Sánchez se desconecta de España
Convirtió sus explicaciones sobre el espionaje del Gobierno en un ataque al CNI, al Tribunal Supremo, al PP y a Vox. Nunca ningún presidente ha degradado tanto las instituciones
LA comparecencia que ayer protagonizó Pedro Sánchez en el Congreso, teóricamente para dar explicaciones por el espionaje al independentismo con el ‘software’ secreto Pegasus, se convirtió en un mitin exculpatorio de sí mismo y de su Gobierno, y en un ataque extemporáneo al CNI, al Tribunal Supremo, al PP y a Vox. Parecía más que Sánchez estaba en el debate sobre el estado de la nación, que sigue sin convocar, que en una comparecencia parlamentaria con todos los partidos en su contra. Para Sánchez, los únicos escándalos en democracia son solo los que protagonizan otros, porque él es el auténtico intérprete de lo que debe ser el Estado en términos políticos, económicos, de seguridad, educativos, de defensa, de influencia exterior… Él es la garantía del bien común.
Sin embargo, fue una comparecencia impropia de un presidente que se digne de serlo. Se limitó a cultivar su narcisismo y se marchó sin dar una sola explicación. Ni plausible, ni no plausible. Se rió del Parlamento, echó balones fuera, comprometió al CNI, donde el malestar es creciente, humilló al Estado asegurando que el Gobierno no conoce ni decide sobre las cuestiones operativas de los servicios secretos, y mendigó la colaboración del mismo independentismo al que legítimamente investigó el Estado. Por cierto, por orden y decisión del Gobierno, diga lo que diga Sánchez, porque cualquier otra versión es incompatible con la lógica.
Lamentablemente, Sánchez se inclinó una vez más ante quienes condicionan la gobernabilidad del Estado para desestabilizarlo como paso previo a su desmontaje. Son partidos minoritarios, odiadores de España y despreciativos con la soberanía nacional, e inexplicablemente consiguen mucho más de lo que su exigua representación parlamentaria merece. Por eso, el Sánchez más claudicante de toda la legislatura anunció que modificará la ley del CNI y la norma que regula los secretos oficiales. Y todo, a la medida de partidos como el PNV, ERC, Podemos o Bildu. Bajo la coartada de pretender mejorar la seguridad del Estado, el nacionalismo excluyente podrá acceder sin dificultad a los secretos de Estado, precisamente para jugar con ventaja cuando diseñe, como promete, nuevas operaciones golpistas. Es esta desproporción entre el número de escaños y el peso real de poder de estos partidos lo que ha debilitado al Estado como jamás había ocurrido hasta ahora en democracia. Yel PSOE asiente.
Cabe preguntarse si esto ocurre solo porque Sánchez depende de esos partidos, o si también ocurre por mera convicción del presidente en su ánimo constante de degradación de las instituciones. Ayer lo dejó claro: tras intervenir la Fiscalía, la Abogacía del Estado, el Tribunal de Cuentas, el Consejo de Estado, buena parte de la Justicia, el CIS o la televisión pública, o tras sus presiones para someter al TC para que bendijesen sus abusos legislativos, ahora no ha tenido reparo en fulminar el crédito del CNI. No dio ni una sola explicación de la destitución de Paz Esteban, cuestionó el papel del magistrado del Supremo que autoriza operaciones del CNI, y arremetió contra el PP o Vox con argumentos peregrinos sobre la corrupción o el fascismo. Sánchez no ha aprendido aún que todo eso ha dejado de rentarle. Y que mentir en el Parlamento no le sirve para nada más que para mantener vivo el teatro conjunto con el separatismo, simulando fracturas cuando en realidad consagra cada día una alianza contra la estabilidad de España. Su desconexión de la realidad es total.
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