nueva normativa tiende a evitar los suspensos casi por decreto, no castiga el absentismo escolar y huye de técnicas esenciales de aprendizaje como la memorización. No es un sistema ideado para competir, sino para resistir, con los problemas médicos y psicológicos añadidos que vienen diagnosticándose además en los últimos tiempos.
Si una sociedad elude el debate sobre cómo motivar, preparar y dejar a los jóvenes una sociedad mejor de la que heredaron sus mayores, solo se traiciona a sí misma. Compromete su futuro y deja en evidencia el discurso hueco de todos los Gobiernos de que somos un país de oportunidades. En 2007, los ‘ninis’ españoles estaban en la media de la UE, en el 13,8, pero después esa cifra se multiplicó. Y eso revela impotencia, indolencia e incapacidad. Sostener que tenemos a la juventud más preparada de nuestra historia es muy discutible, por políticamente incorrecto que sea afirmar esto. Y quienes defienden esa tesis, deberían explicar entonces por qué es cada vez mayor la frustración de tanto joven que ni estudia ni trabaja. Igualmente es absurdo dar crédito a la eterna excusa de la izquierda de que los jóvenes que sí compiten, que sí estudian, y que sí ambicionan un futuro mejor, son solo los adinerados que sojuzgan a los demás negándoles oportunidades. Ante la evidencia de los datos de la OCDE conviene más reactividad y menos resignación ideológica.
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