Los guardianes de La Palma tras el día 1 del final: «No me gustaría irme sin ver esto resuelto»
La Palma, día 1 tras el fin de la erupción del volcán. La pesadilla ha terminado para la población y también para los que hicieron posible que la tragedia natural no se cobrara también víctimas mortales. Ellos fueron durante 85 días los guardianes de la isla y, por extensión, de los palmeros
La erupción del volcán de Cumbre Vieja se declaró oficialmente terminada el pasado 25 de diciembre, día de Navidad.
Si bien algunos vecinos aseguran estar aún en un mal sueño, muchas personas velaron por despertarlos de la pesadilla...Personas que no se quieren marchar, personas que seguirán ahí acompañándoles como guardianes, tal como hicieron durante 85 días.
Miembros del Instituto Geográfico Nacional, de la Unidad Militar de Emergencias, de la Guardia Civil, de la Policía, de Cruz Roja, psicólogos, civiles...Formaron un escudo frente al volcán; son héroes sin capa que llegaron de todos los puntos de la geografia española para entragarse a la protección de los palmeros.
Estas son sus historias...
María José Blanco, responsable del Instituto Geográfico Nacional de Canarias: «Echo de menos hasta el olor pero esto tenía que acabar»
María José Blanco sale de la oficina que el Instituto Geográfico Nacional (IGN) tiene en Tajuya, donde está el famoso mirador en el que miles de personas (y muchos medios) se agolpaban a ver el volcán.
Se detiene y mira al volcán con una mezcla de nostalgia y felicidad. Se siente rara. No hay olor, no hay sismos, no hay colada incandescente... El volcán que fue una ‘fiera’ durante 85 días ahora se muestra sumiso, humeando tímidamente. «A veces echo de menos hasta el olor pero esto tenía que acabar, ha hecho mucho daño». Cuando se le pregunta qué siente al verlo tan silencioso, tan calmado, no duda en encontrar la respuesta: «Tranquilidad».
Sin embargo, ella sigue con una energía enorme en el cuerpo, como la que tuvo el volcán todo este tiempo y le cuesta quedarse quieta. Recibe a ABC, y al ver tantas pantallas encendidas (una que muestra lo que ve una cámara térmica, otra que mide las deformaciones de la superficie del suelo) parece que sigue vigilando el volcán (que también) pero en realidad confiesa que se puso a limpiar y a quitar ceniza. «Es que tengo que hacer algo, tengo mucha energía encima», dice. Relata que todavía, cada mañana, lo primero que hace de forma inconsciente es levantarse y mirar la página del IGN para ver las novedades y se dice a sí misma: «¿Qué haces María José?, ¡si no hay deformaciones!».
Esta madrileña que lleva años en las islas, es una apasionada de la Geofísica y, sobre todo, de los terremotos. Su tesis se centró en la tomografía sísmica, «algo así, como hacerle un TAC a un sismo», ejemplifica. Reconoce que si bien esto es su pasión pesa siempre más la parte emocional y la implicación que estos puedan tener sobre las personas. «Los fenómenos naturales son espectaculares, y este volcán lo fue, pero pesa siempre más la parte humana».
Cuando estalló la erupción, el pasado 19 de septiembre, ella estaba haciendo la maleta para ir a la Palma. «Lo primero que pensé fue: ¡cómo no estoy ahí ya!». También le sorprendió que el volcán explotara tan cerca del sitio donde ellos habían calculado, al este de Las Manchas. «Puede que la población no lo percibiera así, pero a nivel científico ha habido mucha precisión». Llegada a la isla, Blanco sabía que vendrían días duros: apenas ha dormido, ha trabajado sábados, domingos y festivos, al principio hasta perdió el apetito pero su balance es positivo. «Siento una satisfacción enorme, porque pudimos darle a la sociedad palmera una respuesta adecuada. Una sociedad que ha sufrido porque el volcán entró en erupción en una zona poblada». Blanco es humilde y habla siempre en plural, del trabajo en equipo y pese a haber sido la cara del volcán, junto a su compañera del IGN, Carmen López, señala que las cosas salieron bien por la experiencia acumulada.
«Aprendimos mucho todo este tiempo. Vivimos también la erupción de El Hierro, en octubre de 2011, aunque este fue distinto. La erupción fue submarina, así que no había destrucción a su paso, como con este». Blanco deja la entrevista para seguir trabajando, habla de otros volcanes con sus compañeras y, también le queda tiempo para ordenar la oficina ante la visita prevista para hoy del presidente.
Teniente Coronel de la UME, José Alberto Gallego: «No me gustaría irme sin ver esto resuelto»
El teniente coronel de la Unidad Militar de Emergencias, José Alberto Gallego, llegó a la Palma el 20 septiembre, tan solo 24 horas después de la erupción. Tenía a su cargo nada menos que a una media de 240 militares, entre los de la UME y el Ejército de Tierra. Tras activarse la UME en La Palma, tan solo 30 minutos después de la terrible explosión, se desplegó Gallego con el 2º Batallón de la UME, que tiene una de sus bases en Sevilla. Allí vive Gallego y, aunque reconoce que echa de menos a su familia reconoce no oculta su ferviente deseo de quedarse en la isla hasta ver que todo esté resuelto.
