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martes, 21 de septiembre de 2021

SALIR CON LO PUESTO CUANDO EL LAVA LLEGA.

 Salir con lo puesto cuando llega la lava: «Papá, no olvides los papeles importantes»

Los vecinos se afanan en sacar sus últimas pertenencias antes de que la lava arrase esta pedanía de La Palma

Con el rugido constante del Cumbre Vieja como recuerdo de la amenaza y la ceniza cubriéndolo todo, los vecinos de Todoque se afanan en sacar de sus casas lo poco que pueden cargar en un par de furgonetas. Son, por ahora, los últimos de los casi 6.000 desalojados que deja la erupción de La Palma. Saben que en unas horas, la lengua de material volcánico que avanza hacia el mar convertirá su pueblo de 1.200 habitantes en historia.

Hasta la lava comenzó a devorar Todoque, solo se podía entrar a esta pedania escoltado por los servicios de emergencias. A dos kilómetros de la zona cero, en la Laguna, donde la ceniza suspendida en el ambiente empieza ya a advertir al visitante de que entra en territorio del volcán, bomberos y protección civil tratan de organizar las entradas escalonadas de las furgonetas que cargan los recuerdos de una vida.

Aún resiste, en el centro del pueblo, la Iglesia. Al menos han podido rescatar todo lo que había en su interior, aunque haría falta un milagro para que se mantuviese en pie. En las calles aldeañas, todo es desolación y un ir y venir de furgonetas de la UME, protección civil y particulares. Pequeños negocios, el bar, la asociación de vecinos de la zona… Todo vacío. Un grupo de jóvenes, al borde de las lágrimas, carga en el coche ropa y muebles. Tras cinco minutos de trajín, los bomberos piden a todos despejar la zona corriendo. Y los sollozos, en medio de la carrera, se convierten en lágrimas vivas. De rabia, de impotencia. No pueden sacar nada más.

Otros tienen más suerte y pueden cerrar la puerta de su domicilio con llave, tras recoger ropa, televisores, colchones, electrodomésticos...«Que no se te olviden los papeles importantes, papá», pide uno de los vecinos. «Quiero dar un abrazo enorme a todos esos vecinos y conocidos que se han quedado ya sin casa. Somos casi hermanos ya, aunque antes nos veíamos de vez en cuando, ahora el volcán nos ha unido y somos todos una piña y nos ayudamos», cuenta entre orgulloso y emocionado su progenitor.

IGNACIO GIL
IGNACIO GIL

Mientras continúan las labores de desalojo, dos adolescentes miran con curiosidad a los periodistas mientras sus padres cargan sus recuerdos. El mayor lleva una pequeña tele, pero en cuanto se deshace de ella da un abrazo a su hermana pequeña. «Todo va a ir bien», le susurro bajito, resistiéndome a darle un abrazo aún más fuerte que el de su hermano mayor. «Sí», responde sonriente.

«Esto es un proceso de duelo, nosotros ayudamos a la gente que tiene que dejar sus casas a que sepan a qué fase se están enfrentando: ira, negación.. Viven sentimientos encontrados, dejan atrás toda una vida irrecuperable. A diferencia de lo que ocurre con un incendio, aquí lo pierden todo, casas y todo. Nosotros les acompañamos y lidiamos con la crisis de ansiedad», señala Carmen Linares, psicóloga de emergencias y decana del colegio de psicología de Tenerife. «Nuestra labor no está contemplada en los planes de emergencias, pero lo hacemos porque creemos que la población nos necesita», añade.

Lo mismo le ocurre a Maria Noelia García Leal, alcaldesa de Los llanos de Ariadne, que pasea de un lado a otro colgada al teléfono. Hoy prefiere no responder a responder a la prensa, está volcada con los vecinos. «Espero que lo entiendas», se disculpa.

ES DANTESCO.

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