Curar heridos rusos: el dilema de Hipócrates
Los quirófanos de los hospitales ucranianos atienden también a detenidos enemigos por razones éticas, y por la perspectiva de un posible canje de prisioneros
Pocas razones para vislumbrar un rasgo de humanidad en una guerra son tan poderosas como el respeto a los prisioneros y la cura de sus heridas. Así lo dispone la última Convención de Ginebra, de 1949, que establece que los soldados enemigos heridos en combate sean tratados «igual que los propios». Ucrania ha manifestado oficialmente que se adhiere a esa norma. Rusia no ha hecho ningún comentario al respecto, y a diferencia del régimen de Kiev se niega además a dar cifras. Moscú se limita a hablar de «bajas significativas» en la guerra en Ucrania, tanto en número de muertos como de heridos o desaparecidos.
El Gobierno de Zelenski dio esta semana la cifra de casi 27.000 militares rusos muertos en los más de dos meses de ofensiva; el número de prisioneros y heridos entre la fuerza invasora se supone que es muy superior.
Varios informes periodísticos dan fe del esfuerzo que Ucrania realiza para respetar los compromisos de Ginebra en el tratamiento de los prisioneros de guerra rusos. El último, el realizado por la agencia France Presse en el hospital militar de Zaporiyia, una ciudad del sur de Ucrania relativamente en calma tras el desplazamiento del frente varias decenas de kilómetros hacia el este.
El hospital trabaja sin descanso las 24 horas para atender a centenares de heridos, tanto civiles y militares ucranianos como soldados rusos. Las ventanas del recinto están cubiertas con gruesas lonas, y por la noche los médicos y enfermeros evitan al máximo el uso de la luz eléctrica para no ser blanco fácil para la aviación rusa. La semana pasada, la Organización Mundial de la Salud (OMS) deploró que más de 200 centros de salud ucranianos fueron atacados desde que comenzaron las hostilidades. Ucrania habla de más de 600.
«Atendemos también a los soldados rusos, aunque tal vez no deberíamos. Tal vez deberíamos dejarlos allí para que fertilicen nuestra tierra», afirma a AFP el doctor Farad Gojarovich, cirujano en el hospital militar de Zaporiyia. Los militares rusos heridos «son jóvenes sin cerebro empapados de propaganda», agrega por su parte el director del centro, el doctor Victor Pysanko. «Dicen querer liberar a Ucrania, pero también quieren matar al mayor número posible de ucranianos».
Tanto Farad como Pysanko hacen referencia a su juramento hipocrático, por el que, siguiendo la norma establecida por el galeno griego en el siglo quinto antes de Cristo, se comprometen como médicos a «no llevar otro propósito que el bien y la salud de los enfermos». Un compromiso ético que implica rechazar prácticas como el aborto y la eutanasia, y en caso de guerra curar a los enemigos heridos.
Sus sentimientos de rencor son evidentes («es inevitable que haya mucho humor negro con los heridos rusos que nos llegan», advierte Pysanko, «querríamos no perder el tiempo con ellos para centrarnos solo en los nuestros»), pero no se han producido denuncias por incumplimientos de la ética médica. A los doctores les mueve otro razonamiento: cada militar ruso salvado de la muerte puede ser canjeable en el futuro por prisioneros ucranianos.
Pocos intercambios
Hasta la fecha se han producido intercambios de prisioneros de guerra, rodeados de publicidad, pero no muchos. El más famoso fue el del alcalde de Melitopol, Ivan Fedorov, secuestrado el 11 de marzo y liberado poco después. El pasado 21 de marzo, Tatiana Moskalkova, delegada de derechos humanos del Kremlin, se refirió a su canje por nueve soldados rusos.
El último intercambio de prisioneros ocurrió el viernes de la semana pasada. La viceprimera ministra Iryna Vereshchuk informó de que 41 ucranianos fueron liberados: 28 soldados y 13 civiles, incluido un sacerdote de la Iglesia Ortodoxa.
Las presuntas matanzas de civiles ucranianos –en particular las cometidas en Bucha– enfrentarán a Rusia a un largo proceso por crímenes de guerra cuando acabe el conflicto. Aunque Kiev no se libra también de algunas denuncias, como el vídeo que mostró a principios de abril a soldados ucranianos rematando a un herido ruso. Ucrania cuenta en su descargo no solo con su condición de país agredido sino también con el testimonio de la prensa internacional que cubre en el terreno la épica de su defensa, frente a la estricta censura informativa que campea en el bando ruso.
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