La UME ha desarrollado en La Palma, desde que llegó, un trabajo inmenso: equipos encargados de medir los gases, de vigilar las coladas, de hacer volar drones, de apoyo psicológico, de acompañamiento a la gente en los desalojos de sus hogares y hasta de extinción de incendios (este último finalmente se desactivó).
Gallego estuvo en la Operación Balmis, que fue la que le hizo frente a lo peor del Covid, cuando los militares entraban a las residencias a recoger cadáveres, «más condicionante a nivel emocional y donde por mucho que hicieras seguías aumentando los muertos», recuerda y también fue parte de la supervisión en la inclemente Filomena. Asegura que esta emergencia, la del volcán, ha sido distinto a todo. «La gente que sufre una riada o una nevada puede llegar a recuperar sus casas pero aquí han quedado hogares sepultados. Ha sido una emergencia devastadora aunque más lenta lo que ha permitido evacuar. También ha tenido un factor muy grande de incertidumbre, nadie sabía para dónde iría determinada colada al día siguiente…Nadie se vio en esto pero estábamos preparados», dice sin ocultar el orgullo que siente al hablar de la UME.
Teniente Coronel de la Guardia Civil, Juan Carlos Lafuente: «Era imposible luchar contra un volcán»
El jefe del dispositivo de seguridad de la Guardia Civil en la emegencia, el teniente coronel Juan Carlos Lafuente, vio casi el volcán explotar en directo. El Instituto Armado fue contactado unos días antes de la erupción, el 13 de septiembre, cuando los científicos informaron de la ocurrencia de un enjambre sísmico. Lafuente sobrevoló el volcán cuando este llevaba tan solo hora y media echando lava. «Fuimos en helicóptero y justo antes de aterrizar ya sobrevolamos el volcán, que llevaba hora y media echando lava: vimos dónde estaba la boca y pudimos reconocer por dónde iba a caer la colada. Nunca vi nada igual», narra Lafuente a ABC. Pero coincide, como todos, en que lo más impactante ha sido su poder destructivo: «Las coladas arrasaron con todo, sin piedad, todo lo que cogían lo destruían...», recuerda con pena.
La Guardia Civil se desplegó prácticamente al completo: «Mandamos gente del Seprona, de montaña, guía s de perros, unidad de drones….Fuimos acumulando gente para que el dispotivo fuera lo más completo posible», narra el teniente coronel que calcula que el mximo número de efectivos que estuvieron trabajando a la vez superó los 300. Sin embargo, reconoce tener una sensación algo agridulce respecto al trabajo. «El dispositivo de seguridad ha funcionado, la coordinación también, ha habido un esfuerzo grande pero siempre nos quedaba la espina de que no podíamos hacer nada contra el volcán, era imposible luchar contra él... Es una sensacion agridulce, hemos aprendido mucho pero a la vez estamos triste porque habríamos deseado no tener que haber aprendido de esto».
Blanca Bashore: «Lo más duro era ver a la gente despedirse de sus casas»
La capitán Blanca Bashore Acero tiene solo 29 años pero transmite una apabullante entereza. A la psicóloga de la Unidad Militar de Emergencias (UME) le ha tocado ‘el más difícil todavía’: apoyar a la gente que iba a recoger los enseres de unas casas que, en la mayoría de los casos, no volverían a ver nunca más en sus vidas. «Nos dimos cuenta de lo importante que era el apoyo psicológico y por eso nos integramos con el resto del equipo para acompañar a la gente a evacuar. Ha habido momentos de mucha dureza», reconoce esta madrileña de padre estadounidense.
Su objetivo en La Palma fue diferente al resto de psicólogos. Los profesionales del Colegio de Psicólogos de Tenerife y de Cruz Roja ayudaban fuera de la zona de exclusión, pero ella estaba en la zona prohibida en los peores momentos. «Las situaciones se quedan todas en la mente, me acuerdo de todas las familias y si tuviese un mapa reconocería cada casa en la que estuve. Ha sido una tragedia que, en muchos casos, terminó de colmar el vaso», relata. ¿Por qué? Porque muchas personas traían en las espaldas un pasado de por sí duro. «No solo sufrían el drama de la pérdida de sus hogares sino también mucha gente ya estaba en una situación de vulnerabilidad: fallecimientos por el Covid, dificultades económicas...», narra desde el acuartelamiento El Fuerte, donde recibe a ABC y vive con sus compañeros, a los que también presta ayuda psicológica si la precisan. De hecho, este lugar ubicado en Santa Cruz de La Palma, también cobijó a muchos desalojados.
Muchos militares no dudan en afirmar que lo peor que vivieron fue la pandemia de Covid, sobre todo la primera ola, pero ella habla desde el oficio y matiza que no hay peor sufrimiento que otro: «No me gusta comparar situaciones aunque sí es cierto que en este caso afortunadamente no ha habido muertes». Desde su punto de vista, lo peor que les tocó vivir a los palmeros fueron los 85 días de incertidumbre, algo que ahora empieza a desaparecer. «Es para ellos un momento de cierre, porque el volcán se ha apagado y ahora comienza una nueva etapa», explica.
Durante los meses que estuvo en La Palma (octubre y diciembre) Bashore Acero vio ataques de ansiedad, llantos y hasta personas que llegaban a casa a llevarse sus recuerdos y perdían la orientación. «Nuestra estrategia en esos momentos fue fomentar un rol activo para evitar el bloqueo emocional. Que la gente intentara ser consciente de lo que hacía y pudiera sacar sus recuerdos de casa», relata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario