Junqueras y Mas intentan, sin éxito, controlar la deriva del presidente autonómico.
Carles Puigdemont es un activista político con una misión muy clara, en la que está embarcado desde hace lustros, y cuyo final -cree- solo puede ser que Cataluña se convierta en un Estado independiente, como nunca lo fue. «Está muy solo, es inseguro, desconfía de su partido, no tiene equipo político y está determinado en que el proceso independentista salga bien». Así lo define una persona de Gerona que lo conoce, en lo personal y en lo político, desde hace años.
El actual presidente de la Generalitat de Cataluña se ha curtido políticamente entre el periodismo militante y el activismo político, siempre con plaza en Gerona pero la vista puesta en Barcelona. De la noche a la mañana, Artur Mas, presionado por la CUP, le dio el testigo. Hace de eso 19 meses. Mas y David Madí, mano derecha de Mas y estratega de este desde hace más de 15 años, pensaron, entonces, que podrían controlarlo, ya que no era un hombre de partido y tenía muy buena relación con la CUP.
Sin embargo, Puigdemont es en términos clásicos un «outsider» de la política tradicional de partidos. Cuando aterrizó en el Palacio de la Generalitat tan solo se llevó consigo a una persona de Gerona. A Aleix Clarió, que no ocupa un cargo de responsabilidad política. Es su «community manager».
No consulta las decisiones
Puigdemont no consulta sus decisiones con Oriol Junqueras, vicepresidente de la Generalitat, responsable de las finanzas autonómicas y presidente de ERC. Tampoco con Raül Romeva, que tiene el encargo de internacionalizar la reivindicación secesionista. «A Junqueras le comunica las decisiones una vez tomadas. Así fue con la destitución de Jordi Baiget. Esa misma tarde, el entorno de Junqueras sospechaba cambios en el gobierno pero se enteró cuando Baiget ya era exconsejero», señalan a ABC fuentes del entorno del número dos de la Generalitat.
En su soledad, Puigdemont escucha (aunque no los tenga en cuenta) a los consejeros de su gobierno que muestran más determinación a favor del secesionismo: «Él está dispuesto a pagar el precio de defender y llevar a cabo su idea de una Cataluña separada de España. Está más cómodo con los que piensan como él».
Artur Mas no descarta volver a la política. Cuenta para ello con David Madí
Entre estos, están el consejero de Justicia, Carles Mundó (ERC), abogado y fundador de una entidad que se dedica a poner denuncias contra la «catalanofobia». Y también Jordi Turull, un tecnócrata del PDECat, que mantuvo prietas las filas del partido en el Parlamento de Cataluña, en los peores momentos.
Nadie duda de la determinación de Puigdemont. En 2013, en un acto de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) aseguró que, cuando Cataluña sea independiente, «los invasores serán expulsados, como lo fueron de la pacífica Bélgica». En otras ocasiones defendió, sin tapujos, que «España nos asfixia» o que «los Países Catalanes forman una misma comunidad humana». Y no dudó en aseverar que «la confrontación con el Estado será inevitable» y solo hace falta que «la declaremos explícitamente». En ello está.
Uno de los episodios personales más oscuros es su retiro durante un año fuera de España, coincidiendo con la detención de miembros de la banda terrorista Terra Lliure y su entorno antes de los JJOO de Barcelona en 1992. Puigdemont no tiene aún los 30 años y es un activista de la Crida a la Solidaritat en Defensa de la Llengua, la Cultura i la Nació Catalanes, una entidad que no duda en hacer acciones violentas y que nació como respuesta al «Manifiesto de los 2.300», en favor del bilingüismo en Cataluña. Durante el periodo 92/93, el actual presidente autonómico formó parte de la organización de actos de apoyo a los independentistas detenidos en aquella operación judicial.
