El Rey, durante el discurso de la Navidad de 2014.
La incertidumbre política dispara el interés por el mensaje del Rey
El imprevisible resultado electoral ha mantenido el borrador del discurso de Navidad abierto hasta el último momento.
La situación de empantanamiento político que vive España tras las elecciones generales celebradas el pasado domingo ha disparado el interés por las palabras que pueda dirigir Felipe VI a los españoles antes de la cena de Nochebuena en su tradicional mensaje navideño. La ausencia de una mayoría clara y el complicado maridaje entre los partidos tras la fragmentación del bipartidismo para formar gobierno han puesto al Rey bajo los focos.
Las dificultades para hallar una salida que permita formar gobierno con normalidad y mantenga engrasado el mecanismo de las instituciones, en un momento en que los datos indican que España inicia el camino de la recuperación tras la recesión económica, ha levantado una lógica preocupación en un amplio sector de la sociedad.
En este panorama de segmentación electoral y ausencia de perspectivas de consenso, no son pocos los españoles que esperan una llamada a la responsabilidad en las palabras del jefe del Estado para el mantenimiento de la gobernabilidad. Como también la esperan sobre la situación de amenaza a la integridad del Estado que supone el órdago de los independentistas catalanes cuando se abre un nuevo tiempo político que arroja más incertidumbres, ante el que el Rey no se ha mostrado impasible.
El equipo de rodaje llevó a cabo este martes las pruebas para la grabación del mensaje de Felipe VI, cuyo borrador se ha cerrado este año más tarde de lo habitual debido a que se ha esperado a conocer y sedimentar el resultado de las elecciones para su redacción definitiva. El mensaje será emitido en diferido el jueves por la noche por la mayoría de televisiones de España, excepto Cuatro y la vasca EITB, como ha sucedido otros años.
El Rey mantiene una posición de máxima discreción en el ámbito político de España. Durante la campaña electoral se eclipsó y solo apareció por causas mayores, como el entierro de los dos policías asesinados en el ataque talibán de Kabul y para llamar a Mariano Rajoy tras ser agredido en Pontevedra para interesarse por su estado.
Pero Felipe VI afronta ahora una situación inédita en la reciente historia de España. La responsabilidad del Rey en la resolución de este atasco institucional que puede producir la falta de acuerdo, siendo limitadas sus atribuciones por la Constitución, comporta mayores compromisos que los que tuvo que asumir su antecesor, Juan Carlos I, tras unas elecciones desde que entró en vigor la Constitución de 1978.
Las mayorías absolutas y simples claras habían reducido a una diligencia ritual la función de proponer el candidato a presidente del Gobierno, y en su caso nombrarlo, como reconoce la Carta Magna en el artículo 62 d y como establece en el 99. El Rey, tras las consultas con los representantes de los partidos electos, cumplía con su función de proponer el candidato a presidente de Gobierno y nombrarlo después de que el Congreso le otorgase su confianza.
Sin embargo, en una situación compleja como la que acaban de arrojar las urnas, Felipe VI, aun careciendo de protagonismo ejecutivo, es una instancia persuasiva de primer orden, lo que le confiere una representación crucial en la ronda de consultas que debe celebrar con los distintos grupos parlamentarios tras la constitución de las Cortes el próximo 13 de enero.
NO CREO QUE NOS SAQUE DE DUDAS UN MONARCA CON POCAS COMVICIONES SOBRE EL REINO.
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