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viernes, 5 de abril de 2019

LA CARTA DE SUICIDIO CLAVE EN LA DETENCIÓN DEL COMPAÑERO DE CLASE ACUSADO DE ACOSO.

Una carta de suicidio, clave en la detención del compañero de clase acusado de acoso

Una carta de suicidio, clave en la detención del compañero de clase acusado de acoso

Andrés se quitó la vida en su domicilio. Es el segundo caso de suicidio que registra el instuto de secundaria madrileño donde estudiaba, el Ciudad de Jaén.

El martes, los alumnos del Instituto de Educación Secundaria (IES) Ciudad de Jaén, del barrio madrileño de Orcasur, recibían en clase la noticia por parte de sus profesores de que Andrés, el «chico nuevo» de 4º de la ESO que llegó en septiembre, no volvería nunca más. Había fallecido, les dijeron, por causas que se estaban investigando. Andrés llevaba desde el miércoles 27 de marzo sin aparecer por clase, pero fue el lunes 1 de abril cuando decidió quitarse la vida en su domicilio. Dos días más tarde, el pasado miércoles 3 de abril, la Policía Nacional detuvo a un menor de este centro escolar, también de 16 años, relacionado, presuntamente, con haber acosado a la víctima del suicidio.
Según informaron fuentes policiales, el adolescente fallecido dejó una carta antes de morir donde mencionaba la ruptura de una relación en 2016 y desgranaba otra serie de motivos que le impulsaron a tomar la letal decisión. Esta nota puede ser la clave que llevó a los agentes a trasladar al estudiante señalado en calidad de detenido hasta dependencias del Grupo de Menores (Grume) de la Jefatura Superior de Policía de Madrid. Allí, en colaboración con la Fiscalía de Menores, se le practicó la diligencia de exploración (una declaración). Según recogió la agencia Ep, la causa determinante del suicido no tiene que ver, inicialmente, con el acoso escolar, ya que el menor tenía antecedentes autolesivos desde hacía tres años.
Hace cuatro años, Arancha, una niña del IES Ciudad de Jaén, de 16 años y con retraso madurativo, se suicidó tras denunciar que llevaba tres meses sufriendo el acoso de un compañero. El 22 de mayo de 2015 no llegó a clase. Salió de su casa, cerró la puerta y se lanzó al vacío desde la ventana situadas en las escaleras del sexto piso de su edificio. Ella cursaba el tercer curso de la ESO. El último mensaje que recibieron sus amigas fue:«Estoy cansada de vivir». La Consejería de Educación sancionó y echó al director del centro como responsable de lo ocurrido. La familia de Arancha no sabía nada de lo que padecía, como tampoco sospechaba la madre de Andrés que su hijo tuviera algún tipo de problema con compañeros en el instituto.

Fuentes oficiales de Educación de la Comunidad de Madrid informaron ayer de que la tutora de Andrés llamó a su madre el viernes para mantener una reunión con ella porque el menor llevaba tres días sin aparecer. La progenitora no tenía constancia de ella y aprovecharon la cita para hablar sobre el alumno. Ni una ni otra habían percibido ningún tipo de actitud extraña del joven ni dentro ni fuera de clase. La profesora transmitió a la progenitora que se había adaptado bien, que era un buen alumno, con resultados académicos excelentes y sociable. Tres días más tarde, Andrés ponía fin a su vida.
Tras el terrible suceso, la maestra volvió a comunicarse con la madre y ésta le indicó que había hablado con el chico durante el fin de semana y que él le había dicho que no tenía ningún problema con nadie.

«Es un centro conflictivo»

La responsable del centro educativo y todos sus profesores ayer guardaban silencio, pero los alumnos y algunos padres no dudaban en volcar su impresión sobre lo ocurrido. María y Luis (nombres ficticios) esperaban a las puertas del instituto para recoger a su hijo, con una discapacidad. «Es un centro conflictivo. Ya son dos los casos de suicidio que han ocurrido y genera intranquilidad. Hasta nuestro hijo ha sufridoacoso aquí por parte de otros chicos que se meten con su discapacidad», manifestaba la mujer. «Si es que estamos en el barrio que estamos...», apostillaba él.
Los jóvenes que entraban y salían del Ciudad de Jaén a partir de las dos de la tarde coincidían en el nombre del chico fallecido, en su descripción física, «alto, fuerte y con gafas», y, aquellos que compartían clase con él, lo definían como un adolescente «tímido y solitario». «Sólo se relacionaba con otros dos chicos y solía vérsele cabizbajo por los pasillos», comentaba un estudiante. De lo que no se había enterado ninguno era de que un compañero había sido detenido el martes por haber acosado Andrés. «Ni idea. Yo nunca he visto que lo acosaran», respondía una alumna que aseguraba compartir clase con la víctima.
El Ciudad de Jaén no había abierto ningún protocolo por acoso esta vez, como sí lo hizo con Arancha, informaron desde la Consejería de Educación. «El pasado mes de diciembre la clase de este alumno de 4º de la ESO se sometió al test socioescuela», un programa de la Comunidad de Madrid que trata de evaluar posibles problema de convivencia en las aulas. El test salió negativo. No había indicios de «bullying».

Padres separados

Fuentes de la investigación mencionan que los padres se habían separado hace dos años y no se llevaban bien. El progenitor se quedó en Galicia, donde vivían, y la madre y el chico se trasladaron a Madrid, lo que obligó a Andrés a dejar forzosamente una relación que mantenía en la tierra gallega y a comenzar con compañeros nuevos tras matricularse en el Ciudad de Jaén.
A las puertas del instituto, varias cartulinas de colores recordaban ayer la memoria del que fue estudiante del centro. «Andrés, te queremos. Eres un grande. Jamás te olvidaremos».
La investigación policial sobre el caso de Andrés aún tiene que esclarecer si el acoso fue la causa directa que provocó su suicidio. En el de la alumna de su mismo instituto, el Ciudad de Jaén, que hace cuatro años se quitó la vida, el bullying fue el motivo que la indujo a tomar esa mortal decisión. Dos compañeros, hombre y mujer, la insultaron, pegaron y extorsionaron durante tres meses. La muchacha lo denunció al centro y se dio parte a la Fiscalía del Menor. Las vejaciones cesaron durante unos días, pero volvieron a repetirse a modo de represalia. El sufrimiento no acababa tras salir de clase, ya que recibía mensajes perturbadores a través de Whatsapp. Volvió a declarar en comisaría. En la víspera de su muerte le arrojaron agua. Su desesperación y un posible desengaño acabaron con su vida.


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