EE.UU. mantiene a España como socio de segunda pese al giro del Sahara
Biden se reúne en Bruselas con Macron y Draghi, y solo saluda brevemente a Sánchez; su secretario de Estado visita Argelia y Marruecos, pero no España
El Gobierno estadounidense consolida al reino de Mohamed VI como socio geoestratégico para el Mediterráneo
A apenas diez días del envío a Mohamed VI de la carta con la que Pedro Sánchez se alineó formalmente con Estados Unidos en el reconocimiento de la soberanía marroquí del Sahara Occidental, Washington no se da por aludido. Ante la carta de Sánchez, que hace de España el segundo país del mundo tras EE.UU. en reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, Washington mantiene silencio pero demuestra su postura con acciones.
El jefe diplomático norteamericano, Antony Blinken, comienza mañana una gira que le llevará a dos de los países involucrados en esta polémica, Marruecos y Argelia, pero de momento no prevé parar en España para verse con su homólogo en Madrid. Este es el primer viaje de Blinken a Marruecos.
Hasta la fecha, no ha visitado España como secretario de Estado de Joe Biden. Este último estuvo ayer en Bruselas, y aparte de sus reuniones en el marco de la OTAN, el G-7 y el Consejo Europeo, sí tuvo tiempo de reunirse con varios homólogos, incluidos los de Francia e Italia, pero no con el español, con quien sólo participó en una breve conversación informal y con otros primeros ministros presentes tras el Consejo Europeo.
La subsecretaria de Estado para la zona de Oriente Próximo y el Magreb, Yael Lempert, dijo el jueves que la prioridad de este viaje será reforzar las relaciones diplomáticas de Israel con los vecinos árabes que le han reconocido, contener el expansionismo ruso y coordinar medidas para contener el radicalismo islámico. Lempert no mencionó ni en una sola ocasión el problema del Sahara, a pesar de que Blinken va tanto a Marruecos como a Argelia, que no reconoce ninguna competencia de Marruecos en el territorio y ampara al denominado Frente Polisario, que busca la independencia de esa región.
Lo cierto es que el equilibrio de Biden con Marruecos es precario. Ese país es uno de sus socios preferentes en el norte de África, y al presidente le es harto complicado revocar el reconocimiento a su soberanía sobre el Sahara Occidental, que Trump hizo apenas un mes antes de salir de la Casa Blanca, en diciembre de 2020. Desde que asumió la presidencia, el demócrata ha mantenido ese reconocimiento, porque iba ligado a que Marruecos enviara a Israel una misión diplomática y hubiera relaciones bilaterales. Pero eso le ha granjeado a Biden duras críticas por parte del ala izquierda de su propio partido.
De momento, la Administración Biden prefiere esquivar el asunto cuando le es posible, pues se arriesga a una crisis en un Capitolio en el que las mayorías demócratas son muy precarias.
Las presiones
El 3 de marzo, 11 diputados demócratas le mandaron a Biden una carta en la que le instaban a que revocara esa decisión, es decir, que hiciera justo lo contrario de lo que ha hecho ahora Sánchez. Entre los remitentes se encuentra Joaquín Castro, diputado de Texas que es presidente honorífico del US-Spain Council, la organización homóloga de la Fundación Consejo España-Estados Unidos que se encarga de fomentar vínculos entre ambos países. La carta afirmaba: «EE.UU. tiene un papel fundamental que desempeñar en esta larga disputa. Esperamos que pueda garantizar que el pueblo saharaui pueda vivir en libertad, dignidad y paz, y pueda ejercer su derecho inalienable a la autodeterminación».
También pedían los diputados a la Casa Blanca que se asegurara de que un envío de armas de EE.UU. a Marruecos con un coste de 1.000 millones de dólares (900 millones de euros aproximadamente) no se emplearán en «modo ofensivo contra el pueblo saharaui o pueda facilitar de otro modo la ocupación ilegal de ese territorio». En esa remesa se integran drones MQ-9B SeaGuardian, Hellfire y Paveway, y munición de ataque directo conjunto, que reemplaza las bombas de caída libre con un GPS adaptado.
