Toda la verdad sobre lo que ocurre en primera clase, contado por una azafata
En "Cabin Fever", una antigua azafata con más de 12 años de experiencia a sus espaldas cuenta todo lo que vio y vivió cruzando el mundo en Virgin Atlantic, que une Londres con el resto del mundo.
Para la mayor parte de españoles, la primera clase de un avión son un puñado de filas separadas del resto del transporte por unas cortinas y cuyos temporales propietarios pueden disfrutar gratis de una bolsa de cacahuetes y una botellita de whisky. Pero hay primeras clases y primeras clases, y una de las más espectaculares seguramente sea la de Virgin Atlantic Airways, la aerolínea de Richard Branson que oferta vuelos entre Londres y el resto del mundo y por cuyos aviones cada año circulan miles de las personas más poderosas de las Islas Británicas.
Los aviones de Virgin son también el escenario en el que transcurre Cabin Fever. The sizzling secrets of a Virgin air hostess (Thistle Publishing), un libro polémico y bastante subido de tono que recoge en primera persona la experiencia de 12 años de Mandy Smith en la compañía británica, en los que llegó a intimar con unos cuantos multimillonarios. Con motivo de la publicación del libro en Estados Unidos, la azafata ha escrito un breve texto en el New York Post donde explica algunas de las anécdotas más jugosas vividas a kilómetros de altura, que resumen las que ya contó en el libro.
El club más barato del mundo
No hay más que echar un vistazo a las declaraciones de Smith para sospechar que, en lugar de haber trabajado en una aerolínea, más bien parece haber formado parte de la Mansión Playboy. “Cuando las luces se apagaban en los vuelos nocturnos, a veces veía pasajeros cachondos masturbándose mutuamente mientras todo el mundo a su alrededor dormía”, explica. “Luego estaban las parejas en la agonía de la pasión que se paseaban por el avión con sus traseros al aire”. Era relativamente habitual, explica, que alguno de sus clientes se tomase demasiadas confianzas al introducir su mano por debajo de su falda. No obstante, explicaba en Express que “tenemos códigos estrictos de conducta y sólo conozco a una chica que fue despedida por hacer el amor con una celebridad, y ya tenía fama por ese tipo de comportamiento”.
Durante su trayectoria en Virgin, ella misma terminaría formando parte del Mile High Club (o Club de las Altitudes) con uno de sus novios, una distinción que consiste básicamente en tener el honor de haber hecho el amor a bordo de un avión. En su caso, fue en una avioneta Cessna biplaza que su partenaire estaba pilotando, lo cual no fue impedimento para que se pusiese encima de él y de esa manera formase parte del club menos exclusivo del mundo (basta con un billete de avión y un poco de cascos ligeros para ser aceptado). Como explicó la azafata, la mayor parte de encuentros sexuales en el aire tienen lugar en los servicios del avión, pero hay quien prefiere la intimidad de los asientos de primera clase. Así que la próxima vez que sienta que hay turbulencias, mire a los pasajeros de al lado.
Un pasajero se lió con otra viajera de primera clase… ¡mientras su esposa viajaba en turista!
La vida de Smith, parece más propia de una estrella del rock que de una profesional que viaja por todo el mundo… a pesar de que su salario base anual era de apenas 12.000 libras. Una cifra que, no obstante, considera que “mereció la pena”. Smith salió con unos cuantos multimillonarios a lo largo de su carrera. Uno de ellos le llevó a su yate para recorrer el Golfo Persa mientras tomaban langostas y caviar. Sofás arrojados desde la ventana de un hotel de Johannesburgo, una maleta llena de juguetes sexuales, fiestas de 24 horas a base de champán y Red Bull (ya que el consumo de drogas estaba estrictamente prohibido por la aerolínea), grandes fiestas con Richard Branson, Ronan Keating o compartir una charla distendida con Robbie Williams son otros de los alicientes para Mandy.
El lado oscuro de las alturas
No todo son risas. Lo peor es el comportamiento de algunos pasajeros, especialmente los de clase económica premium, los más maleducados puesto que, como explica Smith, “se piensan que son mejores que los de clase turista, pero no se pueden permitir más”. Uno le arrojó una pizza a la cara porque no estaba lo suficientemente buena. Otro se lió con otra pasajera de primera clase… ¡mientras su esposa viajaba en turista! Como no podía ser de otra manera, esta los pilló in fraganti. Un viajero tuvo que ser reducido por la tripulación después de que intentase golpear a otro pasajero, y a pesar de estar esposado intentó prender fuego a su asiento con un mechero. Mandy también vivió a bordo el aborto de una viajera, y recuerda que volar durante muchas horas causa serios trastornos en el cuerpo femenino: durante siete años, su menstruación fue altamente irregular.
Es habitual que algunos pasajeros pidan que les cambien de sitio por el sexo o raza de su vecino
Smith explica que es tristemente habitual que algunos pasajeros pidan sentarse al lado de otra persona por razones racistas, especialmente en el trayecto entre Londres y Johannesburgo (Sudáfrica). En dicho caso, la azafata solía ofrecer al hombre que había sido discriminado un asiento mejor, para que el otro “se sintiese como basura, que es como debería sentirse”. Además, muchos hombres, por razones religiosas, piden no sentarse al lado de mujeres. Para evitar tan tensas situaciones, las azafatas reciben formación religiosa para conocer de antemano cuáles pueden ser los problemas que surjan.
La conclusión, no obstante, es positiva, y trufada de historias tiernas. Muchas veces, los pasajeros pedían a la tripulación una pequeña ayuda para llevar a cabo una pedida de mano especial; otras veces entretenían a los niños que viajan a Orlando para visitar Disney World y adornaban sus despachos con sus dibujos; muchos viajeros eran muy generosos y, aunque no podían entregarles propinas, sí les compraban regalos o, como hizo un pasajero, se llevó a la tripulación (de 22 personas) a cenar. Actualmente, Smith vive con su marido y su hija de cuatro años en el oeste de Sussex, y dedica todo su tiempo a escribir.
ES CUESTIÓN DE PRINCIPIOS
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