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domingo, 26 de diciembre de 2021

ALIN CHAN DIJO "LA COVID PODRÍA VENIR DEL LABORATORIO DE WUHAN"

 

Fue la primera científica que lo dijo: «La Covid podría venir del laboratorio de Wuhan». Esta bióloga molecular del MIT y Harvard alertó al mundo hace año y medio, pero nadie la creyó. Desdeñada como teoría de la conspiración, su hipótesis, sin embargo, ahora es tomada muy en serio. Y no solo señala a China. Habla de una responsabilidad global.

La doctora Alina Chan tiene previsto cambiarse de nombre. Quiere desaparecer para asegurarse de que no le pasa nada malo. Chan defiende –y lo lleva haciendo desde mayo de 2020– que no podemos estar seguros de que el virus SARS-CoV-2 no saliera del Instituto de Wuhan, especializado en coronavirus de murciélagos, a pocos kilómetros del punto en el que se dieron los primeros casos. Sus argumentos le han valido amenazas de muerte, insultos de los medios chinos y la repulsa de prestigiosos científicos occidentales. Ahora publica un libro, junto con el especialista en temas científicos Matt Ridley, donde explica sus investigaciones sobre los orígenes del SARS-CoV-2.

Cuando Chan dijo por primera vez que el SARS-CoV-2 podía haber surgido de un laboratorio, los virólogos más prestigiosos lo descartaron como una fantasía. Hoy, en cambio, y en parte gracias a Chan, cada vez más personas lo ven como una hipótesis plausible.

«Con este libro trato de poner punto final a este capítulo de mi vida. Todo este trabajo ha sido muy gratificante, pero agotador… y aterrador. No me veo con fuerzas para seguir», explica vía Zoom desde su casa en Massachusetts.

Cuando China describió el SARS-COV-2, omitió su característica más chocante y la que lo hace extraordinariamente contagioso entre humanos. "Es como describir un unicornio y no mencionar su cuerno", dice la doctora

Sus amigos le advierten de que se ha ganado demasiados enemigos. La avisan de que la publicación de Viral: the search for the origin of COVID-19 ('Viral: una investigación del origen de la COVID-19') tendrá consecuencias: ya puede despedirse de recibir becas y de que se publiquen sus nuevas investigaciones. «Por no hablar de la preocupante reacción del Gobierno chino, que no me deja dormir. Doy por sentado que estoy en una lista negra. Así que es mejor que me cambie el nombre».

Una colaboración científica global

«Tras la publicación del artículo –cuenta Chan–, me llegaron incontables mensajes en chino de gente que me acusaba de traición a nuestra raza y me decían que merecía morir. Prefiero no hablar del tema para no preocupar más a mi familia, pero la idea de que solo podemos investigar fugas de laboratorio en países occidentales, y no en los asiáticos, porque sería una muestra de racismo es para mí algo acientífico. Me da risa solo de oírlo».

Según agrega, si la hipótesis de la fuga de laboratorio resulta cierta, las naciones occidentales también van a tener su parte de culpa. «Siempre habrá quien diga que la culpa es de los chinos, pero esto va más allá. Los científicos de Wuhan lo hacían en colaboración con colegas de África, América y Europa. Hablamos de una colaboración científica a escala global –señala Chan–. Debemos realizar una investigación creíble, establecer una comisión cuya neutralidad esté fuera de dudas, preguntar a todos a fondo para ver qué saben y sacar a la luz todas las comunicaciones y documentos que puedan ser de utilidad».

Después de que la prensa del mundo entero se hiciera eco de su tuitorial inicial, Chan se convirtió en el centro de todas las miradas. «Durante esos cinco o seis días apenas dormí un par de horas. Me decía que mis colegas y yo habíamos cometido un suicidio profesional». Pero Chan siguió investigando. En una entrevista con la MIT Technology Review se describía a sí misma como «una mosca cojonera por naturaleza».

En 2018, la organización norteamericana EcoHealth, vinculada al Instituto de Wuhan, pedía dinero para crear virus con modificaciones genéticas que aumentaran exponencialmente su capacidad de contagio entre humanos

«Tengo por costumbre pensar en las consecuencias a largo plazo; el cortoplacismo no me interesa –indica ahora–. Sí, claro, estoy pagando un precio por hablar de una posible fuga de laboratorio, pero si nadie da la alarma sobre un virus que ha matado a millones de personas, y que quizá tuvo origen en un accidente de laboratorio, volveremos a encontrarnos con lo mismo. Estamos creando un precedente para conductas temerarias y que sigan dándose accidentes causantes de pandemias».

Chan comparte un dato que a ella le parece revelador. En septiembre, el portal The Intercept publicó una noticia sobre la solicitud de cierta beca científica que lo llevó a decantarse por la explicación de la fuga de laboratorio. La solicitud en cuestión deja claro que, en fecha tan temprana como marzo de 2018, EcoHealth Alliance y sus colaboradores –entre ellos, el Instituto de Wuhan– tenían previsto crear nuevos genomas de virus similares al SARS. El objetivo era introducir lo que un especialista llamaba «nuevos puntos de escisión de furinas», fragmentos de material genético susceptibles de aumentar de forma exponencial la capacidad del virus para infectar células humanas. En otras palabras: estaban pidiendo dinero para crear virus similares al futuro SARS-CoV-2.

Temerarias cacerías de patógeneos

La solicitud, efectuada a un organismo de investigación de las Fuerzas Armadas estadounidenses, fue rechazada. Pero Chan sigue considerándola significativa. «Indica que los científicos de Wuhan, dos años antes de la pandemia, tenían los medios para generar un virus de esta clase». Lo que tampoco supone una prueba definitiva. «No. Pero sí es la prueba de que lo pudieron fabricar. Es muy plausible que el virus apareciese a partir del trabajo realizado en Wuhan».

Si se llegara a confirmar que el virus salió de allí, las consecuencias geopolíticas serían inmensas, pero Chan también está interesada en la adopción de medidas eficientes. Para empezar, habría que poner fin a prácticas que ella considera temerarias.

Por ejemplo, la modificación de virus en laboratorio para hacerlos más peligrosos y acabar con esas cacerías de patógenos que llevan a cabo los científicos de Wuhan, una labor que obliga a la recolección de muestras de sangre o heces de murciélagos u otros animales para llevarlos a laboratorios que están en grandes núcleos urbanos.

«No lo entiendo –dice Chan–. ¿Tanto cuesta trasladar estos centros a áreas despobladas, con buenos protocolos de cuarentenas que se apliquen cada vez que un científico solicite volver a una zona metropolitana? ¿O será necesaria una segunda pandemia para que estas investigaciones tengan lugar de forma más transparente y segura?».

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