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lunes, 1 de julio de 2024

LA IZQUIERDA AMORAL

ESTO ES LA DE BACLE.

En el vasto entramado de la política contemporánea, la izquierda española se perfila como una industria que opera bajo los más estrictos cánones del capitalismo, fabricando problemas y ofreciendo soluciones a la medida de sus propios intereses. Esta industria, al igual que cualquier otra, persigue objetivos concretos: captar la atención y el voto de los ciudadanos, aun cuando ello implique un sacrificio del bienestar real de la población.

Desde una perspectiva sociológica, esta dinámica es palpable en la creación y exacerbación de problemas sociales. La izquierda española, en su búsqueda de relevancia y poder, detecta y amplifica cuestiones que, aunque presentes, no siempre poseen la magnitud con la que son presentadas. Problemas como la desigualdad, la precariedad laboral o la crisis de vivienda son abordados con un enfoque que, más allá de buscar soluciones efectivas, pretende mantener a la población en un estado de constante necesidad y dependencia. Esta estrategia no es exclusiva de España, pero encuentra en su contexto un terreno fértil para prosperar.

El paralelismo con una industria es claro: al igual que las fábricas producen bienes, la izquierda produce narrativas. Estas narrativas son el resultado de una maquinaria perfectamente engranada, que utiliza técnicas de marketing y publicidad para vender sus soluciones. El sufrimiento de la población, especialmente de los grupos más vulnerables, se convierte en el combustible de esta máquina. Lejos de mitigar este sufrimiento, se perpetúa y se utiliza como herramienta para mantener una base electoral cautiva.

Desde la perspectiva filosófica, esta industria plantea una serie de dilemas éticos. La instrumentalización del sufrimiento humano para obtener réditos políticos no solo es moralmente cuestionable, sino que socava los principios fundamentales de justicia y equidad que la izquierda dice defender. La utilización de técnicas del mercado capitalista, tales como la segmentación de la audiencia, el branding y la propaganda, revela una contradicción intrínseca: una izquierda que, en su esencia, debería oponerse a las lógicas del mercado, se ve inmersa en ellas para asegurar su supervivencia y éxito.

Es crucial entender que, en esta industria, las soluciones ofrecidas son muchas veces paliativas y superficiales. Se aplican medidas que alivian temporalmente los síntomas sin abordar las causas estructurales de los problemas. Esto no solo perpetúa el estado de crisis, sino que garantiza la necesidad continua de intervención, consolidando así el poder de quienes se presentan como salvadores.

La industria de la izquierda española no opera en un vacío. Su éxito depende de una ciudadanía que, a menudo, se encuentra desorientada y desinformada. En este sentido, los medios de comunicación juegan un rol fundamental al amplificar las narrativas fabricadas y al silenciar voces disidentes que podrían proponer soluciones más integrales y sostenibles. La información se convierte en otra mercancía, distribuida según los intereses de la industria política.

En conclusión, la izquierda española, entendida como una industria, revela un funcionamiento que no dista mucho del de cualquier otra industria capitalista. Fabrica problemas, vende soluciones y utiliza las técnicas más avanzadas del marketing para mantener su relevancia y poder. Esta realidad plantea un reto para la ciudadanía: discernir entre la narrativa fabricada y la realidad, exigir soluciones que aborden las causas estructurales de los problemas y rechazar la instrumentalización de su sufrimiento como moneda de cambio política. Solo así se podrá aspirar a una política verdaderamente comprometida con el bienestar colectivo y no con los intereses de una industria que, paradójicamente, se nutre de aquello que dice combatir.

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