La CUP y Santi Vila
Con este bagaje, no le fue difícil gobernar Gerona en coalición con la CUP. De aquí su buena relación con Benet Salellas, abogado gerundense, diputado autonómico y uno de los antisistema que lleva la voz cantante dentro de la CUP. Su hermano es concejal en Gerona. «La relación con la CUP es excelente, les ha cuidado mucho, pero juega con ellos. Les hace creer que las decisiones las toman ellos, los de la CUP, pero en realidad son determinaciones de Puigdemont», indica una persona que convivió políticamente con Puigdemont en Gerona, y que recuerda que, de hecho, dijo en alguna ocasión que «está muy alejado del modelo socioeconómico de la CUP».
Puigdemont cree que está llamado a llevar a Cataluña hasta la secesión, cueste lo que cueste
En las últimas semanas quien ha ganado influencia en el presidente de la Generalitat es el actual consejero de Empresa, Santi Vila (PDECat), reconocido públicamente como el consejero «más antiCUP». Vila fue alcalde de Figueras (Gerona) mientras Puigdemont hacía lo propio a solo 41 kilómetros. Ambos han sido viejos rivales por hacerse con la Consejería de Cultura. «Puigdemont aspiraba a que un día le llamasen para ser consejero de Cultura. Vila le ganó cuando Mas hizo a este consejero. Pero todo cambió con el veto de la CUP». Rivales pero con amistad, Vila demostró su fidelidad cuando le destapó las inseguridades de Baiget y otros consejeros por las consecuencias del referéndum ilegal del 1-O. A estas alturas, un activista como Puigdemont no podía estar rodeado de tibios. Vila vio la jugada y se resituó en el mapa independentista -al que ha llegado en los últimos años, pues nunca lo fue- y del PDECat, pues el partido está diluyéndose pero alguien tendrá que liderarlo en las próximas elecciones, que a estas alturas pocos dudan que serán autonómicas.
La última remodelación ejecutiva ha situado a Víctor Cullell, secretario de la Generalitat, como satélite del presidente autonómico. Cullell es un hombre de partido del PDECat, criado en «la escuela» de Madí e independentista convencido. Forma parte del comité organizador del 1-O, junto a Josep M. Jové (ERC), además de Puigdemont y Junqueras, y eventualmente Turull y Mundó. También acaba de llegar Joaquim Forn para ejecutar las órdenes de Puigdemont sin hacer preguntas incómodas y encargarse de los Mossos d’Esquadra. Forn es un secesionista de piedra picada. En el año 2000, en una manifestación contra el Día de las Fuerzas Armadas, celebrabo en Barcelona, fue golpeado por agentes de los Mossos d’Esquadra.
Así, al margen de las firmas y las posibles responsabilidades judiciales en relación al 1-O (que corresponden a consejeros, altos cargos y técnicos), Puigdemont no tiene un equipo en el que apoyarse y está rodeado de secuaces de Junqueras y Mas.
Junqueras y Mas
Con este perfil, la tarea de Junqueras y Mas consiste en un difícil juego de equilibrios. Influir en el presidente de la Generalitat, limitar los daños, no quedar como un «botifler» tras el 1-O y que sus respectivos partidos salgan bien parados.
Escucha a Vila, Turull, Mundó y Forn, pero eso no dice que les haga caso
Alrededor de Junqueras se concentra un equipo de confianza y estrategas. Marta Rovira controla el día a día del partido. Sergi Sol «es la cabeza pensante, manda, organiza y pone orden». Y Xavier Vendrell asesora a Junqueras en estrategia a medio plazo y enlaza con el entorno de Mas para (intentar) orientar a Puigdemont.
Mas sigue pensando en volver a la primera línea política. Para ello, confía en Madí y considera a Munté un activo del PDECat. Un partido a punto de diluirse controlado, o lo intentan, por Marta Pascal y David Bonvehí.
ME PARECE QUE LO TIENE MUY COMPLICADO, ALGUIEN VA A PAGAR TANTO ERROR.
No hay comentarios:
Publicar un comentario