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miércoles, 6 de junio de 2012

UN MAL EJEMPLO QUE HACE MUCHO DAÑO

Ría de Villaviciosa-Asturias-España(foto J.A.Miyares) 

UN MAL EJEMPLO QUE HACE MUCHO DAÑO A LA HONORABILIDAD DE LA JUSTICIA.

Las coartadas de Dívar para sus viajes a Marbella y Málaga se resquebrajan.
El Ayuntamiento “no puede asegurar” que el alcalde se reuniera en febrero de 2011 con el presidente del Supremo. Marbella también desmiente otro acto oficial.
A la extendida sospecha de que Carlos Dívar, presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, utilizó dinero público —12.996 euros— para fines privados (días de descanso en Puerto Banús) y de que se tomó al menos 20 días libres en fechas laborables, principalmente de 2009, se une ahora la posibilidad de que el presidente de los 4.500 jueces españoles mintiera sobre las causas que motivaron algunos de sus desplazamientos oficiales a Marbella.

Los Ayuntamientos de Málaga y Marbella, ambos gobernados por el PP, no han querido confirmar a EL PAÍS que el motivo alegado por Dívar para justificar unos gastos endosados al Consejo General del Poder Judicial sea cierto en cuanto a las fechas y la convocatoria de las que habla.
Las respuestas evasivas y ambiguas de portavoces oficiales de ambos Ayuntamientos sobre hechos relativamente próximos en el tiempo —son del año pasado— y la inexistencia de notas informativas sobre esos actos aparentemente públicos, apuntan a que el presidente del Supremo utilizó excusas falsas para justificar los gastos endosados al erario público en al menos dos de sus 20 viajes a Marbella que una parte del Consejo General del Poder Judicial ha puesto en cuestión y por lo que ha pedido, sin éxito, la dimisión del presidente.

Dívar aseguró a la Fiscalía General del Estado que estuvo en Málaga entre los días 3 y 7 de febrero de 2011 para tratar con el alcalde, Francisco de la Torre (PP), sobre la saturación de los juzgados de lo mercantil de la ciudad debido a las numerosas quiebras empresariales que se producían como consecuencia de la crisis económica.
El Ayuntamiento de Málaga, gobernado por el Partido Popular, asegura que entre De la Torre y Dívar “efectivamente ha habido al menos dos encuentros para abordar la necesidad urgente de crear más juzgados de lo mercantil”. Sin embargo, las fuentes oficiales consultadas afirman: “El Ayuntamiento de Málaga no puede asegurar que los encuentros se produjeran en las fechas que señala Dívar”.

Antes de esas fechas, afirma el consistorio, De la Torre mandó una carta a Dívar para exponerle el problema de los atascos en los juzgados mercantiles y el impacto negativo que ese hecho tenía en la economía de la ciudad. El presidente del Consejo General del Poder Judicial, según las fuentes oficiales del Ayuntamiento de Málaga, acusó recibo de esta comunicación.
Otras fuentes próximas al alcalde de Málaga indicaron a EL PAÍS que en la agenda municipal no se ha encontrado ninguna referencia a una reunión entre el alcalde y Dívar en las fechas señaladas por el presidente del Consejo General del Poder Judicial.

El fiscal eludió examinar si las causas que motivaron los 20 desplazamientos a Marbella eran ciertas, porque un acuerdo del pleno del Poder Judicial de 11 de septiembre de 1996 establecía que se autorizasen las justificaciones de viaje de todos los vocales sin necesidad de hacer constar el motivo concreto de la actividad que provocaba el desplazamiento.
Y para zanjar el asunto, el fiscal se remite a lo que le cuenta sobre los desplazamientos el jefe de gabinete de Dívar, un cargo de su máxima confianza: “No significa que no existiera actividad relacionada con la representación y funciones que tiene la presidencia y que en ocasiones puede tener una naturaleza no compatible con la publicidad”.

Ese hecho no impidió a Dívar informar de su encuentro con el alcalde de Málaga para tratar sobre la falta de juzgados mercantiles en la ciudad y el atasco que padecían los existentes por las quiebras de empresas afectadas por la crisis económica. Encuentro que Dívar fijó entre el 3 y el 7 de febrero, por el que gastó del erario público 871 euros, y que el Ayuntamiento de Málaga “no puede asegurar” que se produjera.

