El aborto no puede entenderse como un derecho
El borrador del fallo del Tribunal Supremo de Estados Unidos contra la sentencia que en 1973 reconoció el aborto como un derecho de la mujer -presunta libertad que quedaría anulada tras esta revisión- va a obligar al Capitolio, ahora partido en dos y a seis meses de ser renovado, a legislar sobre una lacra social cuyo coste en todo el mundo resulta incalculable. Lo que la revolución sexual de la década de los sesenta entendió como liberación, manifestación de progreso ligada al feminismo, no es sino el simple descarte de una vida humana, aceptado como derecho individual a partir de dogmas superados por la ciencia y contrarios a la ética. Nuestro propio Tribunal Constitucional lleva doce años retrasando su dictamen sobre el encaje legal de una práctica que la sociedad, no solo española, ha aceptado como mero factor de sostenibilidad de un bienestar al que no quiere renunciar, sacrificando por el camino la vida de los más inocentes y la propia dignidad humana, por encima de credos o ideologías.
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