El crimen de Gema evidencia las enormes lagunas de la legislación alemana sobre violencia de género
La policía medió en las peleas de celos de su exnovio, el homicida, y no ordenó protección .
La policía ya había tenido que intervenir anteriormente en las disputas de la pareja, antes de que Gema V.R., de 22 años, fuera asesinada la semana pasada por su exnovio alemán, Florian R., de 29. La portavoz de la policía de la ciudad germana de Mannheim, Juliette Gaedicke, introduce reiteradamente el adjetivo «presunto» al confirmar que los vecinos llamaron esta vez al teléfono 102 después de que Florian saltase al vacío desde el balcón de la vivienda que habían compartido cuando eran pareja, situada en un quinto piso, en la calle Neuhofer Straße, en el barrio de Rheinau. Fue al subir al apartamento cuando los agentes encontraron el cadáver acuchillado de Gema.
«Incluso se había presentado a veces aquí buscando pelea, decía que tenía derecho a entrar como cliente», relata otra empleada de la misma tienda de Zara en la que Gema trabajaba y en la que sus compañeros han conseguido los 15.000 euros necesarios para repatriar el cadáver a través de la plataforma de internet gofundme.com. «Era una pareja conflictiva, escuchábamos gritos, golpes… pero nadie pensó que la situación pudiera llegar a este extremo», declaró a la televisión alemana una vecina de la fuenlabreña. Pero a pesar de estos precedentes y de los incidentes policiales que preludiaron la tragedia, la Fiscalía local tenía las manos atadas para actuar de manera preventiva. En Alemania no está tipificado como tal el delito de violencia machista. Estos crímenes pertenecen al ámbito de la «violencia familiar», que incluye también abusos a memores, y los únicos juzgados específicos son los juzgados de menores.
Datos desde 2015
Alemania solamente tiene, de hecho, estadísticas de este tipo de violencia contra mujeres desde 2015, unos datos que solo han servido hasta ahora para constatar que sigue aumentando año tras año, pero que no han logrado sensibilizar a la sociedad. La única prensa que se ocupa de estos casos es la sensacionalista, que los trata como crónica de sucesos. Para la prensa seria, excluyendo los medios estrictamente locales, la historia de Gema no es noticia. Bild Zeitung tituló el artículo: «¿Por qué terminó mortalmente esta historia de amor.
La Oficina Federal de Criminalidad constata que los 121.778 casos de «violencia de pareja» registrados en 2013 habían aumentado hasta los 131.995 en 2017. Precisamente en 2017, el gobierno de la gran coalición tipificó como delitos el acoso y el «stalking», dando lugar a unos 7.000 procesos añadidos en el primer año. A escala federal y según los últimos datos oficiales publicados, en 2017 fueron 147 las mujeres asesinadas por su pareja o ex pareja. En promedio, una cada dos o tres días. «En un país moderno como Alemania, esa es una magnitud inimaginable», admite la ministra de Familia Franziska Giffey. Los datos de 2017 anotan 138.893 casos. En el 82% la víctima era la mujer. «El aumento respecto a 2016 se debe a que en 2017 hay tipificados nuevos delitos como la privación de libertad, la prostitución forzada y proxenetismo. Si se elimina este apartado, la proporción es casi estable», justifica la ministra. 2018 ha sido el primer año en que el semanario «Der Spiegel» ha prestado atención a estos datos en una de sus portadas.
El detalle que más parece importar, tanto a la prensa alemana como a la ministra Giffey, es, curiosamente, el porcentaje en que estos delitos son cometidos por nacionales alemanes o por extranjeros. Los casos cometidos por extranjeros son utilizados descaradamente por la extrema derecha para agitar el clima social contra los refugiados e inmigrantes. Los delitos cometidos por hombres de nacionalidad alemana, el 68% son esgrimidos por el gobierno para justificar su política de inmigración.
«Es muy importante aclarar que los maltratadores son también alemanes, por supuesto, pero todavía es más importante aclarar, difundir, que se trata de un mal que afecta a todas las clases sociales», insiste Amparo, una colombiana que ha realizado varios voluntariados en asociaciones de mujeres latinoamericanas en Alemania. «Alemania no se considera a sí misma una sociedad machista, tienden a pensar aquí que los maltratos son cosas de gente inculta, barrios bajos, extranjeros…, pero en las clases altas, en casas con ingresos altos, en parejas con estudios universitarios, lamentablemente también se producen estos delitos y tampoco son denunciados. Lo que hace falta es romper de una vez ese tabú».
Las mujeres extranjeras con pareja alemana, admite Amparo sin embargo, son las más vulnerables. «A menudo están más aisladas, sin siquiera el apoyo de su familia, y no conocen sus derechos. Saben que quien tiene aquí la sartén por el mango es el alemán y temen no recibir el mismo trato por parte de la policía o los jueces. A menudo, además, les falta un correcto uso del idioma para defenderse. Y cuando hay hijos de por medio, es fácil que pierdan la custodia en beneficio del padre alemán. Eso las aterroriza».
Los Handrick, en Canarias
Más allá de las lacerantes estadísticas, de la indolencia de las instituciones y de la prensa alemana, llama la atención la forma en que esta sociedad sigue mirando hacia otro lado. Tras el asesinato a manos de su marido alemán, del que se estaba separando y que asesinó también a su hijo mayor de 10 años el pasado mes de abril, en Tenerife, el municipio de Adeje se echó a la calle para manifestar su pesar y su solidaridad con las víctimas, en manifestaciones que se extendieron a Madrid tras la pancarta «Ni una menos».
En Halle, la ciudad de Sajonia-Anhalt en la que la mujer asesinada, Silvia Handrick, residía y trabajaba, las condolencias públicas y las muestras de solidaridad brillaron por su ausencia. Este pasado martes, en Fuenlabrada, unas 200 personas se concentraron para guardar públicamente un minuto de silencio por Gema. «Por sus vidas, nuestras voces». Pero una vez más, nadie en Mannheim ha salido a la calle para denunciar que la joven española ha sido víctima de la violencia machista. Su caso se hundirá rápidamente en el olvido de una sociedad convencida de que su legislación de género la convierte en una de las más avanzadas del planeta.
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