Un cliente discreto con siete escoltas
Dívar frecuentaba los restaurantes más lujosos de la Costa del Sol
Es el cliente que todo hostelero desea para su establecimiento: discreto, cordial y poco dado a exigencias y divismos. En sus viajes a Marbella, la octava autoridad del protocolo de España —la cuarta si se excluye a los miembros de la Casa del Rey— gusta de frecuentar los mejores restaurantes de la Costa del Sol. Uno de sus sitios predilectos para cenar —con cargo a la partida de gastos protocolarios del Consejo— ha sido el restaurante del hotel de lujo Marbella Club. Este establecimiento, fundado en 1952 por el príncipe Alfonso de Hohenlohe, ideólogo de la Marbella glamurosa, pasa por ser el más distinguido, especial y caro de la ciudad.

El restaurante, de línea tradicional francesa y centroeuropea, tiene, según los expertos, una carta poco espectacular pero de altísimo nivel, con especialidad en las carnes —“el cordero lechal lo bordan”, afirma un conocedor del hotel— y los suflés. “Son platos discretos. El cliente del Marbella Club no suele soportar que la comida tenga un protagonismo mayor que él”, afirma un hostelero marbellí con más de medio siglo de experiencia.
El establecimiento, situado en la llamada Milla de Oro, entre el centro de la ciudad y Puerto Banús, tiene mucha práctica en apelar a la vanidad de sus clientes preferentes, a los que sitúa en mesas especiales y próximas entre ellas. Cenar a la carta o almorzar en el bufé del Marbella Club rara vez baja de los 100 euros por persona.

El presidente del Supremo, en sus cenas, generalmente para dos personas —el segundo comensal sigue siendo secreto—, no se escondía. “Venía con toda la escolta y presentándose como quien es, pero una vez dentro no llamaba en absoluto la atención”, afirman fuentes del Marbella Club, un establecimiento en el que no es raro ver a personalidades con protección tanto pública como privada. Divar dispone de 21 guardaespaldas, repartidos en tres turnos.
Otro de los lugares preferidos para comer de la máxima autoridad judicial española es el hermano pequeño del Marbella Club: el Hotel Puente Romano. Los restaurantes de este establecimiento están, según los expertos consultados, “tres o cuatro escalones por debajo del Marbella Club en clientela, comida y ambiente”, pero siguen siendo absolutamente exclusivos. Tanto el Marbella Club como el Puente Romano pertenecen al conocido empresario británico David Shamoon.

El tercer restaurante en el que Dívar almorzó o cenó con su acompañante es el Villa Tiberio, también en la Milla de Oro. Este lugar, famoso por su comida italiana, suele estar frecuentado por clientes ingleses e irlandeses. “No es tan exclusivo como los otros dos, pero sigue siendo un sitio de cierto refinamiento”, afirma un buen conocedor de la hostelería marbellí.
Para pasar la noche, aunque el acto que justificaba el viaje se desarrollara a 200 kilómetros, como los actos del Bicentenario de las Cortes de Cádiz, Dívar era fiel al mismo hotel: el Meliá Marbella Banús. En este establecimiento familiar de cuatro estrellas, antiguamente llamado Dinamar, un refresco cuesta 3,20 euros y el bufé de almuerzo 29,90. Las 221 habitaciones se distribuyen unas en torno a cuatro piscinas y otras con vistas al mar y al río Verde, que discurre por un lateral.

En el hotel recuerdan a Dívar como un huésped “sencillo, cordial, correctísimo, prudente y discreto”. Según fuentes del servicio, el presidente del Tribunal Supremo y del Poder Judicial siempre entra en el establecimiento con los bonos de la agencia de viajes de El Corte Inglés, que tiene un convenio con el Consejo. Aunque los bonos generalmente son para una habitación estándar, las fuentes aseguran que siempre que hay disponibilidad de habitaciones se suele instalar a Dívar en una habitación de rango mayor, como una suite júnior. Una portavoz de Meliá afirmó que esta práctica es habitual en los hoteles de esta y otras cadenas cuando se trata de clientes frecuentes o especiales y que solo se lleva a cabo cuando existen plazas. “En ningún caso dejamos una habitación de mayor categoría sin vender para dársela a otro cliente que reserva una inferior”, afirma la portavoz.

En el hotel, Dívar también hizo alguna cena. “Siempre eran cosas frugales: una tortillita o una ensalada”, afirma un trabajador. Según las fuentes consultadas, el presidente del Supremo, pese a acudir con sus escoltas al hotel, daba una imagen “austera y sin pretensiones”. Dívar nunca pidió una habitación determinada o atenciones especiales por su cargo. “Siempre saludaba muy cordial a los empleados. La verdad es que se hace duro verle en una situación así”, afirma un empleado del hotel.



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