La presión a Biden también le llega del Senado, cámara en la que el presidente necesita todos los votos de su partido para poder aprobar sus reformas. De hecho el senador Patrick Leahy anunció el 17 de marzo que a diferencia de en ejercicios anteriores, las partidas presupuestarias del Capitolio en materia de asistencia exterior no incluyen las destinadas al Sahara Occidental dentro del apartado relativo a Marruecos.
Blinken, el secretario de Estado norteamericano, comienza su gira en Israel y Cisjordania, y de allí viajará a Marruecos, donde se verá con el ministro de Exteriores de ese país, Nasser Bourita. Después parará en Argelia, donde conversará con el presidente, Abdelmadjid Tebboune y el ministro de Exteriores, Ramtane Lamamra.
En lugar de Blinken, ha visitado Madrid la subsecretaria de Estado Wendy Sherman, en un viaje este mismo mes que le llevó también a Marruecos, Argelia, Turquía y Egipto. En su encuentro con el ministro de Exteriores marroquí, Sherman dijo, según un comunicado del departamento de Estado, algo muy similar a lo que figura en la carta enviada por Sánchez a Mohamed VI: «La subsecretaria señaló que seguimos viendo el plan de autonomía de Marruecos como serio, creíble y realista, y un acercamiento posible para satisfacer las aspiraciones del pueblo del Sahara Occidental».
Sánchez, en la última fila
Si Sánchez quería congraciarse con Biden con su carta, no logró ayer ni siquiera una reunión durante la visita del presidente norteamericano a Bruselas, y se tuvo con conformar con un breve e informal saludo junto a otros primeros ministros y presidentes en el Consejo Europeo. La prioridad era Ucrania, y Biden se centró en sus reuniones en el marco de la Alianza Atlántica, el G-7 y el Consejo de Europa. En la foto de familia de los líderes de la OTAN, Sánchez quedó relegado a la última fila, en una esquina, en un breve acto en el que Biden quiso acercarse y saludar directamente a sus homólogos de Francia, Emmanuel Macron; Reino Unido, Boris Johnson; Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y Estonia, Saja Kallas. Sólo se saltó Biden la agenda para verse brevemente primero con el primer ministro japonés, Fumio Kishida, para hablar del lanzamiento de misiles balísticos por parte de Corea del Norte, y después con el francés Macron y el italiano, Mario Draghi, para tratar sobre Rusia.
Fuentes diplomáticas consultadas por ABC corroboran su preocupación por que España no sea tenida en cuenta en ese tipo de reuniones: «No vale la excusa de no pertenecer al G-7». Eso sí, encuentran la explicación en el hecho de que el Gobierno de coalición PSOE-Podemos haya tenido dos voces en asuntos como el del Sahara, el apoyo al envío de armas a Ucrania, la idoneidad de la celebración de la Cumbre de la OTAN en Madrid (29-30 de junio) o en otros asuntos como Venezuela o Cuba.
«El hecho de que la política exterior no sea, aunque debiese serlo, una política de Estado en España también es un menoscabo para nuestros intereses», aseguran las mismas fuentes. «Que PP y PSOE no vayan de la mano, o al menos en grandes temas de la mano es otro hándicap», aseguran.
¿Por qué España no cuenta? Otras fuentes son más realistas: «Debemos jugar en primera división, y optar a ello, pero la Champions League... como que no estamos por escasa proyección militar a la hora de la verdad y relevancia económica», confiesan. Destacan que apenas a tres meses de que se celebre la Cumbre de la Alianza Atlántica en Madrid «no es lógico que no haya habido una foto conjunta en Bruselas entre Sánchez y Biden».
Como con Trump
A pesar del cambio de Donald Trump a Biden, la Casa Blanca ha mantenido su hábito de no consultar a España en asuntos que tradicionalmente habían sido de interés común, sobre todo el cambio democrático en Cuba y Venezuela. Recientemente, Biden envió a dialogar con el dictador venezolano, Nicolás Maduro, a una delegación encabezada por su máximo asesor para América Latina, Juan S. González. Ahora, Washington estudia levantar sanciones para la producción de crudo en ese país caribeño, algo que puede acabar beneficiando no sólo a las petroleras estadounidenses como Chevron, sino también a la española Repsol. Tras aquella visita, sin embargo, no ha habido un contacto bilateral y público con España.
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