Willy Meyer, hasta ayer diputado del Parlamento Europeo por Izquierda Unida, ha caído víctima de la demagogia de su partido. Porque demonizar las Sicav como un instrumento de evasión fiscal de los ricos y poderosos tiene esas cosas: cuando utilizas una de ellas, aunque sea legal y éticamente aceptable, no tienes más remedio que avengonzarte, pedir perdón y dejar tu escaño. Sobre todo si eres de IU y un movimiento llamado Podemos ha situado a tu partido dentro de la «casta» y amenaza con llevarse buena parte de tu electorado más fiel. El error está en identificar Sicav con evasión de impuestos y difundir ese mensaje por un puro motivo político.
Una Sicav tiene el mismo tratamiento fiscal que un fondo de inversión
Una sociedad de inversión de capital variable (Sicav) invierte el patrimonio de muchos ciudadanos y tiene un único gestor, que es quien mueve el dinero en busca de rentabilidad. Las Sicav tributan al 1% en el Impuesto sobre Sociedades, mientras que cuando un inversor retira su dinero tiene que declarar las plusvalías generadas; según la reforma recién aprobada por el Gobierno, pagará entre el 19% y el 23% de lo que haya ganado. Es exactamemente la misma tributación que soportan los fondos de inversión, productos de ahorro mucho más conocidos por los ciudadanos: no en vano, a los fondos contaban en mayo con más de 5,7 millones de partícipes.
La gran diferencia entre una Sicav y un fondo es que en aquélla los inversores son accionistas de esa sociedad, pueden decidir el destino de su dinero y cambiar de gestor si no les gusta su trabajo. En un fondo, en cambio, los partícipes no tienen ninguna capacidad de decisión y sólo pueden retirar su dinero si no están de acuerdo. Por esa razón de propiedad, las Sicav son utilizadas como vehículo de inversión de grandes patrimonios y, para cumplir con los requisitos legales de número mínimo de inversores, en ocasiones se buscan partícipes ficticios para que esa familia o grupo financiero mantenga siempre el control de la sociedad. El tratamiento fiscal de las Sicav favorece que esos grandes patrimonios paguen menos impuestos. Como decíamos antes, los beneficios de la Sicav -¡ojo!: no los que obtienen quienes invierten en ella- tributan al 1%, mientras que en una empresa normal lo hacen al 30%, aunque el tipo efectivo no llega al 10%.
Pero ése no es el caso de la Sicav de los eurodiputados. El Parlamento tiene estipulado que parte de la retribución sea en un plan de pensiones que se canaliza a través de una Sicav domiciliada en Luxemburgo -sólo porque allí tienen sus cuentas muchos organismos comunitarios- que los políticos pueden retirar al cumplir los 63 años y tributar por ello en sus países. Willy Meyer no ha evadido impuestos por invertir en una Sicav, pero ha caído en su trampa demagógica.
COMENTARIO: ¿QUÉ HONRADEZ Y TRANSPARENCIA PUEDEN MOSTRAR ESTOS POLÍTICOS DE PACOTILLA Y ROBAPERAS?
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