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viernes, 23 de julio de 2021

¡MUERTOS A LA GUERRA¡

 DE LA  IDEOLOGÍA COMUNISTA Y REVANCHISTA.

El revisionismo subjetivo de la historia suele generar la involución político social.

En todo caso, si se procediese a una revisión de la historia, lo jurídico y democráticamente justo sería no poner limitaciones ni en cuanto a la época, ni en cuanto a las personas, ni en cuanto a los hechos.

Igualmente justo y objetivo sería que la justicia estuviera abierta a las posibles demandas de cada uno de los españoles que por interés personal o por derecho heredado tuvieran motivo para acudir a los tribunales correspondientes.

No vale que un partido o un gobierno, con mayorías o sin mayorías, proponga leyes revisionistas, político-penales, no consensuadas con todos los españoles y que, dada su trascendencia social, más bien deberían someterse a las normas y criterios a los que está sometida cualquier modificación esencial de la Constitución.

Proponer leyes a medida del consumidor es prevaricar.

Contar la historia, con sus causas y efectos, sin tener en cuenta a la Real Academia de la Historia y al conjunto de profesionales historiadores de nuestro país es correr el riesgo de la subjetividad dañina e irreparable para las futuras generaciones.

Siempre hay que tener en cuenta que lo malo de todo levantamiento o dictadura no es el hecho en sí, muchas veces hasta "motivado", sino lo que luego dura.

Es hora de recordar que los intelectuales españoles han levantado la voz cuando otros países han criticado y condenado la historia del descubrimiento y asimilación de las Américas. Pasados más de quinientos años, la objetividad pierde el equilibrio y su defensa a miles de kilómetros es casi imposible. En esos países lo escrito "contra" España y su historia queda en sus libros; aquí quedan simplemente las quejas.

La ley de Memoria Democrática va por ese camino. Tomar lo lejano, salpicarlo por todas las comunidades, traducirlo a diversos idiomas y, guiados por artículos escritos no consensuados, dedicarnos a señalar y demandar lo que "algunos" desde sus despachos indiquen.

Bajando más al detalle. La LMD:

¿Qué periodos abarcará?

¿Se juzgará a personas, entidades, gobernantes...?

¿Se juzgarán los motivos de un alzamiento?

¿Quién escribirá la verdad histórica?

¿Qué libros y autores recogerán los hechos, las personas, las consecuencias?

En esta LMD, falta concretar aspectos fundamentales de los periodos a los que quiere referirse la ley: Alzamiento, dictadura, transformación y concordia final.

¿Serán juzgadas y condenadas las mentiras sociales?

¿Serán defenestradas todas aquellas obras civiles y sociales, muy positivas, que esa dictadura llevó a cabo? o ¿solo lo que unos quieran?

En los años 60-70, España fue abriéndose a Europa y a todo el mundo occidental. Grandes personas, políticos del Régimen o no, desarrollaron todo un plan económico y social nunca visto en España.

Aquella época proporcionó a los españoles industrias propias, editoriales de gran prestigio, desarrollo urbanístico sin precedentes, ferrocarriles españoles comenzaron a ser conocidos como avanzadilla de la nueva era, la precaria sanidad comenzó a dar sus primeros pasos de progreso y el mundo laboral comenzó a ver reconocidos sus derechos, etcétera.

No soy defensor de una dictadura que a mi edad (1942) viví como en un globo, sin capacidad suficientemente objetiva para criticar, pero sí puedo constatar cómo se vivía en los años 40, cómo se progresó en los años 50-60 y cómo en los 70 los españoles nos dimos la mano.

Los abrazos no fueron con máscaras, sino cara a cara, mano con mano y con la decisión compartida de comenzar una era nueva.

Ya que buscamos, como sea, una LMD, comencemos por borrar de nuestra historia a los que utilizaron las ideologías para matar las ideas de todos, a los que trajeron la hambruna, a los que arruinaron las industrias, a los que calentaron los pueblos para matarse entre sí, a los que no admitieron sus errores, a la Iglesia institucionalmente comprensiva... Más tarde, tiremos edificios sociales, borremos calles, quememos ferrocarriles y volvamos a comer con la mano extendida, pidiendo.

No soy jurista ni político, creo que lo que sí soy es un ciudadano inquieto y objetivo. Viví aquella época y sufrí con mi familia las consecuencias.

Siempre pregunté en mi internado de Valladolid:

¿Qué pasó antes del año 1936 para que unos militares dirigidos por el general Franco se levantaran contra un Gobierno legalmente establecido?

Franco, dos años antes, había sido enviado a solucionar la insurrección minera de Asturias... Franco no era un revolucionario.

Creo que las causas fueron objetivas... Las consecuencias imprevisibles y su futuro mezcla de dura dictadura y firmeza para mejorar España.

¿Horrores?... Que se lo digan a los romanos, a Aníbal, a los bárbaros, a los descubridores...

El desarrollo social del mundo estuvo siempre "ambientado" en una mal llamada "disciplina" moralista... Ese mismo mundo ha ido históricamente "dosificando" las injusticias sociales... Pero la historia, escrita en el ADN de todos nosotros, no puede cambiarse.

El hombre sí puede estudiar la historia y tomar decisiones: puede legislar cirugía ideológica, que solo acarrea "sentimientos" contrapuestos, de dudosa independencia social.

Puede programar, para una formación obligatoria, un compendio de las causas y efectos de los sucesos históricamente demostrados.

Puede legislar para evitar.

La historia, juzgada con las herramientas y criterios de hace más de 80 años, corre el riesgo de convertirse en folletines ideológicos.

La historia no tiene dos caras, simplemente es el compendio de realidades asumidas de forma "socialmente pragmática".

La historia no se construyó con "referéndum", se escribió; la sociedad recogió lo bueno y lo malo de ella. ¿Cómo condenar un régimen y aprovecharse, a su vez, de los aspectos positivos del mismo?

No son iguales los "golpes de Estado" que los "levantamientos sociales".

Ya en el espacio nacional, es de honor reconocer que el pueblo español, desde el interior del "régimen franquista", comenzó a revisar los errores y a dar los pasos necesarios para mejorar la convivencia entre todos, a base de relanzar una mejor justicia, una mejor economía, una mejor sanidad y una mejora laboral...

La década de los setenta fue un periodo de instauración de una democracia, mediante la concordia entre todos.

Si no admitimos eso, entonces Carrillo, la Pasionaria, Suárez, Calvo-Sotelo, Felipe, Guerra... no existieron.

¿Cómo terminar?:

Rogando a los intelectuales del Instituto de España, de la Real Academia de la Historia, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, de las universidades, de los institutos de Enseñanza Media, del mundo editorial y de prensa... a todos ellos que enseñen la historia de nuestra España con la objetividad que se merecen nuestras generaciones futuras.

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