El Papa Francisco: «Es triste ver a una familia en la mesa y cada uno con su móvil, sin hablar con los demás»
Ha denunciado en el Ángelus el «invierno demográfico» como una «tragedia» contra la patria
Escribe una carta a todas las familias en la que también se dirige a los separados
Francisco ha enviado a las familias de todo el mundo un mensaje cargado de optimismo y realismo durante el Ángelus celebrado este domingo. Como hoy la Iglesia Católica celebra la fiesta de la Sagrada Familia, el Papa ha pedido no idealizar la historia de Jesús, María y José, pues «no era la Sagrada Familia que sale en las estampitas». Naturalmente, como a cualquier familia, «no todo les va bien: tienen problemas inesperados, angustia, sufrimiento. Perdieron a Jesús y lo buscaron agobiados hasta que lo encontraron tres días más tarde» y cuando le pidieron explicaciones, su hijo les respondió de un modo que les dejó desconcertados.
La clave según el Papa, es dialogar, «hablar en familia, en la mesa, entre padres e hijos, entre hermanos, con los abuelos».
«Es peligroso cuando, en lugar de escucharnos, nos echamos la culpa», ha avisado el Papa. Es peligroso «cuando, en lugar de preocuparnos por los demás, nos fijamos en lo que necesitamos nosotros; cuando, en vez de hablar con los demás, nos aislamos con nuestros móviles -es triste ver a una familia en la mesa y cada uno solo con su móvil en la mano, sin hablar con los demás-; cuando nos acusamos con las mismas frases de siempre», ha listado.
«Cada día, en la familia, tenemos que aprender a escucharnos y entendernos, a afrontar los conflictos y las dificultades. Este reto diario se vence si adoptamos la actitud adecuada, pequeños detalles, gestos sencillos, cuidando nuestras relaciones», ha subrayado el Papa. «Os repito un consejo», ha dicho el Papa apartándose del texto que tenía preparado. «No os vayáis a dormir sin haber hecho las paces, porque si no al día siguiente habrá una «guerra fría» peligrosa que dará pie a una historia de reproches y de resentimientos».
«¡Cuántas veces los conflictos nacen y aumentan por silencios demasiado prolongados y por egoísmos desatendidos dentro del hogar! A veces incluso se llega a la violencia física y moral», ha lamentado. El Papa ha dicho que la familia es «nuestro tesoro», y que todos y cada uno, «padres, hijos, Iglesia, sociedad civil» deben comprometerse a «apoyarla, defenderla y preservarla».
Ha añadido que es posible que «no hayamos nacido en una familia excepcional y sin problemas, pero es nuestra historia -cada uno debe pensar: es mi historia-, son nuestras raíces: ¡si las cortamos, la vida se seca!», ha lamentado.
«Dios no nos creó para ser líderes solitarios, sino para caminar juntos. Dios piensa en nosotros y nos quiere juntos: agradecidos, unidos, capaces de conservar nuestras raíces», ha añadido. Por eso, Francisco también ha propuesto a los esposos «el esfuerzo de rezar un poco juntos para pedir a Dios el don de la paz en la familia».
«Invierno demográfico»
«Y hablando de la familia, me viene a la mente algo que me preocupa mucho al menos aquí en Italia: el invierno demográfico», ha explicado Francisco. «Parece que muchos han perdido la aspiración de tener hijos, y muchas parejas prefieren quedarse sin hijos o con uno solo».
«Es una tragedia que va en contra de nuestras familias, de nuestra patria e incluso de nuestro futuro», ha asegurado. «Hagamos todos lo que podamos para superar este invierno demográfico», ha pedido.
El Ángelus ha sido el prólogo a una breve carta que hoy ha enviado el Papa a todas las parejas del mundo y que se enmarca en el año especial «Familia Amoris laetitia», que comenzó el pasado 19 de marzo y se clausura el próximo 26 de junio, con un Encuentro Mundial de las Familias que tendrá lugar en Roma.
En el breve texto, Francisco recuerda a los esposos que «el paso de los días, la llegada de los hijos, el trabajo, las enfermedades son circunstancias en las que el compromiso que adquirieron el uno con el otro hace que cada uno tenga que abandonar las propias inercias, certidumbres y zonas de confort». «Dios os acompaña en este viaje, os ama incondicionalmente, ¡no estáis solos!», escribe.
Les habla de los hijos y de cómo «educar es estar presentes de muchas maneras, de tal modo que los hijos puedan contar con sus padres en todo momento», asegura. Se trata de transmitirles «una seguridad que los ayude a experimentar la confianza en ustedes, en la belleza de sus vidas, en la certeza de no estar nunca solos, pase lo que pase».
Matrimonios y confinamiento
Entre las dificultades concretas que menciona el Papa, recuerda que la pandemia y sus cuarentenas supusieron «un especial ejercicio de paciencia, pues no es fácil estar juntos toda la jornada cuando en la misma casa se tiene que trabajar, estudiar, recrearse y descansar. Que el cansancio no les gane, que la fuerza del amor los anime para mirar más al otro —al cónyuge, a los hijos— que a la propia fatiga», propone.
El Papa subraya que «para algunos matrimonios la convivencia a la que se han visto forzados durante la cuarentena ha sido especialmente difícil. Los problemas que ya existían se agravaron, generando conflictos que muchas veces se han vuelto casi insoportables. Muchos han vivido incluso la ruptura de un matrimonio que venía sobrellevando una crisis que no se supo o no se pudo superar». «A estas personas también quiero expresarles mi cercanía y mi afecto», escribe.
«La ruptura de una relación conyugal genera mucho sufrimiento debido a la decepción de tantas ilusiones; la falta de entendimiento provoca discusiones y heridas no fáciles de reparar. Tampoco a los hijos es posible ahorrarles el sufrimiento de ver que sus padres ya no están juntos. Aun así, no dejen de buscar ayuda para que los conflictos puedan superarse de alguna manera y no causen aún más dolor entre ustedes y a sus hijos», les pide.
«Recuerden que el perdón sana toda herida. Perdonarse mutuamente es el resultado de una decisión interior que madura en la oración, en la relación con Dios, como regalo que brota de la gracia con la que Cristo llena a la pareja cuando lo dejan actuar», asegura.
Francisco saluda también «a los abuelos y las abuelas que durante el tiempo de aislamiento se vieron privados de ver y estar con sus nietos, y a las personas mayores que sufrieron de manera aún más radical la soledad». Les dice que «la familia no puede prescindir de ellos, pues son la memoria viviente de la humanidad».
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